La ayuda llega a Marruecos cuando los rescates ya son un milagro

Enfado en las calles por la lenta y descoordinada respuesta de las autoridades ante el desastre y lamento por la tardanza de los equipos de rescate internacionales

Marruecos retrasa la ayuda internacional al no reclamarla de forma inmediata

Hasán, el Príncipe heredero atrapado entre su padre y el terremoto

Personas pasando junto a casa dañadas por el terremoto en la ciudad de Amizmiz efe

Mikel Ayestaran

Enviado especial a Amizmiz

La ayuda internacional tardó 72 horas en llegar a las faldas de Atlas y con ellas llegaron los camiones militares marroquíes con mantas y comida. La tardanza en responder a la oferta de ayuda por parte de la comunidad internacional, la lenta respuesta del ejército ... y el silencio de las autoridades han recibido la crítica de los supervivientes, impotentes, enfadados y rotos por la cicatriz abierta en sus vidas por el terremoto del viernes. El Gobierno se defendió de las críticas sobre lentitud y descoordinación y el portavoz, Mustapha Baitas, compartió un vídeo en las redes sociales en el que dijo que las autoridades habían organizado operaciones de búsqueda, rescate y recuperación «rápidas y efectivas». Palabras alejadas de estas montañas.

«¡La bandera de España y el ejército español desplegado en Marruecos, no me lo puedo creer!», exclama Hamid, veterano periodista marroquí con una legión de seguidores en redes sociales y que esperó toda la noche en Amizmiz la llegada de la ayuda internacional. «El terremoto ha podido con las diferencias políticas y ha demostrado que somos pueblos hermanos, 48 años después de la Marcha Verde, los militares españoles vuelven para ayudar a nuestro pueblo», es el mensaje que repite en su conexión en directo de la mañana desde el campamento que españoles y británicos levantan en esta localidad que es la puerta al Atlas.

 

Los equipos de rescate llegaron 72 horas después del mayor terremoto del siglo en Marruecos. Es un momento crítico porque a partir de ahora rescatar a alguien con vida de entre los escombros será un milagro, según indican los expertos. «Estábamos listos para venir antes, pero lo hemos hecho cuando ha llegado el permiso. No tenemos indicios de que haya personas con vida bajo los escombros. Cuando este tipo de edificación colapsa no queden espacios de vida, pero la esperanza es lo último que se pierde. La prioridad sigue siendo los rescates y por eso hemos enviado perros y drones en colaboración con los ingleses», comenta el comandante Enrique Bascuas, de la Unidad Española de Emergencia (UME).

Muy cerca de los militares españoles está el equipo de Bomberos Unidos Sin Fronteras y para ellos «la gran dificultad es el acceso, se están abriendo caminos cortados, pero a muchos lugares solo se puede llegar en todoterreno», explica Lorenzo Álvarez. El desastre se extiende por todas las aldeas que cuelgan de las faldas de Atlas y en muchos casos el helicóptero es la única manera de llegar.

Campo de desplazados

Las calles de Amizmiz son un improvisado campo para desplazados. La provincia de Al Haouz ha sido la más afectada y donde se concentra el mayor número de los más de 2.500 muertos registrados hasta ahora. La cifra sube conforme se llega a nuevas aldeas. La gente ha salido de sus casas y vive en tiendas levantadas en las aceras. Hasta aquí también han llegado algunos de los supervivientes de las aldeas vecinas y se han instalado en zonas de la periferia, sin perder de vista la montaña.

«Necesitamos de todo, servicios, agua, comida, tiendas de campaña, colchones y ropa de abrigo» explica Tawfik, estudiante de inglés de 19 años y miembro del grupo de voluntarios que trata de coordinar la ayuda que traen los marroquíes de otras ciudades. Llegan con sus coches cargados de comida y la descargan en este campo de la periferia a donde no para de llegar gente. «Estamos muy agradecidos a la llegada de la ayuda internacional, pero es tarde. No encontrarán supervivientes», lamenta Tawfik, quien ha perdido a cuatro miembros de su familia.

Husein es uno de los afortunados que ha logrado una tienda. Es profesor, pero sabe que pasará tiempo hasta que regrese a las aulas porque «los colegios de la zona han quedado muy dañados, habrá que empezar en tiendas». Además de la ropa y comida, Husein pide «medicinas para enfermos crónicos como diabéticos, no tenemos insulina, no tenemos absolutamente nada y los hospitales están colapsados».

Ejército marroquí

En la plaza de Amizmiz se vive una escena que nadie había visto hasta el momento. Tres grandes camiones militares del Ejército de Marruecos entregan mantas a la población que hace cola con impaciencia. Los soldados forman una cadena humana para pasarse las mantas y entregarlas una por una. Realizan el trabajo en silencio y ante la dura mirada de unos vecinos llenos de ira porque se han sentido abandonados. Siguen sin agua ni electricidad, todos los comercios están cerrados y hasta ahora dependían de lo que voluntarios, familiares y amigos traían desde Marrakech.

Khadija llora sin consuelo. Ha perdido a su sobrina, murió en sus brazos. Ahora deambula por la plaza de Amizmiz sin rumbo fijo. Es increíble la cantidad de gente en un estado de shock semejante. «Estábamos cenando todos juntos y de pronto, en unos segundos, ella estaba muerta y mi casa no existía. Somos gente buena, gente pobre, teníamos una vida tranquila. «¿Qué será ahora de nosotros?», se pregunta desesperada. La misma pregunta que tienen en la cabeza los miles de supervivientes. Día a día despiertan de la pesadilla del terremoto y se dan cuenta de que el temblor les ha robado la vida, mejor o peor, que tenían hasta la noche del viernes.

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