Españoles en la maldita ciclogénesis: crónica íntima de dos días de turistas forzosos

Luis y Sonsoles son de Málaga. Han pasado una romántica semana de vacaciones en Nueva York. «Seis días maravillosos», dicen. Hasta el domingo, cuando empezó a nevar...

-Al principio pensamos que qué bonito y qué bucólico. Qué suerte teníamos. Un poco de nieve el último día en Nueva York , con las luces de Navidad. Era como si lo hubiésemos contratado. Una postal mejor que las postales. Hasta que llegamos al aeropuerto y nos dijeron que había que esperar, que las pistas estaban heladas . El avión de Delta salió finalmente cuatro horas tarde, perdimos el enlace con Málaga, y aquí estamos, en Ámsterdam.

César, Luis y Sonsoles son tres turistas varados en el corazón de la tormenta , a la espera que finalice el apocalipsis, mientras teclean en el móvil, mientras buscan y rebuscan las previsiones del tiempo, «Weather in Amsterdam», mientras otean un cielo que, durante todo el día, es un cuadro ferozmente realista de puntos blancos sobre un fondo gris.

Desee la mañana del domingo, miles de turistas de todo el mundo -muchos españoles, al final del megapuente- han hecho colas de cinco horas o más (léase eternas) en busca de algún agente que pudiera encontrar alguna solución en el ordenador.

-Mire donde sea. Oporto, Roma, Valencia, Barcelona. Cualquier sitio donde se pueda conectar con Madrid -suplica otro español con cara de cansancio extremo tras dos días sin dormir en horizontal.

Y mientras tanto, tras los ventanales, nieva y nieva.

Y mientras tanto, «Weather» in Amsterdam dice que nevará al menos hasta las doce de la noche .

La familia Pascual se ha refugiado en Clink Noord, un hostel barato a tres minutos de ferry de Central Station.

-La agente de KLM nos dijo que nos pagarán dos noches, hasta un máximo de 120 euros por día. Pero que nosotros teníamos que buscar hotel y pagar por adelantado. Nos aconsejó que nos fuéramos a diez o veinte kilómetros de la ciudad, porque en Ámsterdam los hoteles son muy caros. «Aquí tenemos trenes», nos dijo...

Los Pascual buscaron en « Booking » desde el aeropuerto y al final encontraron un hostel (albergues de moda entre los turistas jóvenes) céntrico por 189 euros las dos noches. «Esperamos recuperarlo algún día», suspiran.

Cuentan su historia en la recepción. Él debería estar en la oficina. Los dos niños, en el colegio. « El lunes tenía examen de mates », sonríe el pequeño. En la calle, la tormenta arrecia. Apenas se intuyen unos árboles desnudos tras la cortina fría y blanca.

El aeropuerto de Schiphol, el hall de Central Station y las recepciones de los hoteles parecen una senda de los elefantes, con turistas exhaustos que se desean suerte. Martina y su pareja, jubilados argentinos que viven en Málaga , la encontraron. Llegaron cuando debían quedar tres o cuatro plazas libres para cualquier aeropuerto español. Dieron con una agente hispana conocida, y les hizo la gestión sin hacer cola. Debieron ser los últimos...

Aunque en realidad los últimos son los que aquí siguen, entre la nieve y el viento cuando se atreven a salir a la calle, entre el aburrimiento y la esperanza cuando teclean una vez más weather in Amsterdam. A las doce deja de nevar. Mañana saldrán los aviones . Tal vez.