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¿No queríais papeles para todos?

LO frustrante del asunto de Vic, más allá de una lectura de mera intencionalidad política local, es que casi todas las posturas representadas en el conflicto tienen parte de razón. Conviene descartar cuanto antes la lectura de política menor: tres partidos se entienden en acuerdo ... de gobierno para no tener que depender de un cuarto de carácter gaseoso y feo, una especie de Ku-Klux-Klan catalán que ha conseguido cuatro concejales y que predica la pureza social de Cataluña calificando al inmigrante de innecesario, perjudicial y malévolo. Esos tres partidos, CiU, ERC y PSC, están siendo acusados de utilizar los métodos del cuarto para querer desecharlo, lo cual es, cuando menos, curioso (un tal Anglada, personaje que igual formó parte de Fuerza Nueva que de la Agrupación de Ruiz Mateos, es el que vela ahora por la esterilización de la Plana de Vic). A excepción de quien manifiesta peligrosos argumentos repletos de gasolina social, resulta fácil entender a los demás. A los inmigrantes sin recursos o sin trabajo que prefieren estar mal en Cataluña que regular o bien en sus países de origen, que tienen hijos que educar o familia que alimentar; también al Gobierno que asegura que la ley obliga a empadronar a aquellas personas a las que luego deberá atender socialmente; pero también a un Ayuntamiento que dice que ya no da para más. La presencia extranjera en Vic supone el 14% de la población: algunos llegaron lustros atrás a trabajar en el campo y forman parte del paisaje, otros lo hicieron con los aluviones de las recientes vacas gordas y al calor de los mensajes buenistas de una pandilla de irresponsables. Los segundos, algunos de los cuales ya no tienen trabajo -y, desde luego, tampoco papeles-, son ahora el problema. El asunto no puede reducirse a la simpleza de calificar a los munícipes de Vic como una pandilla de racistas miedosos: ese mismo ayuntamiento ha desarrollado muchas políticas sociales y de integración y ha invertido buena parte de su presupuesto en atender y acoplar a la población sobrevenida. Pero dice que no puede más y se acoge a una contradicción de la ley: cuando se tenga noticia de un inmigrante irregular, sin documentación en regla, se pondrá en conocimiento de la policía para que proceda a su expulsión. La misma ley dice, por otra parte, que hay que empadronar a todos para que puedan acceder a servicios sociales elementales, con lo que el lío está garantizado. Gobiernos anteriores, del maldito Aznar, sugirieron que había que abrir la puerta a la inmigración en función de las necesidades del país y la respuesta que obtuvieron de los mismos que ahora gobiernan en Vic y de los que gobiernan en España fue del orden poético absurdo: la cantinela de que el mundo no tenía fronteras, de que el ser humano era libre como los pájaros, de que había que garantizar papeles para todos se instaló en el discurso giliprogre de una serie de irresponsables que ahora están probando sus medicinas. ¿No queríais papeles para todos? ¿No querían muchos industriales mano de obra barata y dispuesta a deslomarse? ¿No querían los pueblos parejas de las que nacieran, por fin, hijos? Pues ahí están. Ahora, como poco, no parece correcto echarles la culpa de todo.

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