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La españolada de Garzón

SERÀ un asunto muy serio, o por lo menos todo el mundo lo ha tomado muy por la tremenda, pero a uno le hace bastante gracia. Es tan español esto de Garzón, esos prontos iluminados con que lo mismo procesa a Bin Laden que le ... abre juicio universal al franquismo con medio siglo de retraso, ese arranque fanfarrón de visionario de tertulia, ese grandilocuente desafío arbitrista como de casino de pueblo, que sólo cabe tomárselo con un cierto humor resignado, aunque ahora pueda acabar con una polvareda algo siniestra de tumbas removidas y huesos zarandeados, que no deja de ser también una cosa muy nuestra, muy celtibérica: la típica españolada fúnebre, el trasiego berlanguiano y tétrico de cadáveres, los eternos rastrojos de difuntos de Miguel Hernández. Pero hay algo cómico, de esperpento casi costumbrista, en el empeño farolero y estéril de ajustarle las cuentas al pasado con la mayor seriedad justiciera, en plan aquí estoy yo y se van a enterar de lo que vale un peine; ese punto bizarro, quijotesco, adánico, individualista y atrevido, tan nuestro, de pensar que todo está mal hecho, que la Historia es un error y el mundo un desastre hasta que llegamos nosotros y lo vamos a arreglar de un golpe, en dos patadas, con un par de cojones. El Guerrero del Antifaz, el Capitán Trueno, el alcalde de Móstoles, Sabino el de Amberes, todo junto, a mí que los arrollo. Pero eso sí, con un quijotismo ventajista, con una chulería a toro pasado, cuando ya no hay peligro y se puede brindar al sol de la parroquia sin riesgo de cornada.

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