Hazte premium Hazte premium

El casinillo autonómico

EN su delirante autismo, la clase política española pretende interesar a la opinión pública en la endogámica discusión sobre el resultado estéril de una reunión intrascendente. Mientras los dos grandes partidos se enfrascaban en echarse la culpa del fracaso de la conferencia de presidentes autonómicos, los ciudadanos hablaban ayer en bares, oficinas y talleres de la nueva vuelta de tuerca de la ley anti-tabaco, cuyo consenso social será mayor o menor pero en ningún caso unánime como su previsible respaldo parlamentario. En nuestra escena política se puede discutir en balde durante horas un genérico documento sin compromisos en un foro sin estructura legal reconocida, pero no existe la manera de que nadie traslade el eco de la calle respecto a una cuestión de interés cotidiano. Y en tanto la gente se pregunta dónde se podrá o no fumar, los gobernantes que administran dineros y leyes se enfrascan en un debate sobre la implementación de medidas sostenibles y otros abstractos sintagmas de un lenguaje banal, inconcreto y vacío.

La mentada conferencia de presidentes es un retrato muy veraz de la deconstrucción líquida del Estado. El presidente del Gobierno se reúne con unos virreyes taifales que ejercen como nuevos señores de horca y cuchillo para implorarles una línea común a la que no están obligados a hacer puñetero caso. Se trata de un foro sin reconocimiento legal ni estructura jurídica. Y en una decisión muy propia de la levedad zapateril, en vez de plantear los asuntos candentes del modelo autonómico -Estatuto de Cataluña, financiación territorial, cohesión educativa, coordinación de competencias- pone sobre la mesa su vaporosa ley de Economía Sostenible para tratar de arrancar un vago consenso. Y ello con un papel improvisado sobre la marcha; entre todos los reunidos del pasado lunes dirigen a casi tres millones de funcionarios y varias legiones de cargos de confianza, pero no parecen bastantes para preparar a tiempo un documento de propuestas sólidas con el que acudir a la presunta cumbre con los deberes medianamente avanzados. Naturalmente la cosa acabó en calabazas y en un torrente de huecas, altisonantes declaraciones sobre la responsabilidad del fiasco.

Ésta es nuestra gobernanza pública: una cháchara insípida sobre un asunto indefinido en una tertulia insustancial. Nada con sifón. Pero lo más triste es la pretensión de generar estados de opinión en torno a esa mortecina nimiedad de fotos de familia y mesas de presunto trabajo. Durante veinticuatro horas, y lo que quede, los estados mayores de los partidos hegemónicos han tratado en vano de acaparar el debate público con sus mutuos reproches de ruptura, sin lograr el más mínimo interés ciudadano por su aburrido y trivial casinillo. Así son, y así nos (des)gobiernan. Si al menos se hubiesen fumado unos puros cabría la discusión de hasta cuándo y dónde podrán hacerlo.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación