«Las dos trabajadoras han salvado muchas vidas. Son heroínas, pero están deshechas»
«Mi padre está sordo. No escuchó el 'fuego, fuego' y está como si nada», dice Paloma
La residencia de Zaragoza donde murieron diez personas solo estaba vigilada por dos cuidadoras
Un cigarro sin apagar causa la muerte de diez personas en una residencia de un pueblo de Zaragoza

A las puertas del psicogeriátrico Jardines de Villafranca, en este municipio de la Ribera Izquierda del Ebro, una de las voces más conmovidas y que más se expresa ante los medios en este viernes de tragedia es Volga Ramírez. Cubana de origen, esta vecina del municipio próximo Nuez de Ebro lleva dos legislaturas al frente del Consistorio de Villafranca de Ebro por Tu Aragón (escindido del Partido Aragonés) y nunca había imaginado tener que enfrentar una tragedia de estas dimensiones.
«A las cinco de la mañana me avisó el 112. Vine con mi marido a la residencia y entrando por el camino pensé que se había quemado algún campo próximo. Al llegar, yo no entré por problemas pulmonares, pero vimos a las dos trabajadoras venga a sacar residentes, jugándose la vida, sin mascarillas. Le han echado un par de... como decimos aquí. Entonces ya había agentes de la Guardia Civil y mi marido y algunos vecinos más se metieron a sacar a personas de dentro», relata. Esa rápida actuación, dicen los testigos, salvó «muchas vidas. Se han ganado el cielo. Son heroínas, pero ahora están deshechas», completa la edil. A todos los que acudieron en la madrugada a esta residencia les impactó la escena de una mujer totalmente abrasada. Los Bomberos tuvieron dificultades en hallar los cuerpos de los otros nueve fallecidos.
El humo era intenso en el ala izquierda del centro donde se originó el fuego, cuentan, pero tal y como acreditan Ana Cristina Botella, portavoz de Guardia Civil de Zaragoza, y Eduardo J. Sánchez, jefe de los Bomberos de Zaragoza, «en una hora apenas quedaba fuego». De hecho, pasadas unas horas de la tragedia, «en la residencia, que está bien sectorizada y donde el fuego se contuvo por una puerta de seguridad que hizo de barrera cortafuegos», afirma Sánchez, tú entras ahora y «parece que no haya pasado nada», afirman desde Cruz Roja. No obstante, las imágenes difundidas por el Grupo de Criminalística de la Guardia Civil, llegado desde Logroño para revisar el estado del inmueble y apuntar con certeza la causa del incendio, sí permiten ver pasillos ennegrecidos por el efecto del denso humo.
Los residentes afirman que no vieron llamas. Se habían contenido en la habitación donde se originó el incendio. Pero el humo se coló en el resto de dependencias y hasta 32 personas (una agente de la Benemérita y 31 usuarios del centro concertado por Arade, la Asociación Aragonesa de la Dependencia) tuvieron que ser atendidas por los servicios de salud del 061 en esos primeros minutos. Todos los heridos resultaron de carácter leve, salvo dos residentes de 65 y 72 años trasladados al Hospital Royo Villanova de Zaragoza, donde el segundo está en planta y el primero permanece en estado crítico ingresado en la UCI.
«Mi madre está ilesa»
José Ángel Barat acude raudo a la residencia ante la llamada de la alcaldesa. Con fortuna, su madre, Pilar, de 98 años, es una de las residentes que han salido ilesas, por lo que confiesa que «llega tranquilo» al centro. «No es lo mismo que aquellos que han comprobado que sus parientes estaban entre los fallecidos», lamenta, al tiempo que extiende el pésame a las diez familias. También lo hacen Paloma y Alfonso. El padre de ella, de 81 años, está «sordo», dice, y «no se enteró ni de cuando gritaban 'fuego' las auxiliares» para salvaros. «Mi padre, José, está como si no hubiera pasado nada. Es verdad que otros usuarios estaban algo nerviosos», añade. A los 57 supervivientes los trasladan a media mañana hasta la residencia Vitalia de Huesca en dos microbuses habilitados desde la residencia incendiada.
La valentía de las dos trabajadoras es la 'comidilla' del pueblo donde los vecinos, apenas 800, no recuerdan ser protagonistas de ningún suceso de esta envergadura. «He pegado un bote en la cama al escucharlo en la radio», afirma María, octogenaria. Se acerca a un puñado de personas a las 13.00 horas para guardar un minuto de silencio en la plaza del Ayuntamiento junto a la corporación municipal.
Enfrente, en la iglesia de San Miguel Arcángel, el párroco Ignacio Laguna ha colocado una vela en el sagrario en homenaje a los fallecidos. Algunos familiares han entrado a orar al recibir el varapalo en el Consistorio. Cinco o seis residentes confraternizaban con él, tomaban algo en el bar, paseaban o acudían a misa. Hacían vida con el pueblo «de modo familiar», dice el cura.
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