El triste destino de Neveen, el yate de lujo que triunfaba entre los adinerados

Según informaron desde Salvamento Marítimo , el proceso está siendo bastante complejo ya que el combustible de su depósito podía contaminar todo el agua de la zona y provocar males mayores. Para ello se está contando con la ayuda del equipo de Operaciones Especiales y Lucha contra la Contaminación , que se ha desplazado desde Cartagena y cuyo desafío reside también en intentar sacar el barco de una pieza, o si no es posible, en las mejores condiciones que se pueda para emitir el menor número de residuos en el mar.

Una intervención de urgencia cuyo coste ascenderá entre los 40.000 y los 50.000 euros y que ha atraído a multitud de turistas este fin de semana, que no querían perder la oportunidad de fotografiarse al lado de semejante imagen. Cantidad cuyo pago todavía no se tiene claro quién afrontará, puesto que su dueño actual es francés, pero el seguro es español y no cubre el reflotamiento.

Aunque por sus cubiertas y camarotes ya no se podrá volver a disfrutar de escapadas en alta mar, ha sido uno de los yates más exclusivos de las altas esferas españolas. Neveen se creó en Holanda en 1986 bajo el nombre de Luisamar IV en el astillero Van Mill, uno de los más prestigiosos, y tenía unas dimensiones de 27,43 metros de eslora con capacidad de albergar a 8 pasajeros (y 4 miembros de tripulación) en sus 4 camarotes. Actualmente figura en el puesto 6.274 en el ranking de los más grandes del mundo, pero en aquella época su diseño era de los más innovadores y corrió de la mano del estudio Mulder Design, que lo convirtió en un reflejo de la ostentación que lo convirtieron en uno de los más populares de las aguas españolas.

En sus 35 años de historia ha tenido dos propietarios. El último un empresario francés que ha desembolsado 200.000 euros por él hace apenas unas semanas , y que por caprichos del destino no ha podido disfrutarlo. Sin embargo, en las otras tres décadas restantes ha gozado de una vida plena y llena de eventos organizados por Ashwari, una poderosa familia árabe que tenía en Marbella su segunda residencia (la primera, en Tánger, un palacio al lado del rey Mohamed VI).

Eran tan queridos en la ciudad malagueña que tras el fallecimiento del patriarca, la localidad le dedicó un monolito en la rotonda junto a la avenida que lleva su nombre, en la Milla de Oro. El jeque debía si riqueza entre otras cosas a la posesión de pozos y demás propiedades en Costa de Marfil, Egipto o Yambo, además de ser el importador oficial de Rolls-Royce para Arabia Saudí. Durante aquellos años era habitual ver recepciones en Neveen (que por cierto, recibió dicho nombre como homenaje a su hija) con miembros de la aristocracia, celebrities e incluso ‘royals’. Reuniones y fiestas cargadas de glamour que han durado hasta los últimos días de Ahmed, el hijo del jeque que falleció el pasado septiembre y que ha cerrado este capítulo.