El signo de la cruz
«El hecho es que un hombre del deporte, uno que está en la cresta de la ola, ha dejado pasmado a medio mundo porque se santigua antes de empezar su trabajo»
Credo 09/07/2024
La secularización como llamada 02/07/2024

Un amigo sacerdote suele decir que los únicos que se santiguan ya en público son los futbolistas y los toreros. Para gran parte de la sociedad este gesto primigenio de la tradición cristiana se ha vuelto extraño e incomprendido, hasta llegar a ... pensar que se trata de una forma de superstición, de un modo de invocar a la buena suerte. En realidad, es algo que sabemos pero que no llegamos a aceptar. ¿Cuántas veces hemos oído a los catequistas contar que los niños llegan sin saber hacer la señal de la cruz? Pero no sacamos conclusiones. El hecho es que un hombre del deporte, uno que está en la cresta de la ola, ha dejado pasmado a medio mundo porque se santigua antes de empezar su trabajo.
Me refiero al seleccionador nacional de fútbol, Luis de la Fuente. Además, con una sencillez que desarma, ante cámaras y micrófonos, ha aclarado que santiguarse no tiene nada que ver con una de tantas supersticiones como botar sobre el pie izquierdo, tocar la hierba del campo o el borde la mesa. No, santiguarse es un gesto de fe. Y la gente, de pronto, se ha parado y ha entendido con sorpresa que un hombre de fama y de éxito profesa eso que hoy parece tan raro y que se llama fe, y además lo manifiesta en público, y además está dispuesto a dar razón de su fe y de su esperanza, como decía el apóstol. Y el asunto ha sido objeto de comentarios y de artículos en numerosos medios, causando sorpresa y abriendo interrogantes.
No creo que Luis de la Fuente haya ido a un cursillo de evangelización (de tantos al uso) pero, sin pretenderlo, nos ha dado una lección a todos: ha explicado que la fe tiene que ver con el sentido de la vida, y que él ha experimentado que sin Dios la vida ni se aclara ni se disfruta. De esa manera ha mostrado que la fe no es una rareza propia de marcianos sino un modo luminoso y razonable de conocer y de vivir, de estar en el mundo. Cuando Luis de la Fuente se santigua no pretende algo tan ridículo como que Dios haga ganar a su equipo. De eso se encarga él, entrenando de maravilla a sus jugadores. Lo hace para expresar su conciencia de que sólo Dios da solidez, belleza y sentido a nuestra vida. En la victoria y en la derrota, porque ni la una ni la otra son lo decisivo.
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