Hazte premium Hazte premium

Morir a cámara lenta en una cárcel cubana

Un año después de que la UE suprimiera las sanciones impuestas a La Habana tras la oleada represiva que en 2003 llevó a 75 disidentes a prisión, 54 continúan recluidos y muchos de ellos enfermos graves

Morir a cámara lenta en una cárcel cubana

«Secreto de Estado». Las autoridades cubanas responden así cada vez que algún gobernante o diplomático de otro país u organismo internacional intenta averiguar cuántos presos hay en la isla. Desde la llegada de Fidel Castro al poder, hace ya más de medio siglo, se estima que cientos de miles, e incluso millones, de cubanos han pasado por sus prisiones.

No existe familia en este país caribeño de poco más de once millones de habitantes que no tenga o haya tenido alguna vez a uno de los suyos entre rejas. Hoy sobreviven tras ellas entre 80.000 y 100.000 reos, según las fuentes consultadas, la mayoría presos comunes, jóvenes y mulatos o negros. Cuba es el país iberoamericano con mayor población penal y el cuarto del mundo, 531 de cada 100.000 habitantes son presos, según datos de «The Economist» de 2009.

«Sólo el régimen sabe cuántas personas han pasado por sus cárceles», afirma María Werlau, directora ejecutiva de Archivo Cuba, una ONG con base en Nueva Jersey. Pero mientras no llegue el fin de la dictadura de los Castro y salgan a la luz los registros de la Seguridad del Estado, los activistas de derechos humanos tienen sus listas bajo control. Elizardo Sánchez, presidente de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (Ccdhrn), cuenta algo más de 200 presos políticos, una cifra que se ha reducido en los últimos años porque, según la disidencia, han cumplido sus penas.

Un peligro social

Juan Carlos González Leiva, secretario ejecutivo del Consejo de Relatores de Derechos Humanos de Cuba, asegura que hay un centenar de prisioneros de conciencia, la mayoría del llamado «Grupo de los 75» y disidentes acusados de «peligrosidad social predelictiva», un eufemismo del régimen comunista para acusar a aquellos que en realidad no han cometido ningún delito pero los consideran «delincuentes en potencia».

El ex territorio español pasó de tener una veintena de prisiones y unos 10.000 reclusos durante la tiranía de Fulgencio Batista, a entre 200 y 250 «establecimientos penitenciarios», otro eufemismo del régimen, según las cifras de Sánchez y González Leiva. El activista del Consejo de Relatores, invidente y recluido durante 26 meses sin juicio en el centro de detención de Pedernales (Holguín), califica como de «máxima severidad» a más de 50 de los aproximadamente 250 centros de reclusión, mientras los restantes son campamentos de trabajo o de «reeducación» de «mínima severidad».

Excepto dos, los 54 miembros del «Grupo de los 75» aún presos purgan sus penas en centros de «máxima severidad». La periodista independiente Miriam Leiva denuncia que las autoridades están siendo especialmente hostiles con este grupo. Varios de los recluidos en la cárcel de Kilo 5 y Medio de Pinar del Río están en huelga de hambre.

Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano Liberación (MCL) y promotor del Proyecto Varela, al que respaldan muchos de los 75, se refiere a estas prisiones como de «máxima inhumanidad»: «El daño es acumulativo por el hacinamiento, la violencia, la escasez de agua y comida, la irregularidad en el tratamiento médico, la manipulación y el seguimiento de cada preso por un oficial; nada es casual, la crueldad está dosificada, es como un campo de concentración».

El disidente Alejandro González Raga, otro de los 75 y residente en España desde su expulsión de Cuba en febrero de 2008, sabe bien lo que es vivir en una especie de campo de concentración. Durante su primer año de reclusión, el periodista independiente estuvo aislado en una celda de la cárcel de Canaleta (Ciego de Ávila) que medía «el ancho de mis brazos por el largo de una cama».

La muerte está a la orden del día en los barracones, sobre todo entre los reos comunes. El Consejo de Relatores contabilizó más de un centenar de prisioneros muertos en 2007 y en 2008, así como más de una veintena este año. «A los presos políticos los trituran como personas, pero los dejan que vivan para que se mueran en sus casas», señala Juan Carlos González Leiva. La mayoría de los 75 opositores de la redada de la Primavera Negra de 2003 llegaron sanos pero, «además de la tortura física y psicológica, te destruyen el sistema digestivo, pulmonar y cardiovascular».

No pueden esperar

Elizardo Sánchez alerta de que la salud de «varias docenas» de prisioneros políticos es «incompatible con el internamiento carcelario, y no pueden esperar a los ritmos y plazos de la política».

El preso político del MCL Efrén Fernández, recluido en la cárcel de «extrema severidad» de Guanajay (provincia Habana), le explicó a Oswaldo Payá que «la atención médica es una burla, te piden radiografías que luego no te hacen». Se dice que los Castro supervisan directamente este centro de «régimen especial», que ha tenido «huéspedes» célebres como José Abrantes, ex ministro del Interior caído en desgracia y muerto en su celda bajo extrañas circunstancias. En Combinado del Este, a las afueras de La Habana, sobreviven hacinados entre cuatro y cinco mil reclusos. La prisión provincial de Guantánamo, a unos cuarenta kilómetros de la base estadounidense, es también «especialmente inhumana»...

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación