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En cuarentena

El peso de Dios

Qué noticia tan grande, qué emoción, qué orgullo. Mi amigo va a llevar al Señor por las calles de Sevilla la próxima Madrugada

Alejandra Navarro González de la Higuera

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Las manecillas del reloj rozaban las doce y diez de la noche cuando llegó el mensaje al móvil. A unos nos pilló trabajando, a otros a punto de irse a dormir, o quizás viendo los últimos minutos de la serie de turno. «Perdonad las horas. ... He entrado de costalero en el Gran Poder. Han sido doce años de espera, pero ha merecido la pena». De pronto, un vacío en el corazón que se encoge. Al instante, la buena nueva que alcanza en voz alta al resto de compañeros. Qué noticia tan grande, qué emoción, qué orgullo. Mi amigo va a llevar al Señor por las calles de Sevilla la próxima Madrugada. ¿Quién nos lo iba a decir el año pasado, cuando me descubrió por primera vez los secretos de la salida de esta cofradía en la plaza de San Lorenzo, tan llena de símbolos, de rezos y de plegarias?¿Quién se lo iba a decir a él, que después de más de una década estaba dispuesto ya a renunciar?

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