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Las prácticas sexuales que definen a un pervertido

Las parafilias son unas pautas de conducta en las que el placer solo se alcanza a través de situaciones, objetos y personas de una forma que no suele ser aceptable para la sociedad

Las prácticas sexuales que definen a un pervertido Helga Weber

gonzalo lópez sánchez

El sexo es una de las preocupaciones básicas de nuestra vida y probablemente un ingrediente clave del amor y la felicidad. A pesar de eso, la sexualidad sigue siendo un tema tabú del que no se suele hablar abiertamente y muchos asuntos relacionados con ella, como la transexualidad, la sexualidad adolescente o el abuso sexual, resultan muy controvertidos.

En gran parte esto ocurre porque el entorno social tiende a clasificar las prácticas y las tendencias sexuales como «normales» o «desviadas», en función de unos criterios culturales que van cambiando con el tiempo. Pero al margen de esto, los científicos han pretendido estudiar la base de la conducta de algunas personas que tienen unos deseos sexuales poco comunes y en general no aceptados socialmente. Se trata de las llamadas parafilias , un término que sustituyó al de perversiones sexuales hace años, y que se utiliza para referirse a unas pautas recurrentes de conducta en las que es necesario acudir a una serie de objetos, rituales y situaciones poco usuales para obtener la satisfacción sexual completa.

«Las parafilias son filias (gustos) que van más allá de lo aceptado. Dan lugar a comportamientos sexuales que en teoría son minoritarios, aunque quizás no lo sean tanto, porque lo cierto es que hay una gran ocultación del comportamiento sexual», explica a ABC el sexólogo y psicólogo Antoni Bolinches .

Aparte de resultar minoritarias, la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) establece que las pautas de conducta sexual pueden verse como parafilias cuando están presentes durante al menos seis meses y cuando provocan un malestar clínicamente significativo. Por eso, se reconoce que la mayoría de las personas normales pueden mostrar inclinaciones hacia ciertos objetos, situaciones o rituales, pero que esto no supone un comportamiento parafílico, ya que «una persona parafílica destaca por la insistencia y la exclusividad con que su sexualidad se centra en las acciones u objetos en cuestión, sin los cuales el orgasmo suele ser imposible de alcanzar», tal como escriben James Butcher, Susan Mineka y Jill Hooley en « Psicología Clínica ».

Imprescindibles para sentir placer

Es decir, tal como aclara Antoni Bolinches, las parafilias se caracterizan en que «sustituyen a la forma normativa (aceptada socialmente) de obtener placer», al mismo tiempo que la persona sabe que ese comportamiento no es bueno para ella. Y no hay que confundirlas con situaciones de sexualidad «normal» en la que se introducen estímulos suplementarios que no resultan imprescindibles para la obtención de placer. De hecho, es cuando resultan necesarios y, sobre todo cuando estas prácticas resultan perniciosas para nosotros mismos o terceras personas, el momento en que hay que pensar en acudir a un especialista, en opinión del sexólogo.

El fetichismo es una de las parafilias más aceptadas socialmente (Dayna Barron)

Actualmente el concepto de parafilia engloba cuestiones tan dispares como el fetichismo (pauta de conducta en la que aparecen deseos, fantasías o prácticas a partir de prendas de vestir o partes del cuerpo), el masoquismo (estimulación sexual a partir del dolor y la degradación) o la paidofilia (presencia de fantasías sexuales y deseos de realizar actividades sexuales con niños preadolescentes).

¿Enfermedad o normalidad?

Teniendo en cuenta las diferencias que hay entre las parafilias anteriores, no sorprende que el término resulte muy problemático entre los psiquiatras y los psicólogos y que esté sujeto a un intenso debate . De hecho, hay quienes consideran que las parafilias pueden considerarse como psicopatologías en algunas ocasiones, hay otros que en ciertos casos se inclinarían por hablar de preferencias sexuales y dejar fuera de la definición las influencias judiciales o morales, y hay algunos que introducen elementos como el consentimiento entre adultos o el daño producido a terceros.

Teniendo en cuenta todo esto, el manual diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales ( DSM-IV-TR ), algo así como un catálogo que clasifica las enfermedades psiquiátricas y que recoge los últimos avances, reconoce actualmente ocho parafilias distintas: el fetichismo , el travestismo fetichista, el voyeurismo, el exhibicionismo, el sadismo sexual, el masoquismo sexual, la paidofilia y el frotteourismo (rozarse con una persona en contra de su voluntad). Además, hay una categoría adicional que incluye trastornos mentales menos frecuentes, como la escatología telefónica (excitación por realizar llamadas obscenas), la necrofilia (deseo sexual por cadáveres) y la coprofilia (excitación sexual ante las heces).

Tratamiento de las parafilias

Se considera que la mayoría de las personas con parafilias no buscan tratamiento, pero según «Psicología Clínica», este pasa por una terapia enfocada en «modificar las pautas de excitación sexual, cambiar las ideas y las habilidades sociales para permitir interacciones sexuales más apropiadas con parejas adultas, variar los hábitos y conductas que aumentan la probabilidad de reincidencia y disminuir los impulsos sexuales».

En opinión de Antoni Bolinches, dado que «la pulsión sexual es difícil de reprimir, es mejor canalizarla, y sustituir esa parafilia que genera problemas por una conducta más aceptable». Pero reconoce que «el índice de éxito es bajo» y que hace falta que el afectado esté muy concienciado de que quiere corregir eso. En todo caso, recomienda acudir a un médico y sexólogo muy especializado, que pueda proporcionar apoyo farmacológico para lidiar con la angustia que pueden generar las parafilias en esas situaciones.

Afectan más a los hombres

Aunque cada uno de estos fenómenos tiene su propia naturaleza, pueden sacarse varias conclusiones importantes a la vista de los datos recogidos por los profesionales. En primer lugar, «casi todas las personas con parafilias son varones», aunque, por ejemplo, el masoquismo se observa tanto entre hombres como entre mujeres.

En los casos en los que las parafilias son más típicas de hombres, algunos investigadores han sugerido que la vulnerabilidad masculina a estas pautas puede estar muy vinculada a su «mayor dependencia de las imágenes sexuales». Así, mientras que la excitación sexual femenina depende más del contexto emocional, en los hombres es más importante el estímulo físico. Por ello, los hombres serían más proclives a vincular el placer con situaciones u objetos que normalmente no tienen carga erótica.

Varias parafilias a la vez

Además, es muy habitual que una persona tenga más de una parafilia, aunque se desconoce a qué puede deberse y lo más habitual que unas dominen sobre otras.

Por ejemplo, en un estudio publicado en 1991 unos investigadores encontraron que alrededor del treinta por ciento de los cadáveres de hombres que murieron durante una asfixia auto erótica (un tipo de masoquismo que consiste en auto estrangularse para privarse de oxígeno y que hasta 1995 provocaba entre 250 y 1.000 muertes al año en Estados Unidos) estaban travestidos.

Aparecen durante la infancia

Quizás no se conozcan las causas concretas por las que aparecen las parafilias pero, hay casos que muestran que pueden surgir en momentos muy tempranos de la vida. Por ejemplo, se registró el comportamiento de un niño de tres años que ya manifestaba deseo sexual a partir de partes del cuerpo y prendas muy concretas, lo que cae dentro del fetichismo.

En palabras de Antoni Bolinches, las parafilias «suelen estar asociadas a vivencias intensas y de gran carga erótica que ocurren durante la infancia o la pre-pubertad». Esto ocurre cuando una experiencia concreta se convierte en un estímulo sexual a través de un proceso de «impregnación», en el que se asocia una imagen con el placer. De hecho, este efecto se intensifica con la masturbación que, según sostienen varios investigadores, tiene la capacidad de reforzar las fantasías relacionadas con las parafilias a través del orgasmo.

La cultura define lo que es normal

Otra de las cosas que resulta evidente al estudiar el asunto de las parafilias, es que los avances científicos y la influencia cultural han ido esculpiendo el catálogo de trastornos mentales asociados a prácticas sexuales y, en definitiva, han marcado lo que era normal y lo que no lo era. Curiosamente, hay una cierta tendencia a que «las personas actúen como si las normas sexuales de su época y su cultura fueran las únicas correctas, y por lo tanto a que tiendan a mostrarse intolerantes con quienes no comparten esas normas», tal como se puede leer en «Psicología Clínica».

Por ejemplo, es evidente que las prácticas sexuales de la tribu Sambia de Papúa Nueva Guinea resultan inaceptables para la cultura sexual occidental. Entre otras cosas, los varones aprenden a realizar felaciones (sexo oral) antes de la adolescencia. Su objetivo es ingerir el esperma, al que se le otorgan propiedades protectoras, para almacenar suficiente cantidad y poder inseminar a las mujeres después de la pubertad. Una vez que tienen su primer hijo, esta homosexualidad ritualizada desaparece por completo.

Los cánones de belleza y las preferencias sexuales cambian con el tiempo (JORGE ELÍAS)

Aquí, en Occidente, mientras que a principios del siglo XX los bañadores cubrían casi todo el cuerpo de las mujeres, en la actualidad el desnudo femenino es un reclamo publicitario . De forma aún más evidente, la Asociación de Psiquiatría Americana (APA) dejó de considerar la homosexualidad como un trastorno psicológico a partir del año 1973.

Quizás así quede claro que la frontera entre lo normal y lo perverso se coloca allá donde la sociedad lo requiere, aunque es evidente que hay comportamientos que siempre han sido, y serán, inaceptables. Todo esto dificulta el estudio de la sexualidad, cuando además la mente humana se comporta como un mundo muy complejo y sujeto a la influencia de multitud de factores. Y, aunque es lógico que la sociedad no puede tolerar ciertos comportamientos ni delitos sexuales, en algunos casos los agresores están marcados por pautas de excitación que a veces rechazan y que les hacen llevar una vida totalmente atormentada.

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