El Papa emprende una «peregrinación penitencial» en Canadá para pedir perdón por el «genocidio cultural»
«Cuando regresé a casa, ya no encajaba ni en mi familia ni en mi comunidad. Yo era un extraño para ellos, y ellos lo eran para mí«, afirma uno de los indígenas recluido a la fuerza en un internado
El Papa junto a los indígenas canadienses que recibió en audiencia en abril
Hace aproximadamente un año, el Papa se convenció de que era improrrogable un viaje a Canadá. Los obispos de este país le transmitieron que era imprescindible que fuera personalmente para pedir perdón por el papel de la Iglesia en el genocidio cultural al que ... fueron sometidos los pueblos indígenas a través de internados para niños. Si tenía dudas, se le pasaron en abril, cuando algunos supervivientes le contaron en el Vaticano lo que hasta hace pocas década estaba ocurriendo.
Un líder de los «métis», uno de los tres grupos indígenas de Canadá, le entregó una recopilación de testimonios que le conmovió. Son historias dramáticas de niños a los que el gobierno arrancó de sus familias para llevarlos a colegios religiosos, muchos de ellos católicos, donde fueron despojados de su identidad y forzados a vivir la cultura europea.
Por ejemplo, la historia de Joseph, ya fallecido, narrada por su hija. Joseph le contó cómo a los 5 años, una noche percibió «el pánico en los ojos de su madre» cuando llegaron unos hombres a casa. Eran representantes del gobierno y a pesar de los gritos de su madre, se lo llevaron a la fuerza a un internado para «civilizarlo».
Llegó a la «St. John's Mission Wabasca» sólo con lo puesto. Lo acogió una mujer «vestida de negro, con una cruz dorada colgando del cuello», que lo miró con desprecio y le obligó a lavarse con jabón de lejía. «Eres un indio sucio. A Dios no le gusta el color de tu piel, lávate hasta quitarte todo ese sucio color marrón», le dijo llenándolo para siempre de vergüenza.
Luego le dieron prendas de ropa que no estaba acostumbrado a usar y lo llevaron a una habitación con otros niños. Uno de ellos, mayor que los demás, le explicó las instrucciones: «Como Dios pensaba que eran salvajes, debían aprender inglés y los modos de los blancos».
Decía que «aprendió rápidamente algo más que un nuevo idioma de lo que llamaban mundo civilizado. Aprendió el trauma y el sufrimiento, el abuso, la vergüenza e incluso la muerte». En el texto describe el hambre y la falta de comida, los brotes letales de viruela y tuberculosis, los castigos a quienes escapaban…
Durante los 9 años que estuvo allí, hasta que cumplió 14, «sólo le daban permiso para ver a su familias dos días, en Navidad, para impedir que recuperara sus costumbres salvajes». «Cuando salió de allí nunca fue libre de nuevo», asegura su hija. Había perdido «gran parte de su identidad y el vínculo con su familia. Le habían enseñado a odiar el color de su piel, y esa vergüenza y humillación le duró toda la vida y lo consumió».
Heridas transmitidas entre generaciones
El Papa constató que por desgracia la historia de Joseph no fue una excepción y que las heridas tuvieron consecuencias de por vida, que siguen sangrando pues se transmiten a las nuevas generaciones. Otro superviviente de los internados llamado Louis le escribió que es muy «difícil percibir el amor después de todo lo que ocurrió». Por eso, a los 15 años empezó a beber para olvidar, y a pelearse con todos los que se cruzaban por su camino.
Melvin, de 78 años, fue llevado a la fuerza al internado de St. Bernard, a 380 kilómetros de su tierra, donde pasó 13 años de su vida. «Allí olvidé que tenía una madre y un padre; una familia que me quería. Crecí sin amor, sin atenciones. No aprendí las enseñanzas de mis antepasados», lamenta consciente de la gravedad que supone para los indígenas romper el vínculo con sus ancestros.
«Crecí sin amor, sin atenciones. No aprendí las enseñanzas de mis antepasados»
Melvin, 78 años
Pasó 13 años en un internado
«Cuando regresé a casa, ya no encajaba ni en mi familia ni en mi comunidad. Yo era un extraño para ellos, y ellos lo eran para mí. Ni siquiera hablábamos el mismo idioma. Ya no pertenecía a ningún lugar. Me quedé perdido», asegura Melvin.
Una superviviente de otro internado, recordaba que en aquellos años, un día se desesperó por lo que ocurría, y preguntó a otra niña a quién podrían pedir ayuda. Miraron una foto que había en la capilla del entonces papa, Pío XI. «Seguro que nos ayuda al obispo vestido de blanco, tenemos que conseguir contárselo a él», dijo cándidamente. «Y ahora el Papa viene a ayudarnos», constataba con emoción ahora, décadas después.
En Canadá hubo 139 internados para indígenas, por los que desde 1883 hasta 1996 pasaron 150 mil niños. De ellos, 64, un 46%, estuvieron gestionados por 16 de las 70 diócesis católicas del país y 35 institutos religiosos. Aunque naturalmente no todos los niños que pasaron por ellos fueron llevados sin el permiso de sus padres ni vivieron una experiencia traumática, según los obispos canadienses «el mayor abuso no es lo que ocurrió en esas escuelas, sino la existencia misma de ellas».
El Papa que más se acerca al Círculo Polar Ártico
El Papa aterrizará en Edmonton (Alberta) en torno a las siete de la tarde del domingo, tras diez horas de vuelo. Al pie de la escalerilla le recibirá la presidenta, Mary Simon, descendiente del pueblo de los inuit; y el primer ministro Justin Trudeau.
Comienza el viaje allí, pues en la provincia de Alberta había más internados que en cualquier otro territorio y porque acoge al segundo mayor número de indígenas que viven en centros urbanos canadienses. Este lunes el Papa se desplazará hasta la «Colinas del oso», a unos 70 km de la ciudad, para visitar uno de los cementerios en los que fueron enterrados los alumnos de internados.
La segunda parte del viaje comenzará el miércoles en Quebec, ciudad de referencia para los pueblos indígenas del Este de Canadá. El Papa se desplazará desde allí hasta Ste. Anne-de-Beaupré, uno de los lugares de peregrinación más antiguos y populares de América del Norte, que atrae cada 26 de julio a los pueblos indígenas.
Concluirá la visita el viernes en Iqaluit, muy cerca del Círculo Polar Ártico. En esta ciudad de sólo 8.000 habitantes, vive el mayor número de inuit de Canadá, unos 3.900.
Grandes expectativas
En abril, ante grupos indígenas de Canadá, Francisco pidió perdón «por aquella deplorable conducta de miembros de la Iglesia». Ahora emprende lo que llama «una peregrinación penitencial» que espera «que contribuya al camino de curación y reconciliación emprendido». Será en cualquier caso un viaje extremamente delicado porque las expectativas son altísimas.
Algunos grupos le han solicitado que traiga en el avión papal los documentos sobre esta tragedia que eventualmente se custodien en el archivo del Vaticano. Le han pedido que restituya los objetos indígenas de pueblos canadienses que se exponen en el antiguo Museo Antropológico del Vaticano que en 2019 pasó a llamarse «Museo Anima Mundi». También quieren que revoque las bulas «Romanus Pontifex» de 1455, y «Inter Caetera», de 1493, con las que sus predecesores reconocieron a los reyes de España y Portugal jurisdicción y derecho sobre las tierras que descubrieran.
Cassidy Caron, del Consejo Nacional de los Métis, explicó a ABC que se espera «una disculpa más completa por el papel de la Iglesia en el sistema de internados». Y recuerda que ésta «es sólo un paso. Es importante seguir apoyando a cada superviviente en su respectivo proceso de curación».
A lo largo de los años, los obispos del país han hecho en varias ocasiones peticiones de perdón y campañas de solidaridad con las víctimas, y acaban de lanzar un fondo de 30 millones de dólares para apoyarlas. Sin embargo, la petición de perdón del Papa es un salto de calidad en este proceso.
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El presidente del St. Joseph's College de Alberta, Shawn W. Flynn, reconoce que «las disculpas de los obispos y las órdenes religiosas son necesarias. Pero para los pueblos indígenas, el Papa es como un jefe», y no puede faltar su voz. En su opinión, lo que el Papa haga en Canadá «será una brújula para toda la Iglesia sobre cómo recorrer juntos este camino de la reconciliación».
También la profesora Indre Cuplinskas, que enseña Historia de la Iglesia católica en el mismo centro, asegura que algunos católicos «no ven la reconciliación como algo que les afecta individualmente, por lo que la visita será una invitación a participar en este proceso».