El Papa advierte en Venecia de que la ciudad «podría dejar de existir»

Precisamente, ante la fachada de San Marcos, y de espaldas a la laguna, el Papa ha avisado de que esta ciudad «única», «uno de los lugares más sugestivos del mundo», «sin el cuidado y la protección de este marco natural, podría incluso dejar de existir». Siguiendo esa metáfora, ha propuesto a los católicos cuidar la propia fe, pero también, «nuestras relaciones, nuestra sociedad, nuestro trabajo».

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Javier Martínez-Brocal

«Si miramos hoy esta ciudad de Venecia, admiramos su encantadora belleza, pero también nos preocupan los numerosos problemas que la amenazan: el cambio climático, que repercute en las aguas de la Laguna y en el territorio; la fragilidad de los edificios, del patrimonio cultural, pero también la de las personas; la dificultad de crear un ambiente a escala humana mediante una gestión adecuada del turismo; y también todo lo que estas situaciones corren el riesgo de generar en términos de relaciones sociales deterioradas, de individualismo y de soledad», ha añadido.

Aunque fuentes del Vaticano aseguran que el Papa no pretendía referirse a la tasa de 5 euros que desde esta semana debe pagarse para entrar en la ciudad de los canales, es inevitable que fuera considerado como un apoyo a medidas como esta para contener los excesos del turismo de masas.

En agosto, la Unesco solicitó nuevas medidas para proteger a Venecia y alertó de los «daños irreversibles» contra la ciudad provocados por el aumento del nivel del mar, el flujo turístico (100.000 turistas al día, frente a sus 50.000 habitantes), y el tráfico de cruceros en la zona, ya limitados desde 2021.

En su homilía, Francisco ha invitado a los católicos al «cuidado del medio ambiente, pero también de la herencia humana: no olvidemos la herencia humana, nuestra gran humanidad, la que Dios ha tomado para caminar con nosotros; necesitamos que nuestras comunidades cristianas, nuestros barrios, nuestras ciudades, se conviertan en lugares hospitalarios, acogedores, inclusivos».

Francisco ha despegado a las 6:30 del helipuerto vaticano y ha aterrizado a las 8:00 en una explanada cerca a la cárcel femenina de la Giudecca. Su primer encuentro ha sido con las 82 presas de este centro penitenciario.

No ha sido un encuentro protocolario. El Papa ha subrayado que «la cárcel es una realidad dura, con problemas como hacinamiento, falta de instalaciones y recursos y episodios de violencia, que generan mucho sufrimiento». Por contraste, ha pedido que se convierta en «lugar de renacimiento moral y material, en el que se promueve la dignidad de las mujeres y los hombres mediante el respeto mutuo y el cultivo de talentos y aptitudes, tal vez dormidos o aprisionados por las vicisitudes de la vida, que pueden resurgir para el bien de todos».

Francisco las ha animado a plantearse estos años de reclusión como «una obra de reconstrucción, en la que mirar y evaluar con valentía la propia vida, eliminar lo que no se necesita, lo que estorba, perjudica o es peligroso, trazar un plan y volver a empezar cavando cimientos y volviendo, a la luz de la experiencia, a poner un ladrillo sobre otro, juntos y con determinación». Ha avisado de que, para conseguirlo, «es fundamental que el sistema penitenciario ofrezca también a los presos herramientas y espacios de crecimiento humano, espiritual, cultural y profesional, creando las condiciones para su sana reinserción».

Precisamente, esta cárcel acoge el Pabellón del Vaticano de la Bienal de Arte de Venecia, y las presas han colaborado con los artistas en su elaboración y se encargan de guiar a los visitantes. Es según el Papa, una metáfora de la posibilidad de comenzar de nuevo «a través del redescubrimiento de una belleza insospechada en vosotras mismas y en los demás».

Tras reunirse también con los artistas que han diseñado las obras del pabellón del Vaticano, el Papa se ha trasladado en lancha hasta la basílica de Santa María della Salute, muy cerca del «Canal Grande», para reunirse con jóvenes venecianos.

«El secreto de los grandes logros de la vida es la constancia», ha confiado a varios cientos de chicos y chicas que le escuchaban. «Hoy vivimos de emociones rápidas, de sensaciones momentáneas, de instintos que duran instantes. Pero así no se llega lejos. Los campeones deportivos, los artistas, los científicos demuestran que los grandes objetivos no se alcanzan de golpe. Y si esto es cierto para el deporte, el arte y la cultura, tanto más lo es para lo que más importa en la vida», les ha explicado. El Papa les ha dicho que «para crecer en la fe y en el amor hay que tener constancia e ir siempre hacia adelante. El riesgo es dejarlo todo a la improvisación: rezo si me apetece, voy a Misa cuando me apetece, hago el bien si me apetece...».

También ha mencionado el peligro de aislarse con el teléfono móvil. «Tened cuidado cuando el teléfono móvil os impida conocer gente: cuando os impida un abrazo, un beso, un apretón de manos», les ha advertido. «No seáis expertos en el tecleo compulsivo, sino creadores de novedad», les ha propuesto refiriéndose a la capacidad de componer «una oración hecha con el corazón, una página que escribes, un sueño que realizas, un gesto de amor hacia alguien que no puede corresponderte».

Desde allí, se ha trasladado con un coche eléctrico hasta la basílica de San Marcos. Para alcanzarla, ha atravesado un puente móvil de la laguna, rodeado de barcas cuyos ocupantes han alzado los remos en señal de saludo. No ha tenido tiempo tampoco para subirse en una góndola.

Tras la misa ha rezado el Regina Coeli semanal y ha mencionado algunas «situaciones de sufrimiento en el mundo». «Pienso en Haití, donde está vigente el estado de emergencia y la población está desesperada por el colapso del sistema sanitario, la escasez de alimentos y la violencia que empuja a la gente a huir», ha comenzado. Francisco ha rezado para que «el nuevo Consejo presidencial de transición, que tomó posesión el jueves pasado en Puerto Príncipe, conduzca al país a alcanzar la paz y la estabilidad que tanto necesita».