España, a la cabeza de países con mayor número de misioneros

Tal fue su pasión por llevar la fe a los sencillos que fue el primer misionero en poner pie en Japón en 1549. «Si no encuentro una barca, iré nadando», solía decir Francisco Javier . Su celo no conocía descansos. De hecho encontró la muerte en 1552 en una isla prácticamente deshabitada a la espera de una embarcación que lo llevara a China. Su labor en favor de la propagación de la fe le valió el reconocimiento del Papa Pío XI, quien lo proclamó Patrono Universal de las Misiones en 1927, después de haber sido canonizado por Gregorio XVI en 1622.

Casi cinco siglos después, 14.000 misioneros españoles siguen las huellas de aquel primer jesuita navarro, que encandiló a medio mundo «por su corazón grande y su alma noble». «Los misioneros siguen siendo la mejor expresión de la universalidad y la solidaridad de la Iglesia», comenta el padre Anastasio Gil, el sacerdote que más conoce en nuestro país a «la gran familia misionera». Además de ser el director de la Comisión Episcopal de Misiones, es el responsable de la Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España .

En la base de datos de la OMP constan actualmente 14.000 misioneros, el 85% ha sido enviado por sus respectivas comunidades religiosas, mientras que el 15% restante pertenecen a

las diócesis. Junto a Italia y México, España encabeza la lista de países que más misioneros envían a las zonas más olvidadas del planeta. «Pese a la escasez de vocaciones, la proporción de misioneros que salen de España sigue siendo la misma con respecto al número de ordenaciones», explica el padre Anastasio. De nuestro país, salen cada año a los 1.069 territorios de misión alrededor de 150 misioneros. Aunque la mayoría siguen siendo religiosas (49,5%) o sacerdotes (36,2%), cada vez es más representativo el número de laicos que «deciden quemar las naves, dejarlo todo y entregar su vida al anuncio del Evangelio», comenta el responsable de la OMP. Actualmente representan apenas el 7,16% del total, pero su crecimiento en los últimos años «es directamente proporcional a la formación que reciben los laicos y también a la toma de conciencia de su responsabilidad dentro de la Iglesia», explica el sacerdote.

Muchos de esos laicos son familias jóvenes. El Camino Neocatecumenal es uno de los movimientos eclesiales que más matrimonios están aportando a la misión. «Unos 800», comenta Agustín Ferrer, quien, junto a su esposa Paloma y sus dos hijas, Sofía y Paz, dan testimonio de familia cristiana en Puerto Príncipe (Haití). Los envió Juan Pablo II en 2001 a petición de Monseñor Miot, quien años después moriría en el terremoto. «Las familias sabemos bien que no es por nuestros méritos y virtudes que Dios nos ha escogido, sino para que Dios haga presente su amor en el lugar donde somos enviados», explica Paloma. La familia genera sus propios recursos económicos para poder subsistir. Agustín es profesor de español y colabora en dos ONGs, pero la mayor parte de su tiempo lo dedica, junto a su mujer y sus hijas, a colaborar en la pastoral familiar de la parroquia y en la Nunciatura.

América concentra el 70,74% de los misiones españoles, seguido de África (13,23%), dos continentes azotados por la desigualdad y la pobreza. «Tenemos la percepción de que los misioneros son fantásticos gestores del desarrollo de los pueblos. Y es verdad. Ellos administran muy bien los recursos económicos, pero su razón fundamental es el anuncio del Evangelio. El anuncio del Evangelio y el desarrollo son dos caras de la misma moneda», explica el director general de la OMP.

Pero España no solo aporta «gran cantidad de manos para predicar el Evangelio», sino también recursos económicos. Después de

Estados Unidos , es el país que más donaciones hace a las misiones, alrededor de 18 millones de euros cada año. «La belleza de estas personas está en la vida silenciosa que llevan al servicio de los más necesitados. Quienes tenemos la suerte de conocerlos sabemos que es así. Por eso cuando la sociedad apoya económicamente a las misiones hace una apuesta por un valor seguro, apuesta a caballo ganador porque los grandes valores que defienden los misioneros siempre están ahí independientemente de las modas o el oportunismo».

La vida de Antonio López García-Nieto en la isla de Tanna, al sur del Archipiélago de Vanuatu (Oceanía) es buena prueba de ello. Después de 37 años de misionero en el Pacífico, siente que su vida «está a 17.000 kilómetros de España». Este hermano del Sagrado Corazón pasa sus días dando clases en un colegio rural. «Mis alumnos son mis hijos. No solo les enseño, también me ocupo de cuidarlos cuando están enfermos, hago lo que haría cualquier padre».