medio ambiente
Los incendios forestales dan al monte español su segundo año de tregua
Después de un 2013 históricamente bueno, este año va camino de convertirse en el tercero mejor de la década
Este verano se cumplen veinte años de la peor temporada de incendios forestales desde que hay registros en España. En aquel fatídico 1994, ardieron 437.635 hectáreas -casi la superficie de toda La Rioja- y, lo que es peor, murieron 33 personas. Desde entonces, la gráfica de hectáreas arrasadas por las llamas ha sido una montaña rusa cuyos mayores picos se dieron en 2000 y 2012, con 188.697 y 166.445 hectáreas calcinadas respectivamente.
En el presente 2014, para el que se esperaba un mala temporada por las previsiones iniciales de temperaturas por encima de la media, la meteorología finalmente ha vuelto a dar un respiro. Aunque en el sureste español la sequía es preocupante, la ausencia de intensas olas de calor ha permitido que a 17 de agosto, el fuego hubiese quemado 35.364 hectáreas de superficie forestal, lo que -de momento- le convierte en el tercero mejor de la última década, por detrás de 2013 (27.817 ha) y 2010 (33.705 ha).
La bonanza de estos dos últimos años no debe, sin embargo, llevarnos a bajar la guardia. José Luis Ordóñez, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales ( Creaf ), previene contra un optimismo injustificado: «La tendencia en España es que cada vez hay más incendios más grandes, que además ocupan espacios que antes no se quemaban. Con el cambio climático, zonas que eran húmedas, ahora no lo son. Pero la vegetación sigue allí porque a los bosques no les ha dado tiempo a adaptarse. Si se cumplen las previsiones de los expertos, nos podríamos encontrar con temperaturas de Almería en la provincia de Barcelona. Los bosques quedarían atrapados en una verdadera sartén».
Política forestal
Para prevenir las consecuencias de este aumento de las temperaturas, no sobra tiempo. «La Política forestal es básica porque no tenemos control sobre el clima pero podemos prevenir cómo responde la vegetación en un clima más seco ante un incendio», advierte Ordóñez. «Pero estamos estancados», asegura Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de bosques de Greenpeace . Si queremos evitar los grandes incendios, extremadamente peligrosos porque son imposibles de extinguir si no cambian las condiciones meteorológicas reinantes, hay que acelerar porque «el cambio climático ha pillado a nuestros bosques», dice Soto, al poner el foco en «la situación de abandono del monte español desde hace más de medio siglo. Después de la guerra civil se reforestaron tres millones de hectáreas, en su mayor parte con monocultivos que ya no se aprovechan. Precisamente, en el incendio de Guadalajara de 2005, en Riba de Saélices , en el que murieron 11 miembros de las brigadas forestales, lo que ardieron fueron los pinares de Unión Resinera Española, abandonados por no ser rentables».
Crecimiento desordenado
El peligro de estas inmensas superficies pobladas por una única especie radica en que -explica José Luis Ordóñez- «cuando el fuego entra en una zona en la que toda la vegetación se comporta igual frente a las llamas, se propaga imparable. La diversidad, por el contrario hace más resistente a los bosques al fuego. Hay que favorecer que haya muchas especies acompañantes».
Pero no solo hay que buscar la biodiversidad en el monte, Miguel Ángel Soto hace hincapié en que «para minimizar el impacto del fuego hay que reducir la carga de combustible de los montes. Puede sonar extraño, pero un síntoma de que empezamos a hacer bien las cosas sería ver a un ministro de medioambiente ayudando a una cuadrilla forestal a cortar un árbol en lugar de plantarlo. La superficie forestal ha crecido en España en las últimas décadas, pero mal. Tenemos más cantidad de bosques, pero de peor calidad y mucho más vulnerables a los grandes incendios».
También en ese punto coinciden conservacionistas e investigadores. «Los bosques en España son recientes, por los incendios tradicionales y por el uso que se ha dado hasta mediados del siglo pasado al monte. Ahora, todos los árboles están apretados y no hay agua, nutrientes y luz para todos. Son mucho más frágiles ante las llamas y por eso hay que reducir la cantidad de árboles que no tienen opciones de sobrevivir. Los bosques abiertos son menos peligrosos porque reducen la propagacion del fuego a través de las copas».
La biomasa era una de las grandes esperanzas de sanear el monte español, pero el desmantelamiento de las ayudas ha sido un mazazo para los bosques, denuncia el Colegio Oficial de Ingenieros de Montes . Su decano, Carlos del Álamo, sentencia: «los montes rentables no arden, como se ha demostrado en bosques como los de Valsaín, en Segovia; o los de Soria o Teruel. En España, el 70% del suelo forestal es de particulares; hay 2 millones de propietarios que si le encontrasen rentabilidad a sus tierras, ya se encargarían ellos de que no ardiesen».
Impulso a la biomasa
España es uno de los países de la UE con mayor potencial en el sector forestal. Por eso, defiende Del Álamo, «debería haber plantas de biomasa en todos los montes. Pero se demonizó a las renovables, culpándolas del déficit de tarifa eléctrico cuando no es así. El Gobierno debería atender a la biomasa como un sector especifico con utilidades sociales y ambientales muy elevadas. Los bosques fijan el 30% de nuestras emisiones anuales y los propietarios deberían cobraran por fijar carbono; tendría que haber un céntimo forestal finalista que desde los hidrocarburos fomentase el bosque. El sector forestal necesita un reconocimiento territorial y unas compensaciones fiscales que incentiven el aprovechamiento de sus recursos. Ahí está el éxito de los bosques escandinavos o canadienses, o de los Parques Naturales de Costa Rica. El monte puede generar mucho empleo en el mundo rural y fijar a la población local. Europa no tiene una política forestal común, como ocurre con la agrícola, y debería tenerla».
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete