El colmo de la ciberutopía, Silicon Valley como república independiente
Una colonia en marte, una isla para «techies» en el Pacífico, «lugares seguros» sin leyes para experimentar o la secesión de Silicon Valley son algunas de las ideas lanzadas por los «popes» californianos
borja bergareche
Vivimos en la era de los ingenieros. El mundo es suyo. Las grandes fortunas nacen en sus garages y tesis de fin de carrera. Y la palabra inglesa «geek» , con la que nos referíamos despectivamente hasta hace nada a los «freakies» de la ... informática y la ingeniería, ha sido elegida como palabra del año por el diccionario Collins , que ha restablecido la honorabilidad de un término definido ahora como «persona conocedora y entusiasta en un tema determinado». El famoso diccionario online mantiene una segunda acepción de «inadaptado social aburrido y poco atractivo». Pero refleja el cambio de percepción.
El diccionario Collins ha elegido «geek» como palabra del añoEstar obsesionado por la tecnología es lo que se lleva. De hecho, Collins ha aceptado términos relacionados como «geek chic», haciéndose eco de la capacidad de marcar tendencia de la industria tecnológica, y de «geekdom», un juego de palabras para referirse al reino («kingdom» en inglés) de esas envidiadas y admiradas criaturas llamadas «geeks», «techies», «telefónicos» (conocidos anteriormente como «timofónicos») o «googlers».
El problema es que algunos de ellos han decidido llevar esta tendencia a sus últimas consecuencias, y comienzan a imaginar –literalmente– una república para los ingenieros . La reivindicación más elaborada la realizaba a finales de octubre Balaji Srinivasan, cofundador de la empresa de genética Counsyl y profesor en Stanford, el bastión académico de la nación emprendedora.
«Una sociedad dirigida por Silicon Valley»
En una conferencia titulada «la salida definitiva para Silicon Valley», no se refería a las espectaculares salidas a bolsa de Facebook o Twitter. En un auditorio universitario entregado de 1.700 personas, Srinivasan explicó que la «diáspora inversa» que se ha instalado bajo el sol innovador de Silicon Valley -el 64% de los científicos e ingenieros del valle provienen del extranjero, frente al 26% de la media nacional, recordaba en este artículo en « The Sunday Times »- tiene la oportunidad de agruparse en lo que llama la «nube ciudadana».
Un estado mental facilitado por la tecnología, que prioriza la conexión virtual con tus homólogos en el reino de los geeks frente a tus vecinos en el mundo físico, y que podría terminar por «salirse» de los muros de lo real para conformar nuevas comunidades [en esta tabla Srinivasan explica el proceso de formación de nubes ciudadanas desde las redes sociales y los hackatons a la creación en diez años de comunidades en nube].
«El futuro de la tecnología no son aplicaciones basadas en su ubicación, pasa por hacer la ubicación completamente irrelevante», explica Srinivasan. En conversación vía Twitter, este joven empresario rechaza haber promulgado la secesión geográfica o política de Silicon Valley. En su discurso universitario, Srinivasan explicaba que «en última instancia, la estrategia de salida para Silicon Valley implica una sociedad de libre adhesión, fuera de EE.UU., dirigida por la tecnología » [puedes ver aquí su intervención].
En el sector, fue interpretado rápidamente como el pistoletazo de salida de su «idea de espacios tecno-utópicos, incluso nuevos países, que pueden operar más allá de la burocracia y la ineficacia de los gobiernos», según recogían en el portal Cnet . Según su análisis, en cierta manera los habitantes del «geekdom» ya conforman una comunidad aparte . «Quizás el rasgo más característico de esos estados mentales es la divergencia creciente entre nuestros vecinos sociales y nuestros vecinos geográficos, entre las formaciones de nubes en nuestras cabezas y las comunidades físicas que rodean nuestros cuerpos», explica en este artículo en «Wired» .
A diferencia de otras visiones políticas, su llamada a llevar al extremo las posibilidades que ofrece la tecnología a los individuos para salirse de los circuitos productivos, económicos y financieros tradicionales es voluntaria. «Lo mejor es que la gente que piensa que esto es raro, los que desdeñan la frontera, quienes odian la tecnología, no os seguirán; debemos hacer el experimento, mostrar cómo es una sociedad dirigida por Silicon Valley sin afectar a nadie que prefiere seguir viviendo bajo la burocracia estatal», dijo el joven emprendedor, que ha desarrollado nuevos tests genéticos para prevenir enfermedades en bebés.
La visión de Srinivasan aúna el pensamiento libertario de muchos «popes» californianos con el mito estadounidense de los «pioneros» y la frontera y algunas gotas de los clásicos de ciencia-ficción habituales en las bibliotecas de los grandes polos de innovación tecnológica, como Silicon Valley, Cupertino (sede de Apple) o Mountain View (sede de Google). Su profecía de una «salida» de Silicon Valley fuera de EE.UU. se hace eco de los «refugios» para innovadores a los que se refirió Larry Page, cofundador de Google, en su conferencia para desarrolladores en mayo [puedes leer aquí una transcripción de su intervención en inglés].
Larry Page y «la isla de Google»
«Creo que como especialistas en tecnología deberíamos tener lugares seguros en los que poder probar cosas nuevas y pensar cuál es su efecto en la sociedad, cuál es el efecto en las personas, sin necesidad de desplegar [esas innovaciones tecnológicas] en el mundo real», dijo Page. El exitoso ingeniero convertido en empresario multimillonario se quejaba de los frenos a la innovación que a menudo suponen unas regulaciones legales que considera arcaicas. «Las leyes que regularon nuestra salida a bolsa tenían 50 años, una ley no puede estar bien si fue aprobada hace 50 años... ¡es antes de Internet!», exclamó.
Como Srinivasan, Page considera que la tecnología ya está generando esos espacios liberados, lejos de la regulación de los Estados. Su llamada era llevar ese espíritu secesionista y liberador a nuevos ámbitos, más allá de las nuevas tecnologías. «Quizás podemos tener un refugio en el que la gente puede vivir y en los que hacer ese tipo de cambios, y ver si funcionan, y el mundo puede aprender de ello y seguir avanzando, aunque no todo el mundo debe participar en ello», aclaraba.
Su visión de lo que algunos han apodado «la isla de Google» confirma el riesgo de lo que muchos críticos ven como los delirios de la ciber-utopía. Esta se caracteriza por una fe ciega en la capacidad de la tecnología de hacer avanzar la Humanidad , y una visión intrínsecamente benigna de esas transformaciones tecnológicas. «Nosotros no titulizamos hipotecas ni ordenamos rescates ni fuimos los que empezaron las guerras», rezaba una de las diapositivas de la presentación en Cupertino de Srinivasan, según recogían en « The Verge ».
«Pocas veces abordamos Silicon Valley con la desconfianza necesaria», dice MorozovPero los ciberescépticos, con el profesor de Stanford y Harvard Evgeny Morozov a la cabeza –es el autor de «El desengaño de Internet–, no se fían del aparente buenismo del materialismo tecnológico que impera en la república mental de Silicon Valley. «Mientras somos capaces de entender que los intereses de las industrias farmacéutica, agroalimentaria o petrolera divergen de los nuestros por naturaleza, pocas veces nos aproximamos a Silicon Valley con el debido requisito de desconfianza», escribía el mes pasado en un artículo para el « Frankfurter Allgemeine Zeitung ».
« En lugar de eso, seguimos tratando los datos como si fueran una mercancía especial y mágica capaz de defenderse por sí misma contra cualquier genio malvado que se atreva a explotarla», dijo en el artículo, titulado «Por qué se puede odiar Silicon Valley». Según Morozov, los gigantes de Internet han logrado disfrazar sus propios modelos de negocio bajo el manto inocuo de «Internet» o la «vida digital» vistos como modos de vida, y no como agendas particulares de unas pocas empresas.
Las «ciudades flotantes» del fundador de Paypal
El pensamiento crítico de Morozov, azote de ciberutópicos, no impide que algunos de los empresarios más prósperos de la industria destinen parte de su dinero a construir otros mundos. Literalmente. Peter Thiel, el multimillonario cofundador del sistema de pago electrónico Paypal, quiere islas flotantes más allá del alcance de las leyes del gobierno de EE.UU ., de nuevo guiado por la ideología libertaria en lo político y lo económico que comparte con muchos de sus pares, y que conforma una de las corrientes –muy extendida en Silicon Valley pero minoritaria en el resto del país– del ADN ideológico de Estados Unidos desde su fundación.
Consiste en un liberalismo a ultranza, rayando en el anarquismo, defensor radical de la libertad individual y de un Estado mínimo o, preferiblemente, inexistente. Y, para ello, Thiel ha puesto en la tarea a su Seasteading Institute , un centro sin ánimo de lucro que tiene por objetivo desarrollar, según su propia web, «ciudades flotantes que permitan a la próxima generación de pioneros ensayar nuevas ideas de gobierno».
Otro de los fundadores de Paypal, el físico sudafricano Elon Musk, dueño también de Tesla Motors, se lo ha tomado un poco más en serio. Su tercer gran negocio, SpaceX, es una compañía aeroespacial que construye cohetes para llevar a individuos particulares al espacio. Musk se ha propuesto construir una colonia espacial en Marte , y aspira a llevar a ella a 80.000 personas (pioneros de la revolución tecnológica, claro) al año, con un coste del viaje de unos 500.000 dólares (365.000 euros).
Morozov denuncia «alambradas invisibles»
Para algunos, una acumulación tal de ideas visionarias comienza a sonar a «burbuja de arrogancia», como se quejaba recientemente Jim Edwards en « Business Insider ». Entre los indicios de esta tendencia, cita la creación de un exclusivo club de socios por la pareja inglesa formada por Michael y su mujer Xochi Birch, multimillonarios tras vender la red social Bebo a AOL. El club «The Battery» exige el pago de una tasa anual de 2.000 euros al año. Greg Gogman, otro conocido emprendedor afincado en San Francisco, se quejaba en su cuenta en Facebook de la presencia de mendigos en las calles de la ciudad (luego se disculpó), como recuerda Edwards.
Los evangelistas de la ciberutopía como promesa de un mundo feliz para todos están convencidos, como el Pangloss de Voltaire, de que la tecnología traerá el mejor de los mundos posibles . Así lo ve, por ejemplo, Larry Page en relación al proyecto de coche sin conductor de Google. «Imaginaos cómo los coches auto-conducidos cambiarán nuestras vidas y el paisaje: más espacios verdes, menos aparcamientos, más mobilidad, menos accidentes, más libertad, menos horas perdidas al volante», dijo en mayo.
Pero Morozov no le compra el argumento. « Las empresas de Silicon Valley están construyendo lo que llamo "alambradas invisibles" en torno a nuestras vidas, nos prometen más libertad, más apertura, más mobilidad, pero el tipo de liberación que obtenemos es una liberación falsa, es la liberación del criminal que acaba de salir de la cárcel con una pulsera electrónica en el tobillo», denuncia en su artículo en el diario alemán citado. Y se refiere específicamente al coche autónomo de Google, que ya ha obtenido licencia en Nevada , pero que tendrá que esperar –debido a la falta de regulación de pólizas de seguro para coches sin conductor– hasta 2017 para ser comercializado.
«Sí, un coche que se conduce a si mismo haría nuestros desplazamientos al trabajo menos horribles, pero un coche auto-conducido operado por Google no sería solo un coche auto-conducido, sería un templo de la vigilancia, ¡sobre ruedas! », cree. «Seguiría todos nuestros movimientos, incluso podría impedirnos ir a ciertos lugares si nuestro estado de ánimo –medido a través del análisis de la expresión facial– indica que estamos demasiados enfadados, o cansados o sensibles».
Silicon Valley es sin duda uno de los grandes motores para la innovación en el mundo , el principal en numerosos sectores, especialmente relacionados con el software, como recordaba, entre muchos otros, Carlos Domingo, consejero delegado de Teléfonica I+D, en una reciente entrevista con ABC. Allí se acercan, de hecho, cada vez más emprendedores españoles a buscar fortuna y defender sus ideas y proyectos.
Pero la ciberutopía, como todas las utopías anteriores generadas por la Humanidad, tiene sus peligros, y sus límites. Así lo advertía uno de los sumos sacerdotes de la tecnología, Bill Gates, fundador de Microsoft, en una reciente entrevista en el Financial Times»: «Internet no salvará el mundo». «¿Qué es más importante, la conectividad mundial o la vacuna contra la malaria?», se preguntaba, en respuesta al «Internet es todo» de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook.
CORRECCIÓN: Este artículo ha sido ampliado para desarrolar y explicar más en profundidad las ideas de Balaji Srinivasan tras una conversación vía Twitter con él.
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