Don Juanjo, el cotizante más longevo de España: «Hay que levantarse con ilusión y llevar el cocido a casa»
Se jubila a sus 85 años el artesano de la peletería en Madrid, tras casi 73 años aportando a la caja pública. Con él dice adiós la historia de Siber, el mítico taller de abrigos y alta costura de la capital
Juanjo Fernández, en su domicilio de Madrid
Juan José Fernández Arias (Madrid, 1935) tiene 85 años y, más de 72 años después, se retira. Bueno, aún sigue pendiente de algunos lances que requiere el negocio que cerró en la calle Preciados de la capital, la mítica Peletería Siber , ... pero para «eso del papeleo» tiene a su hija Consuelo, se aferra. El hombre que más tiempo ha cotizado a la Seguridad Social de España, desde que este afiliado comenzó a trabajar en una pequeña mercería, a sus 13 años, solo tiene una ‘receta’ para presentes y venideras generaciones: ilusión. Para él, no hay Pacto de Toledo que valga. Este artesano quería laborar hasta cumplir 90. «Hay que levantarse cada mañana y estar al pie del cañón», comenta.
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Un cañón que en 1948 ya le había llevado «de vacaciones» con su madre a Faxilde, un pequeño pueblo de Lugo, durante la Guerra Civil y le había provocado una maduración precoz tras perder a su padre con solo 7 años. Ahí es cuando supo, con su madre y sus hermanos, que había que hacer lo humanamente posible para «llevar el cocido a casa». Aun hoy, retirado en su domicilio del centro de Madrid, insiste en esa necesidad de trabajar y guardar. Los ahorros forjados con esfuerzo ex aequo junto a su mujer Isabel Gil Gascón le permitieron remontar los baches que tuvo el taller de pieles y abrigos de alta costura. «Hubo años muy bonitos, se hace mucho dinero en este negocio, la gente en aquella época incluso se hacía millonaria; y otros, malísimos. Nosotros, no me quejo, no hemos vivido mal», dice.
A Don Juanjo, como le conoce el sector del comercio en Madrid, le siguen pidiendo consejo ilustres clientas. Recuerda con cariño a Amparo Illana, mujer de Adolfo Suárez
La pensión que le queda a alguien que ha aportado a la caja pública a este nivel es de 1.700 euros, y aunque hablar de parné enreda cualquier empresa, este octogenario cree que es más bien poco para lo invertido. «Yo quería ser futbolista –comenta con la vena entusiasta de un chiquillo–. Mi jefe me hizo una prueba para un club, tenía aptitudes», pero lo de las prendas para mujeres se impuso. Aun hoy, algunas clientas de 103 y 104 años le siguen pidiendo consejo, para los abrigos, para algún arreglillo... «Tenía siempre los diseños en la cabeza. Me gustaba imaginar cómo les quedarían», afirma este maestro de la costura madrileña.
Al negocio peletero que fundó en 1963 se volcó con su hermano Pedro , fallecido en 2010, cuyo recuerdo es el único que fragmenta, emocionado, su discurso. Se enorgullece de que sus dos hijas (Isabel y Consuelo ) y su hijo Juan José no hayan seguido sus pasos. «He sido un hombre de suerte. Los chicos de ahora tendrían que aprender un oficio con la valentía y dedicación con que se hacía antes». Esa fortuna le ha acompañado incluso en los meses encerrado en pandemia, porque le ha mantenido ajeno al coronavirus, comenta. Mañana, tarde y noche en casa no es una tarea que a los obreros hiperactivos del día a día les resulte frugal. «Estoy medio jubilado solo», sonríe.
En la alta sociedad, llevar un abrigo de Juanjo era signo de distinción. Creado con dedicación y mimo en cada botón y retal. Tres generaciones de mujeres han pasado por sus manos. Carmen Sevilla, Norma Duval y la mujer de Adolfo Suárez, Amparo, han sido clientas ilustres de Don Juanjo, como le conoce el sector del comercio en Madrid. Un señor de la peletería y de la vida. También de rutinas. «Me bajo al 5 Jotas a leer el ABC cada mañana. Ahora debería estar haciéndolo –acusa la importuna entrevista–. Aunque la ilusión de mi vida también era aparecer en el ABC. No me quería morir sin hacerlo». Pues aquí va la última página, Don Juanjo.