Convendría no idealizar a Europa
El contexto político y cultural en el que nació el proyecto reciente de Europa es diferente del actual
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Una bandera de la Unión Europea
Europa no es sólo, ni principalmente, un continente. Es sobre todo un contenido. Europa es un contenido que emite señales de cansancio y desafección en medio de una deriva de preguntas más que de respuestas, incluso de salidas en falso. ¿Vivimos en la mejor ... Europa de todos los tiempos? ¿Sería posible construir una nueva Europa desde los presupuestos de los padres fundadores de la Unión? ¿Acaso Europa no lleva demasiado tiempo jugándose su alma?
Convendría no idealizar a la Unión Europea como fuente de sentido. El contexto político y cultural en el que nació el proyecto reciente de Europa es diferente del actual. En aquel momento originario el cristianismo era venero nutricio de vidas, de hombres, de biografías, de proyectos. Las imágenes ideales de Europa que proceden de la Europa de las catedrales, de la Europa de la Edad Media, son cromos en el álbum de la historia cuya repetición mimética no es viable. Hoy estamos en un compás de incertidumbre. Ojo con la nostalgia de la antigua cristiandad europea. Como dice la filósofa francesa Chantal Delsol, autora de 'El fin de la cristiandad', «el momento presente es, a la vez, el fin del imperio cultural occidental (que comenzó con el primer viaje de Colón) y el propio de la Cristiandad (como gobierno de la moral común por el cristianismo). En el mundo ya no es Occidente quien gobierna; y que en nuestros países occidentales ya no es el cristianismo quien dicta la moral. Ahora es el Estado, como ocurre en todas las culturas que no son judeocristianas».
Como dijo monseñor Luis Argüello esta semana en la presentación del Manifiesto europeo de la Compañía de las Obras, iniciativa de Comunión y Liberación, el tiempo de la cristiandad se diluye, pero no pasa el tiempo de hacer de la fe cultura. Esto implica generar una fe que encarnándose crea estilos de vida, modos de organizar la convivencia, formas de gestionar la economía, de alentar la esperanza. Crear una cultura que no separe la antropología de la política y de la economía, que confíe en la «gracia» y no sólo en el poder.