Francisco recibe la máxima condecoración civil de EE.UU. para un Papa «que no se parece nada a los anteriores»

Biden explicó los motivos en redes sociales, donde publicó una foto junto al nuncio del Papa en Washington, Cristophe Pierre. «Como 'Papa de la gente', usted es una luz de fe, esperanza y amor que brilla intensamente en todo el mundo. Su humildad y amabilidad van más allá de las palabras, y su amor por todos es incomparable». El Vaticano no ha dado a conocer la respuesta del Papa Francisco.

El Papa la ha aceptado como gesto de despedida con Joe Biden, quien por primera y única vez en su presidencia ha concedido esta medalla con grado de «distinción». Pero probablemente también lo ha hecho porque Biden quiere subrayar los buenos frutos que da colaborar estrechamente con el Papa. Es un mensaje para su sucesor, pues el 20 de diciembre Donald Trump nombró embajador ante la Santa Sede al lobista católico Brian Burch, quien en redes sociales se ha mostrado crítico con el Pontífice.

La Casa Blanca ha explicado que la Medalla presidencial de la Libertad «se otorga a personas que han contribuido de modo ejemplar a la prosperidad, los valores o la seguridad de Estados Unidos, la paz mundial, u otros importantes esfuerzos sociales, públicos o privados».

En el acta, destaca que «durante décadas, (el Papa Francisco) ha servido a los sin voz y vulnerables en toda Argentina», y que «como Papa, su misión de servir a los pobres nunca ha cesado». Lo presenta como un «pastor afectuoso que responde con alegría a las preguntas de los niños sobre Dios», un «maestro desafiante que nos ordena luchar por la paz y proteger el planeta», un «líder acogedor que tiende la mano a las diferentes religiones». Dice que es el «primer Papa del hemisferio sur», y quizá sin mala intención añade que «no se parece a ninguno de los anteriores» pontífices.

Sin embargo, Francisco no es el primer Papa que recibe esta condecoración. Lyndon B. Johnson la otorgó en 1963 a título póstumo a Juan XXIII la recibió a título póstumo, y George W. Bush la entregó en junio de 2004 a Juan Pablo II en el Vaticano. «Que el anhelo de libertad, paz y un mundo más humano que esta medalla simboliza, inspire a los hombres y mujeres de buena voluntad en todo tiempo y lugar», respondió entonces el pontífice.