El colmo de la serie virtuosa
Otra victoria del Madrid, con gol de Higuaín en el último minuto, en una noche que fue de la desesperación al júbilo
El Madrid llevó al colmo su secuencia virtuosa en un triunfo de engendro torpe y alumbramiento loco. Moría el partido con 2-2, se relamía el Barcelona, y entonces Higuaín levantó la cruz de un primer tiempo pésimo, siniestro, la mayor estafa de la temporada. ... El Madrid que actualiza su puntuación cada fin de semana con victorias como cerezas estaba haciendo de su fútbol este martes una lástima, un mero vestigio. Un ritmo triste. Un juego tristísimo. El propio Higuaín había logrado empatar segundos antes del descanso, 1-1, pero también ese gol, un disparate contagiado al Getafe, llevó el matasellos del despropósito.
Aparte de la ocasión de ese empate, estúpida donde las haya, el Madrid no produjo una sola jugada en esos tres cuartos de hora. Monocorde en la media, disociado en defensa y mendigo en ataque, expidió un paquete feísimo, envuelto en una pesada vulgaridad y precintado por los pitos de la grada.
El Getafe insinuó en cada contragolpe el desguace blanco. A los 4 minutos Soldado dispuso ya de la primera oportunidad, pero remató demasiado alto. Fue un anuncio elocuente, no una bravata. Cinco minutos después llegó la dentellada a la matriz con dos ex madridistas: Granero y Soldado. El 0-1 dejó tanta lucidez del Getafe como tontez del Madrid. Manu del Moral se vio con el balón franco y dudó entre una penetración personal o la cauta apertura a la banda. Eligió la apertura, tan concienzudamente que toda la defensa del Madrid tuvo tiempo de prepararse para los acontecimientos. Avisado y no atendido, el gol cayó sin que nadie fuera capaz de evitarlo, como si fuera un hado inexorable en vez de una jugada cantada. Pase alto, cabezazo y el lacre ardiendo del 0-1.
La disgregación del Madrid era total ante el despliegue bien procesado del Getafe. «Getafe», según parece, procede del árabe «jatá», que significa «a lo largo», y a fe que el «Geta» no se movió a lo corto. Mientras el Madrid iba de torpeza en torpeza, sin un solo pase sano —ni los pelotazos hacia Huntelaar—, cada zancada de Casquero y compañía le metía un viaje.
El Madrid se reanimó en la segunda parte, luego de un timo que no había excluido la indolencia. Empezó contra la puerta azul una carga tenaz aunque sin gracia. A falta de racimo, pues pulpa conjunta no había, se quiso exprimir a Robben, el grano de uva. Robben se lesionó y hubo que buscar otros licores fuertes. Fueron Guti, Casillas e Higuaín, alcohol puro en un final que embriagó a la grada antes abstemia de fútbol.
Marcó Albín,1-2, cuando Stojkovic había salvado ya varias veces al Getafe. Empató Guti de libre directo. Pepe le hizo penalti a Casquero, y el vertiginoso tránsito del 2-2 al probable 2-3 lo enajenó. Expulsado por agresión a Casquero, aún le cupo el torvo placer de ver cómo Casillas ridiculizaba el tiro de su víctima a lo Panenka. Y luego, cuando la noche expiraba azugrana, Higuaín la resucitó blanca con un tiro por la escuadra. Viva la locura.
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