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La Federación Luterana Mundial inicia el 500 aniversario de la Reforma rezando con el Papa en Lund

Le piden «construir puentes para poder compartir el pan y el vino, la presencia de Jesucristo que jamás nos dejó»

El Papa Francisco, durante su llegada a la Catedral Luterana de Lund AFP

JUAN VICENTE BOO

Algún milagro está sucediendo cuando la Federación Luterana Mundial , que reúne a 145 Iglesias de 98 países, inicia la conmemoración del 500 aniversario de la Reforma rezando con el Papa en Lund, y proponiendo esta reconciliación entre hermanos como ejemplo para el mundo «en tiempos de fragmentación y marcada tendencia al conflicto».

La plegaria ecuménica en la antiquísima catedral de Lund, la ciudad donde nació la Federación Luterana Mundial en 1947, ha sido un encuentro de amistad entre dos comunidades cristianas que protagonizaron guerras crueles en los primeros tres siglos de historia de su división.

Las conmovedoras oraciones, en español y en inglés, representaban una plegaria común ante el mundo entero. Las dos homilías fueron pronunciadas en español, la música era una hermosa selección del mundo entero y la larga ovación final en pie a los líderes religiosos era un aplauso a la amistad.

El giro copernicano en la relación mutua se hizo patente ya en el primer sermón cuando el reverendo chileno Martin Junge , secretario de la Federación Luterana Mundial ha afirmado: «nos comprometemos mutuamente, católicos y luteranos, a transitar de un pasado marcado por la división y el conflicto, para andar por los caminos de comunión».

Este cambio radical en una relación ensangrentada durante siglos debe ser, según Martin Junge , un ejemplo para el mundo «en tiempos de gran fragmentación y marcada tendencia al conflicto».

Refiriéndose a una historia llena de pedradas, Junge ha pedido que «si Dios nos viera mañana con piedras en las manos, que ya no sea para arrojarlas a los otros» sino « para construir puentes para acercarnos , casas donde poder reunirnos y mesas donde poder compartir el pan y el vino, la presencia de Jesucristo que jamás nos dejó».

Como ya hiciera san Juan Pablo II en el Jubileo del Año 2000, el papa Francisco ha evocado «el peso de las culpas del pasado», pero mirando al futuro, pues « tenemos la oportunidad de reparar un momento crucial de nuestra historia , superando controversias y malentendidos».

Francisco ha resumido el modo de conmemorar este 500 aniversario de la Reforma citando unas palabras escritas por san Juan Pablo II el 31 de octubre –el « Día de la Reforma » en la Iglesias evangélicas - de 1983: «No podemos dejarnos guiar por el deseo de erigirnos en jueces de la historia, sino únicamente por el de comprender mejor los acontecimientos y llegar a ser portadores de la verdad».

Retomando una idea repetida por Benedicto XVI y que figura en muchos documentos comunes, el Papa ha volcado luz en elementos positivos: «Con gratitud reconocemos que la Reforma ha contribuido a dar mayor centralidad a la Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia ».

Y ha concluido reiterando que «los cristianos seremos testimonio creíble de la misericordia en la medida en que el perdón, la renovación y reconciliación sean una experiencia cotidiana entre nosotros. Juntos podemos anunciar y manifestar de manera concreta y con alegría la misericordia de Dios , defendiendo y sirviendo la dignidad de cada persona».

La ceremonia ecuménica ha sido también el marco de la firma -por el Papa y el obispo Munib Younan , presidente de la Federación Luterana Mundial - de una declaración conjunta en la que ambas comunidades rechazan «de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión».

El texto asegura que «hoy, en particular, elevamos nuestras voces para que termine la violencia y el radicalismo, que afecta a muchos países y comunidades, y a innumerables hermanos y hermanas en Cristo».

«Acoger al extranjero»

En el cuadro de un mundo desgarrado, «nosotros, luteranos y Católicos, instamos a trabajar conjuntamente para acoger al extranjero , para socorrer las necesidades de los que son forzados a huir a causa de la guerra y la persecución, y para defender los derechos de los refugiados y de los que buscan asilo». Es el «ecumenismo de la solidaridad», como empieza a llamarse este camino adicional.

La declaración conjunta concluye exhortando «a todas las comunidades y parroquias Luteranas y Católicas a que sean valientes, creativas, alegres y que tengan esperanza en su compromiso para continuar el gran itinerario que tenemos ante nosotros».

Al término de la plegaria ecuménica, los líderes religiosos salieron juntos en un minibús hacia Malmö para participar en un acto ecuménico con diez mil personas, en su mayoría jóvenes, en un polideportivo de la ciudad.

Era un grupo que ni luteranos ni católicos hubieran podido imaginar en los siglos anteriores. Con el primer Papa argentino viajaban el obispo Munib Younan, presidente de la Federación Luterana Mundial, que es un refugiado palestino, y el secretario general, Martin Junge, un chileno hijo de alemanes. Eran personas de América y de Asia, ajenas a la historia sangrienta escrita en Tierras de Europa.

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