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AC/DC, la exposición permanente del museo del rock

La banda australiana reconquistó el Palau Sant Jordi con sus viejos clásicos y su histórica colección de gags escénicos

AC/DC, la exposición permanente del museo del rock

Aunque se hayan convertido en lo más parecido a un parque temático del rock, la montaña rusa con la que se atreven desde los más miedosos hasta aquellos que quieren cotizar al alza en asuntillos metálicos, lo cierto es que AC/DC son, aún hoy, el colmo de la efectividad. Llevan años repitiendo el mismo concierto, sirviendo las mismas canciones con idéntico aliño escénico y, aún así, siempre consiguen salirse con la suya.

¿Efectividad? Busquen la foto de Angus Young y Brian Johnson en el diccionario. No fue su regreso a Barcelona ninguna excepción y, nueve años después de su anterior visita, los australianos salieron de nuevo a hombros gracias a un menú tan tradicional como litúrgico. A saber: una veintena de canciones forjadas en el yunque del rock duro y el blues acorazado, un latigazo de electricidad recorriendo el espinazo del Palau Sant Jordi y el cuerpecillo uniformado de Angus Young correteando de punta a punta del escenario.

El mismo guión

Siguiendo el mismo guión que se viene repitiendo noche tras noche desde que comenzó la gira de presentación de “Black Ice”, el quinteto apareció tras la aparatosa irrupción de una locomotora en el escenario y con “Rock’n’Roll Train” disparando todos los sismógrafos. A partir de ahí, todo fue como la seda. O, mejor dicho, como el papel de lija. Detonaciones históricas con “Hell Ain’t A Bad Place To Be” y “Back In Black”, media decena de citas a su último trabajo para justificar la papeleta promocional, ausencia total del anterior “Stiff Upper Lip”, una sección rítmica de cemento armado soportando el peso de “Dirty Deeds Done Dirt Cheap”, “Shot Down In Flames” y “Thunderstruck”…

Ni siquiera la coincidencia de la actuación en la capital catalana con el 54 cumpleaños de Angus Young propició la ruptura de un guión que, reescrito y reinterpretado cientos de veces, alcanzó uno de sus puntos álgidos con el “The Jack” y el inevitable striptease del guitarrista. A partir de ahí, el concierto se convirtió en una auténtica exhibición del Archivo Histórico de AC/DC con la campana gigante de “Hell Bells”, las siluetas femeninas contorneándose al ritmo de “You Shook Me All Night Long”, las llamaradas de “TNT”, la muñeca hinchable gigante de “Whole Lotta Rosie”, los cañonazos de “For Those About To Rock”…

Viejos trucos que, sin embargo, mantienen su efectividad y reavivan el culto hacia una banda que sigue saliendo al escenario como un toro desbocado y con la única intención de darle al público lo que quiere: dos horas de rock acorazado, toneladas de testosterona y una imbatible colección de gags faraónicos. Qué menos se puede esperar de una banda que, al fin y al cabo, es la exposición permanente del museo del rock, un fenómeno que no cambia pero que sigue cumpliendo su objetivo.

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