El Papa pide evitar el escándalo de los «obispos de aeropuerto»

La vigorosa llamada a «permanecer» con el pueblo se refería también a la estabilidad en una diócesis pues, según Francisco, «Nosotros, los pastores, no podemos tener " psicología de príncipes ". No podemos ser hombres ambiciosos que son esposos de una Iglesia local solamente en espera de ir a otra más bonita, mas importante o más rica. ¡Estad atentos a no caer en el espíritu del "carrerismo"!».

El ejemplo de austeridad del obispo de Roma va calando. Hace unos días, el arzobispo de Londres, Vincent Nichols, reconocía sentirse un poco incómodo viajando en un Mercedes plateado, y se preguntaba «si yo también debería utilizar un Ford Focus o un Renault 4 yendo a tantas zonas económicamente deprimidas de Londres».

El Papa tiene muy claro el modelo de obispo desde que tuvo que hacerse cargo del trabajo de relator final en el Sínodo de octubre del 2001 por ausencia forzada del cardenal de Nueva York debido al atentado contra las Torres Gemelas. La síntesis de propuestas se tradujo en la exhortación apostólica «Pastores Gregis» promulgada por Juan Pablo II en 1983, que es el perfecto manual del obispo diocesano y de gobierno de una Iglesia local.

En su discurso a la «nueva hornada» de obispos de los dos últimos años, que han realizado un curso de varios días en el Vaticano, el Papa les invitó a examinarse sobre la acogida a los fieles y el modo en que se preocupan de los sacerdotes, no sólo de la «atención espiritual» sino también de «las necesidades humanas de cada sacerdote, sobre todo en los momentos más delicados». En concreto, les aconsejó «recibidles cuando lo pidan, no dejéis ninguna llamada telefónica sin devolver, manteneos en contacto continuo con ellos».

El obispo debe ir «delante» de su pueblo para guiarlo , «en medio» para acompañarlo, y también «detrás», para que nadie se quede descolgado «pero, sobre todo, para seguir el olfato que tiene el Pueblo de Dios para encontrar nuevos caminos».

Al final les pidió que rezasen por la paz en Siria y en el mundo pero, sobre todo, «acordaos de rezad por mí, como yo rezo por vosotros».