Polvo africano, contaminación y polen, un cóctel explosivo para los alérgicos

Las partículas en suspensión (PM10) superan en cerca de 26 ciudades españolas los valores recomendados. Se trata de pequeñas partículas sólidas o líquidas de polvo, cenizas, hollín, partículas metálicas, cemento o polen, dispersas en la atmósfera, y cuyo diámetro aerodinámico es menor que 10 microgramos (1 micrómetro corresponde la milésima parte de 1 milímetro).

Las temperaturas suaves además han adelantado la floración de plantas como las cupresáceas –típicas alergias de finales del invierno – o avellanos y alisos –alergias más propias de la primavera–. Esto ha incrementado los casos de alergias a mediados del mes de febrero.

«La meteorología influye en los niveles de pólenes atmosféricos y por tanto, en los síntomas de los pacientes. Los días lluviosos producen un efecto “barrido o de limpieza atmosférica” , mientras que en días cálidos, secos y con viento, las partículas de polen se desplazan fácilmente», señaló Jesús Jurado Palomo, miembro de la Sociedad de Madrid y Castilla la Mancha de Alergología e Inmunología Clínica, según informa Eltiempo.es.

La coordinadora del Área de Enfermedades Respiratorias Ocupacionales y Medioambientales de SEPAR, la doctora Isabel Urrutia, ha aludido, por su parte, al incremento del número de alergias por la contaminación. « Los pólenes tienen ahora más proteínas que son más agresivas, además de que las partículas de diésel transportan el polen», explicó.

En cerca de 26 ciudades se han disparado los niveles de partículas en suspensión y en cinco se han visto obligadas a activar sus protocolos de contaminación debido a que la presencia de partículas en suspensión supera los umbrales recomendados. Entre ellas se encuentran, Asturias, Gijón, Oviedo, Valladolid, Madrid.

El intenso anticiclón que permanece sobre la Península Ibérica desde finales de la semana pasada no es el responsable de este episodio, pero poco ayuda a mejorar el panorama, ya que el viento es muy débil y así las masas de aire quedan inmóviles distribuyéndose en el espacio según sus particularidades físicas: las frías más densas y pesadas quedan junto a la superficie y las cálidas, menos, se superponen haciendo de 'tapadera'.

Así, los gases contaminantes emitidos por la industria y los coches acaban atrapados junto al aire frío, a ras de suelo, y las ciudades se tornan muy poco saludables.