El Papa condena las trabas de los gobiernos a los barcos de rescate de emigrantes: «Gestos de odio disfrazados de equilibrio»
«A veces hemos tenido que esperar horas para poder actuar, y los barcos no han resistido el peso y se han hundido», explica un cooperante
«No podemos seguir presenciando los dramas de los naufragios, provocados por contrabandos repugnantes y por el fanatismo de la indiferencia», clama Francisco
El Papa aterriza en Marsella: «Espero tener la valentía de decir todo lo que quiero decir»
El Papa, junto a otros líderes religiosos, en el acto celebrado frente al Mediterráneo
El Papa Francisco se ha asomado al mar Mediterráneo desde un mirador en el punto más alto de la ciudad de Marsella, para rezar en silencio por los emigrantes que han perecido ahogados tratando de alcanzar las costas de Europa. Se calcula que ... desde 2014 han perecido ahogados al menos 26.000, de los que 1.300 en lo que vamos de año.
«No podemos seguir presenciando los dramas de los naufragios, provocados por contrabandos repugnantes y por el fanatismo de la indiferencia», ha clamado Francisco. «Deben ser socorridas las personas que, al ser abandonadas sobre las olas, corren el riesgo de ahogarse. Es un deber de humanidad, es un deber de civilización», ha solicitado. También ha desafiado a Europa a elegir entre «fraternidad o indiferencia» y ha alertado de dos actitudes que agravan el problema: «la parálisis del miedo» y el «desinterés que condena a muerte con guantes de seda».
Saliéndose del texto que tenía preparado, el Pontífice ha condenado como «gestos de odio disfrazados de equilibrio» las medidas burocráticas de los gobiernos para limitar las tareas de rescate de náufragos por parte de ong's y la ayuda humanitaria que prestan en tierra firme. «Gracias por lo que hacéis», les ha dicho.
Conoce muy bien estas limitaciones Javier Castellanos, subsecretario general de la Federación internacional de la Cruz Roja en Ginebra, que ha viajado a Marsella para este encuentro. «Las limitaciones se producen por coordinación, cuando solicitas al gobierno acceso a una zona donde hay embarcaciones de migrantes, y se toman mucho tiempo para responder. Y en estas situaciones, ese tiempo es vital. Ha habido casos en los que hemos esperado horas para poder actuar, y los barcos no han resistido el peso», asegura a ABC.
Castellanos explica que en otras ocasiones «teníamos el barco lleno, no había puerto para llegar, no tomaban ninguna decisión y no podíamos ayudar». «Esa coordinación, si no es ágil, nos limita mucho», concluye.
Ha usado palabras aún más duras el arzobispo de Marsella, el cardenal Jean-Marc Aveline, su hombre de confianza en Francia, quien ha culpado tanto a traficantes como a trabas burocráticas. «Es un crimen cuando hombres, mujeres y niños, que no saben nada de navegación, que huyen de la miseria y la guerra son despojados de sus pertenencias por traficantes deshonestos, que los condenan a muerte subiéndolos a embarcaciones viejas y peligrosas», ha denunciado.
«Y cuando las instituciones políticas prohíben a las organizaciones no gubernamentales e incluso barcos que pasan por estas aguas para socorrer a los náufragos, esto es un delito igualmente grave y una violación del derecho marítimo internacional más elemental», ha añadido Aveline en posible referencia a las políticas de Giorgia Meloni, que pone trabas a las ong's, pues las obliga a limitarse a un salvamento en cada trayecto, y establece que el gobierno decide el puerto donde deben desembarcar.
«He rescatado más de diez mil vidas»
Entre quienes escuchaban al Papa estaba Ralph, de Filipinas. Es un hombre de hechos más que de palabras. Trabaja con «SOS Medierranee», y rescata a náufragos en la Ocean Viking.
«Comencé en 2016. He salvado muchas vidas», explica a ABC quitando importancia. «¿Cientos?» «No, miles», responde. «¿Diez mil?» «En siete años, he salvado muchas más de diez mil en el Mediterráneo», asegura. «Mi trabajo es ayudar al mayor número posible de personas. No te puedes imaginar sus caras cuando piensan que van a perecer ahogados», explica en inglés.
Uno de ellos podría ser Moussa Camara, de Guinea Conakri, quien asegura que «en noviembre o diciembre de 2016 fui rescatado en el mar». Cuenta su historia con calma, consciente de que es una historia del pasado. «Estuve seis meses en manos de traficantes en Libia», explica a ABC. «En un control de carreteras, unos hombres con el rostro cubierto nos raptaron y nos llevaron como esclavos a trabajar en el campo. Después de seis meses decidí que debía irme porque había muchos heridos y otros que fallecían».
Javier Castellanos asegura que el mes pasado su barco de la Cruz Roja atendió a «623 personas, el número más alto de nuestra historia». «Detrás de los números hay personas, familias, comunidades. Hay que humanizar la migración, no hay que verlo como un problema», insiste.
Piensa que las palabras del Papa son necesarias, porque para resolver esta crisis «hace falta un mensaje espiritual».
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