Inasequible al desaliento
«La bula del Papa Francisco 'Spes non confundit' es una profunda manifestación de la simpatía de la Iglesia hacia esa espera del corazón humano»
Disparate jurídico, quiebra de civilización (12/05/2023)
La fe en el espacio público (07/07/2023)
Madrid
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEn medio de las zozobras políticas y económicas de este momento histórico, marcado por guerras y profundas crisis culturales, el Papa ha convocado un Jubileo para el año 2025. ¿Qué sentido tiene este anuncio? ¿Con qué cara mirarán a la Iglesia los millones de ... seres humanos que se debaten entre penalidades y esperanzas? ¿O será acaso un modo de mantener engrasada la maquinaria para generar una apariencia de vitalidad eclesial?
Quizás la clave se encuentra en algo que dice Francisco al comienzo de la bula de convocatoria: «Todos esperan, en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa de bien, aun ignorando lo que traerá el mañana consigo». Sí, todos esperan, incluso los que no encuentran un fundamento al que agarrarse, también los que públicamente abominan de la palabra esperanza. Lo decía agudamente el poeta Cesare Pavese, «¿es que alguien nos ha prometido algo?, entonces ¿por qué esperamos?».
Anunciar otro Jubileo parece un signo de que la Iglesia es inasequible al desaliento, pero no más que el corazón del hombre: pese a todo, espera. La espera es su tejido más profundo. La bula del Papa Francisco 'Spes non confundit' es una profunda manifestación de la simpatía de la Iglesia hacia esa espera del corazón humano, a la que no logran aplastar ni las guerras, ni la miseria, ni las ideologías. Es también la memoria de un camino ya largo en la historia, porque la fe cristiana vive en las circunstancias de la historia, ya sean benéficas o terribles. Una historia, la de la Iglesia, hecha de caídas imponentes y de inesperadas recuperaciones, como decía el gran cardenal Newman, en la que es posible hacer experiencia concreta (esa es la vida de los santos) de que, ciertamente, la esperanza no defrauda.
No cualquier esperanza, claro está. Aquella que nace de la resurrección de Cristo y que sostiene el Espíritu Santo con su presencia perenne en el camino de la Iglesia. El Papa insiste: esta esperanza no engaña ni defrauda, no cede ante las dificultades. Dejémoslo claro, no se trata de un 'esperemos', ni de la afirmación voluntariosa de que 'todo irá bien' o de que 'saldremos más fuertes'. Sino de que hay uno, Cristo, que ha vencido a la muerte y ya no nos abandona. Tampoco en las derrotas, ni en los fracasos, ni en la soledad, porque nos inserta en un pueblo al que sí se le ha prometido algo, querido Pavese: el ciento por uno aquí, y después, la vida eterna. Alguno pensará que es audaz medirse con esa promesa después de veinte siglos, con todo lo que acarreamos. De acuerdo, esa es la audacia de la Iglesia, porque no depende de sus recursos humanos. Muchos se podrán reír, pero los sencillos, los que buscan, los que desean, siguen encontrando hoy en esta audacia un punto inexorable con el que medirse. La pregunta es si nosotros, cristianos de hoy, estamos dispuestos a encarnar ese punto frente al mundo que nos pregunta y nos desafía.
Francisco escribe que, en virtud de esta esperanza, mirando al tiempo que pasa, tenemos la certeza de que la historia de la humanidad y la de cada uno de nosotros no se dirigen al abismo ni a un punto ciego, sino al encuentro con el Señor de la gloria, el único que puede cumplir plenamente nuestra espera de una felicidad total. Como decía el Papa Benedicto XVI en su inolvidable encíclica 'Spe Salvi', la vida eterna no es la vida de siempre que se alarga indefinidamente, es la vida verdadera.
Al leer esta bula que nos conduce a este nuevo Año Santo se entiende mejor que el cristianismo es el injerto de lo divino en la carne, en el tiempo, en la historia. La Iglesia camina con las botas del peregrino, atenta a cada piedra del camino y con los ojos puestos en su Señor. La esperanza es como un ancla que nos arraiga en el Cielo (porque la vida no es absurda, no termina en el sumidero de nuestros fracasos) para surcar con inteligencia y amor las aguas agitadas de la vida. Bajo la mira maternal de la Virgen, maestra de la esperanza, 'Stella maris'. Para hacer memoria de esto ha convocado el Papa un Jubileo. Y para decirlo al mundo, de mil maneras. Inasequibles al desaliento, porque Él está.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete