«La inspección de hinchables se hace de forma muy pobre y deficiente»

Las fuertes rachas de viento que se levantaron aquella tarde en el municipio de Mislata volaron la atracción en la que jugaban los menores. La investigación abierta por la Policía Nacional para comprobar si los anclajes del castillo hinchable cumplían con la normativa sigue su curso. Además, la atracción estaba abierta pese a que el viento superaba los 38 kilómetros por hora que marca la legislación como tope máximo para que los castillos hinchables puedan operar.

Si se cumplen las normas, los castillos hinchables son seguros, aseguran diferentes fuentes del sector. Pero en lo que pueden fallar, las consecuencias son gravísimas. Ahora el accidente de Mislata pone de nuevo en el punto de mira el sector, regido por una norma europea de seguridad. «No es de obligado cumplimiento, pero es la única que hay y es a la que se acogen las administraciones públicas», asegura Tomás Tomás presidente de la Asociación Española de Juegos Hinchables (AEJH).

Esa norma abarca desde los materiales necesarios para la fabricación de los aparatos y los requisitos para su instalación -con mínimo seis anclajes que deberían resistir al menos 163 kilos de peso cada uno- hasta su revisión anual. Y también recoge una última condición, la de presentar un certificado de la instalación , emitido por un profesional externo, que «es lo que piden las administraciones públicas en este momento», asegura Tomás.

Pero David Santos, director técnico de Sanpe, una de las dos empresas dedicadas a la inspección y certificación de estos parques infantiles en España, es mucho más crítico con la revisión final. «Si se hace, se hace de forma muy pobre y deficiente », dice. El experto asegura que la revisión de las instalaciones queda a expensas de quien ponga las reglas del juego, ya sean las comunidades o los ayuntamientos. A veces lo hace un técnico independiente, como recomienda el texto base, pero otras veces corre a cargo de un técnico de la empresa propietaria del hinchable o del técnico municipal, aunque esto último Santos no lo ha visto nunca. «Hay muchos certificados falsos» , advierte. «Es un sector que está un poco corrompido con los certificados de hinchables y te desanimas. En este sector no hay seriedad», comenta. Lo habitual, dice, es que no les llamen para constatar que se cumple la normativa. Y tampoco hay agentes o un organismo que vele por la correcta ejecución de los hinchables.

Para Tomás, la norma actual es suficiente. «Lo que es necesario es que se cumpla» , porque, de hacerlo, los riesgos se minimizan en un 99%. «Pensamos que la administración debe revisar el montaje. Está claro que algo está pasando», explica. Y coincide con Santos en la necesidad de generalizar el uso de anemómetros para controlar la velocidad del viento, ya que no está permitido tenerlos en funcionamiento si supera los 38 km/h.

Raúl Pastor, del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid, opera habitualmente en Cataluña, donde, asegura, no se abre atracción sin que se persone antes un técnico . Otra cosa, apunta, es que las circunstancias en las que se elabore este control no sean representativas con las que se dan en el accidente. No obstante, apunta a que quien opera la atracción tiene una responsabilidad y si cierra cuando llueve, debería ocurrir lo mismo con el viento.