Las bandas, la inseguridad y el caos se apoderan de Haití
Las ONG del lugar intentan hacer llegar la ayuda desde la capital a la costa evitando los grupos armados
Casi 1.300 personas perdieron la vida, hay más de 5.700 heridos y casi 30.000 viviendas destruidas
En los Cayos, la ciudad más castigada por el terremoto del pasado sábado y ubicada en la costa suroeste de Haití , tienen demasiado reciente el recuerdo de otra gran catástrofe. No fue el destructivo terremoto de 2010, que sufrió, sobre todo, Puerto Príncipe ... –la capital del país– y dejó 200.000 muertos, sino el huracán Matthew cuyas víctimas se aproximan a las del seísmo del fin de semana . Era septiembre de 2016 y la tormenta tropical convertida en huracán dejó en el país más pobre de América 877 fallecidos y cerca de un millón de afectados. El seísmo del pasado sábado, que se cebó sobre todo con Los Cayos, se cobró de acuerdo al último balance 1.297 vidas y 5.700 heridos , aunque aún continúan buscando bajo los escombros.
«Los Cayos es una de las pocas zonas turísticas que tiene Haití , y tras el huracán se volvieron a construir las casas y hoteles, permitiendo recuperar un turismo nacional que ahora empezaba a levantar cabeza», cuenta a ABC Juan Manuel Díaz Parrondo , portavoz de Cáritas Haití. Cinco años más tarde de Matthew, se lamenta de que todo el trabajo de reconstrucción de la zona ha quedado, de nuevo, derruido. « Esta gente ha sufrido un cúmulo de desgracias constante , y esto es ya lo que les faltaba», comenta el cooperante.
Las ONGque trabajan en el terreno están tratando de gestionar la llegada de un convoy desde Puerto Príncipe hasta Los Cayos. El problema, ante la inexistencia de un Ejército, es que las bandas armadas controlan la carretera que los une . Además, la única conexión terrestre entre Los Cayos y Jeremie, la otra ciudad afectada por el terremoto, se encuentra cortada por un derrumbe . A Jeremie, informa Díaz Parrondo, de momento la ayuda llega a través del puerto. «Lo que nos piden es agua, alimentación y refugio», expone. «El Gobierno no ha reaccionado para liberar las carreteras de forma que pueda entrar más ayuda humanitaria para aliviar la situación del pueblo », denuncia Joseph Gontrand Decoste , obispo de la Diócesis de Jeremie.
Este haitiano de 50 años envía a este periódico fotos en las que se ve el lamentable estado en que quedó la Catedral de esta ciudad. Por fuera, en la parte superior de la fachada, se aprecian considerables daños pero, por dentro, es imposible identificar si se trata de una Catedral, de una casa, o de cualquier otra instalación : todo son escombros. Al producirse el terremoto, el obispo iba conduciendo junto con otros dos curas rumbo a Carrefour Charles, en el departamento de Grand’Anse. Era un día de celebración: uno de ellos sería nombrado el nuevo responsable de la parroquia. Pero cuando empezó el temblor, se detuvieron: « Vi cómo la gente entró en pánico, empezó a correr, otros a tirarse al suelo », narra por teléfono a ABC. Al miedo del temblor se sumó el del tsunami, cuya alerta finalmente fue desactivada.
Falta de formación sobre terremotos en las escuelas
Cuando parecía que la situación amainaba, Gontrand Decoste decidió guarecerse en un patio sin casas ni árboles alrededor para evitar el riesgo de ser sepultado. Este jesuita ha vivido otros terremotos: el de Chile de 2010 y otros en México. Es su argumento para explicar cómo ha conseguido salvar su vida . «El anterior terremoto fue en Puerto Príncipe y no se vivió de la misma manera; aquí en Jeremie no saben cómo reaccionar, por eso, lo que hay que hacer en las escuelas es enseñar sabiendo que los seísmos son parte de la realidad de nuestro país», exige.
Tras el temblor, unas 7.500 familias se han quedado sin sus hogares , y a pesar de que con el clima tropical las primeras noches se hicieran más llevaderas al aire libre, la llegada de la tormenta Grace y sus lluvias han complicado la situación sobre el terreno . «Desde la pasada madrugada [por el lunes] está lloviendo muchísimo en la zona. La tormenta estaba previsto que afectara sobre todo al norte del país, pero se ha quedado en la costa y va a pegar de lleno a la zona del terremoto, dificultando al máximo las labores de rescate », asegura, por su parte, Díaz Parrondo. «Fue como despertar violentamente del sueño tranquilo, para entrar a otra pesadilla. Los interminables instantes de la sacudida nos hicieron revivir el horror del seísmo de enero del 2010 », relata Fedorah Pierre , directora de Relaciones Públicas de World Vision Haití. «La pregunta instantánea fue: ‘¿Qué más podría salir mal?’».
Niños y ancianos, atrapados
Ashley, una adolescente de 16 años, de Jeremie, contó a un miembro del equipo de World Vision Haití que su casa quedó destruida y tuvo que dormir a cielo abierto en el patio de un vecino . Las réplicas no cesan y muchos niños están heridos. « Muchos niños, ancianos e impedidos son los que se encuentran bajo los escombros ya que fueron los que no pudieron salir, o no supieron , huir de sus hogares. Además, de los pesados edificios de hormigón otras estructuras de madera o de otros materiales precarios se vinieron a bajo», declara Adrián Fernández , de la Asociación Voluntaria para la Sociedad Internacional, una ONG italiana, que se encuentra ayudando en el epicentro de Haití.
De ahí el gran número de heridos, ya que muchas de las viviendas que colapsaron no eran tan pesadas por lo que no llegaban a sesgar la vida de sus huéspedes. Además, incluso autobuses –normalmente repletos de pasajeros en Haití– llegaron a caer por los acantilados aumentando significativamente el número de víctimas.
Tiras y aflojas entre políticos
«El país no se ha recuperado aún del asesinato del presidente, Jovenelle Moise, hace poco más de un mes, ni de la inestabilidad política y social existente antes del magnicidio», expone Pierre. Haití vivió la muerte de su presidente por parte de un grupo de sicarios colombianos que allanó el Palacio Nacional . La oleada de violencia e inseguridad implantada en el país se ha visto agravada por la inestabilidad política con tiras y aflojas entre los tres primeros ministros que se postulaban el poder. La última muestra de la fuerza de las bandas criminales, formadas por más de 3.000 miembros .