Reclamo a una participación masiva

A lo largo de estos años la Iglesia católica ha caminado por el alambre en Venezuela para mantener su libertad, sostener la esperanza de la población y, al mismo tiempo, evitar convertirse en un agente estrictamente político. El precio no ha sido bajo, pero ha merecido la pena. Llegado este momento, la Conferencia Episcopal Venezolana ha publicado un amplio mensaje en el que invita a una «masiva participación ciudadana en las elecciones como personas, y como sociedad civil», subrayando que el horizonte es una acción política que propicie el desarrollo humano integral y en la que el centro sea la persona humana con su inviolable dignidad.

La mirada esperanzada y la mesura que dominan todo el mensaje no ocultan que en este proceso «no hay igualdad de oportunidades para todos», y por eso los obispos reclaman que cese la persecución y el hostigamiento y que se garantice la libertad de movimiento a los candidatos de la oposición. En esta línea aparecen dos significativas apelaciones, al Consejo Nacional Electoral y a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, para que ejerzan sus funciones ateniéndose estrictamente a lo que prevé la Constitución, y garanticen en sus respectivas áreas el respeto a la voluntad expresada por el pueblo con su voto.

Al referirse a los retos impostergables que se presentan para el próximo Gobierno, los obispos introducen una significativa cita del documento conciliar 'Gaudium et Spes' que es todo un juicio moral sobre la autocracia que se ha instalado en Venezuela: «es indispensable una autoridad que dirija la acción de todos hacia el bien común no mecánica o despóticamente, sino obrando principalmente como una fuerza moral, que se basa en la libertad y en el sentido de responsabilidad de cada uno». Los retos que señalan para el inmediato futuro son también elocuentes: la reinstitucionalización del Estado, promover la separación de poderes, el respeto a los derechos humanos, el diseño de una nueva economía que genere puestos de trabajo y salario digno, el mejoramiento de los servicios públicos, reconfigurar el sistema educativo, fortalecer el sistema de salud, luchar contra la pobreza y la corrupción, y promover el respeto a las libertades ciudadanas y de expresión.

Son desafíos gigantescos pero el primer paso es no ceder a la desesperanza, a la apatía y al miedo. Y en este sentido, el llamamiento de los obispos, que llegará a la gente corriente a través de la presencia capilar de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad venezolana, es contundente: «el corazón herido de una sociedad se cura con la participación; participar es pues, esencial y una obligación moral, si queremos tener cambios favorables en el futuro próximo».