En cualquier lugar de la tierra

Recordemos que San Juan Pablo II visitó tres de estos países Indonesia, Timor, que aún no era independiente, y Singapur) en la segunda mitad de los años ochenta del pasado siglo. Han pasado casi cuarenta años y han cambiado muchas coordenadas históricas, pero la Iglesia sigue viva y presente en estos lugares, y sigue teniendo una palabra de verdad para iluminar su realidad. Francisco ha querido citar en varias ocasiones los discursos de su predecesor en los mismos lugares donde los pronunció. Impresiona ver este camino de la renovación en la continuidad.

Retengo cuatro momentos clave de la visita. Primero, en el llamado «Túnel de la amistad» que une la mezquita Istiqlal con la catedral de la Asunción, en Yakarta, Francisco ha renovado la apuesta por el diálogo, más aún, por la amistad interreligiosa como fundamento de la paz y la convivencia. Esto no tiene nada que ver con el sincretismo ni con el relativismo, y es una apuesta de toda la Iglesia que se hizo consciente y explícita en el Concilio Vaticano II y no ha dejado de ser sostenida por todos los papas desde entonces. Además, Indonesia muestra un ejemplo vivo de una Iglesia dinámica y sin complejos en un contexto de amplia mayoría musulmana.

Segundo, en Port Moresby, Francisco dijo ante las autoridades que «el ser humano, además de lo indispensable para vivir, necesita tener una gran esperanza en el corazón que lo ayude a vivir bien, le dé el gusto y la fortaleza para acometer proyectos de amplio alcance y le permita elevar la mirada hacia lo alto y hacia horizontes más extensos». Por eso, una buena política debe abrir espacio a las realidades que pueden cultivar esa esperanza. Y recordó a los católicos que la fe debe «convertirse en cultura vivida», de modo que pueda «ayudar a la sociedad entera a crecer y encontrar soluciones buenas y eficaces a sus grandes desafíos».

Tercero, en Dili, la capital de Timor Oriental, el Papa alertó sobre los «cocodrilos» que pretenden «cambiarles su cultura y su historia», después de hacer un gran canto a la cultura de la vida. Al pueblo timorense, que se volcó como pocos con el sucesor de Pedro, le instó a ser consciente del don de la fe, a custodiarlo y hacerlo crecer, a no dejarse engañar por los ídolos y las falsas esperanzas.

Por último, en Singapur Francisco se mostró cautivado por la audacia de la arquitectura que hace a la ciudad tan fascinante, y observó que en el origen de cualquier construcción no están en primer lugar el dinero o la técnica, sino «el amor que construye». La fe, dijo el Papa, «nos confirma y nos ilumina aún más sobre esta certeza, porque nos dice que en la raíz de nuestra capacidad de amar y de ser amados está Dios mismo». En la homilía pronunciada en esta encrucijada estratégica de nuestro mundo de hoy, encontramos la frase que, quizás, recapitula este agotador pero hermoso viaje: «en Jesús está el origen y el cumplimiento de todo lo que somos y lo que podemos llegar a ser». Por eso, la palabra del Papa puede oírse en cualquier lugar de la tierra.