Una catequesis a la ministra de Igualdad
«Este Gobierno está intentando imponer una 'antropología de Estado'»
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A tenor de las declaraciones posteriores, de poco parece que le ha servido esta semana a la ministra de Igualdad, Ana Redondo, pasar una hora y veinte minutos aproximadamente en amigable conversación con un viejo conocido suyo, monseñor Luis Argüello, arzobispo de Valladolid y ... presidente de la Conferencia Episcopal, hablando sobre las denominadas «terapias de conversión» y sobre las condiciones objetivas para negar la comunión a una persona. No se trataba de que el arzobispo de Valladolid le diera una catequesis sacramental a la ministra, que tampoco estaría mal. La cuestión era marcar los límites de la actuación de la ministra, de la utilización del poder de un Estado, que no es omnímodo, ante una institución con personalidad jurídica civil, que tiene «el derecho de ejercer su misión apostólica y le garantiza el libre y público ejercicio de las actividades que le son propias y en especial las de culto, jurisdicción y magisterio» (art.1. Acuerdos Iglesia-Estado). Que este Gobierno está intentando imponer una «antropología de Estado» vulnera una de las más básicas libertades, la libertad religiosa y de conciencia.
Respecto a las «terapias de conversión», el ministerio de Igualdad investiga a siete diócesis españolas que supuestamente han organizado estas terapias. La propuesta de la ministra es una reforma del Código Penal para que estas terapias se conviertan en delito. Por más que el ministerio pierda el tiempo investigando lo que no va a encontrar, la clave está en silenciar a la Iglesia y a quien habla en ella, sembrar la idea de una Iglesia homófona, que no respeta los derechos de los homosexuales, y que incluso le queda mucho recorrido para implantar lo que la ministra entiende por igualdad. La principal terapia que practica la Iglesia es la propuesta de Jesucristo médico, como decían los clásicos, que para homosexuales, heterosexuales y personas de género fluido supone siempre una conversión, un cambio a mejor en su vida. Respecto a las condiciones para impartir la comunión son las mismas para homosexuales que para heterosexuales. Pretender que sea el Tribunal Constitucional quien las dirima no deja de ser una broma de mal gusto.
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