La joven que no podía realizar ninguna operación matemática hasta que un sorprendente diagnóstico reveló por qué
Tras muchos años, y después de ser incapaz de realizar operaciones sencillas como sumar o restar, descubrió que tenía un trastorno de aprendizaje
S. M.
Cuando era niña en Long Island, Nueva York, Lara Boyle luchó por aprender a contar. Confiaba en sus dedos para pasar del uno al diez, pero lo que sucedía después de su dedo meñique era un misterio para ella. Sin representación física, no podía conceptualizar ... la diferencia entre 'cinco' y 'seis' en su cabeza.
Sus compañeros sumaban y restaban con facilidad, mientras ella permanecía estancada en los once. Le preguntó a su maestra por qué los números desaparecían una vez que llegaba a diez. «No desaparecen», le dijo. «Siguen para siempre». Pero el infinito era un concepto que ella no comprendía.
«Si un maestro nos decía que imagináramos una naranja, yo veía la fruta. Pero si había que pensar en dos más cuatro, nada se manifiesta. Confundía los más y los menos con los símbolos de multiplicación y división», explica Boyle a 'Newsweek'.
«En segundo grado, no podía memorizar nada de matemáticas. Recibía ayuda especial y tuve mi primer tutor. Estos tutores permanecieron, uno tras otro, hasta que cumplí 20 años», explica.
«Me sentía estúpida porque necesitaba más ayuda que mis compañeros en lo que deberían haber sido problemas simples», dice Lara sobre su frustración cuando era niña. «Podríamos repasar el problema, paso a paso, mil veces», me dijo un tutor una vez, al final de una clase. «Pero cada vez que empiezas de nuevo, es como si lo estuvieras viendo por primera vez».
«Mi madre se refería a mis problemas como 'amnesia matemática'. No sabíamos cómo describir la pérdida de información. Estaba constantemente poniéndome al día, porque a medida que aumentaban las expectativas de mi memoria, mi capacidad para tener éxito disminuía», añade.
«Mis padres me sacaron de la escuela pública a la que asistía y me inscribieron en una pequeña escuela secundaria privada donde esperaba que aumentaran mis posibilidades de éxito. Continué yendo dos o tres años detrás de mis habilidades esperadas».
«Mi director solo sugirió que podría haber algo en la raíz de mi dificultad con los números después de que notó una disparidad entre mis excelentes calificaciones en historia e inglés y mis malas calificaciones en todo lo relacionado con las matemáticas», relata sobre su complicada trayectoria en el colegio.
«Al final del séptimo curso, finalmente me hicieron una prueba para detectar una discapacidad de aprendizaje. No era estúpida. Tenía discalculia», explica del diagnóstico que por fin obtuvo.
La discalculia es un trastorno en el aprendizaje de las matemáticas que se caracteriza, entre otras cosas, por la dificultad en la adquisición del sentido numérico y el cálculo y que afecta alrededor del cinco al siete por ciento de la población, cerca de tres millones de personas en España.
Según el profesor del Laboratorio de Cognición Numérica de la Universidad de Málaga Javier García Orza, la discalculia es una gran desconocida, pese a que en una clase de 25 estudiantes es probable que al menos un niño la tenga, ya que existen pocos materiales accesibles para su evaluación, lo que dificulta su diagnóstico.
«Cambié de escuela secundaria dos veces antes de conocer a alguien que entendiera mi discapacidad. Primero a una escuela privada, luego de regreso a una institución pública. En esa escuela de Long Island conocí a la Sra. Ritchie, especialista en problemas de aprendizaje. Con su apoyo y guía, aprobé mis clases de matemáticas», recuerda Lara sobre las dificultades a las que se enfrentó a pesar de tener un diagnóstico.
«Ella desglosó los problemas de una manera accesible que pude entender. Usó representaciones visuales y conectó el tema con ejemplos de la vida real para que parecieran menos abstractos. No creo que ningún otro maestro creyera que podría entrar en la universidad excepto ella. Solo me vieron mis debilidades. La señora Ritchie se centró en mis puntos fuertes», cuenta Lara sobre la profesora que finalmente vio sus capacidades.
Solicitó plaza en tres universidades de su estado y la rechazaron debido a sus bajas calificaciones en matemáticas. «No veía por qué importaba si quería especializarme en escritura creativa, pero todos los demás sí».
En 2020, «en Queens University of Charlotte, el director de Servicios de Accesibilidad Estudiantil en ese momento, el Dr. Cort Schneider, no solo había oído hablar antes de la discalculia, sino que entendió exactamente qué era y cómo ayudarme a seguir mis sueños con mis diferencias de aprendizaje», señala Lara del centro universitario en el que por fin vio una oportunidad.
«Desde entonces, he estado en la lista del decano cada semestre como estudiante de escritura creativa. La discalculia me enseñó una lección sobre cómo superar no solo mis propios desafíos, sino también las bajas expectativas de los demás», señala sobre cómo superó los obstáculos. «Ahora, estoy decidida a triunfar como escritora y prosperar en el mundo académico persiguiendo mi pasión por la literatura, en lugar de concentrarme únicamente en mis deficiencias en matemáticas».
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