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Festival de plastas Werner Schroeter contra Alexei German Jr.

Ya ha transcurrido el tiempo suficiente y el cine irremediable como para decir que esta edición ha caído en barrena y que en vez de Mostra la llamaremos «Monstra». Una película del ruso Alexei German jr. y otra del alemán Werner Schroeter, ambas viejas y pretenciosas como un portalón de madera rancia puesto en una chabola de uralita, transformaron ya en agua derramada el goteo de ese cine que nace muy muerto. «Soldados de palpe», de German jr., y «Noche de perros», de Schroeter, funcionaron por fin como salvoconductos: sólo falta el avión que nos saque de aquí.

Al pobre Marco Muller, el director de la «Monstra», al que, por cierto, acaban de confirmar en el puesto algún año más, le toca el papel del inspector Renault mientras el interés cinematográfico vuela hacia el festival de Toronto y, ojalá, San Sebastián. Aquí, ayer, lo más interesante era un cortometraje dirigido por Natalie Portman e interpretado por Lauren Bacall y Ben Gazzara (le he quitado los signos de admiración a estos dos nombres para no quedar tan paleto como esta edición de la «Monstra», rendida por completo ante un corto, lo más importante del día).

Pero, nosotros, a lo nuestro: la nada. Alexei German Jr. es hijo, claro, de Alexei German, un cineasta grande de la generación de Klimov, Tarkovski y aquel Mijalkov. Y su película, «Soldados de papel», no es más que ruido, confusión, pretensión y vacío..., y diremos que todo eso, que a los grandes cineastas de la época les costaba un enorme desgaste artístico conseguir, este joven lo logra sin apenas esfuerzos: es un pelma impresionante, y tiene un gran futuro en ésta o en próximas «Monstras».

El alemán Schroeter ha sido, en este campo de los palizas, un notable alto y se le nota que el paso del tiempo no le ha mojado la pólvora: un petardo en plena forma. «Noche de perros» está basada en la novela «Para esta noche», de Onetti, y prácticamente no le falta ni un solo tic de ese cine viejo de los setenta, de arte y ensayo, con textos, subtextos y contextos (o sea, que sobrepase la mera culturetilla tan en boga siempre), y con una puesta en escena que te hace en ocasiones taparte lo ojos de bochorno, como si Schroeter fuera algo propio, familia, o así.

Hubo una tercera película en competición, del maestro del cine etiope Haile Gerima (personalmente, me parece algo exagerado eso de maestro, pero así lo presentan y así lo escribo); «Teza», su obra, aparecía amenazante en los papeles con una duración de dos horas y media. No necesita menos para trazar un recorrido por la historia de su desventurado país, a raíz del golpe militar a Haile Selassie y de la entrada a saco del régimen marxista de Mengistu. La narración nos llega a través de los ojos de un médico educado en Alemania y en el marxismo, y que se irá desmoronando ideológicamente ante la magnitud del horror que vive. El director mezcla el presente de este personaje, machacado física y moralmente, en su pueblo (con un catálogo completo de puestas de sol), con todos estos sucesos del pasado, y el caso es que «Teza» queda como una película bienintencionada, aunque algo torpe en su modo de expresarse y de provocar sentimientos. Un lujo, en todo caso, dentro de esta cosa «Monstra».

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