Sevilla y Amén
Toca las palmas
Viendo a las mujeres hacer las palmas en el patio de los naranjos del Salvador es inevitable tararear lo de Pascual González
Taller de palmas rizadas
Hay un patio de abluciones cuya fuente bautiza cada primavera a Sevilla. Hablo de un patio escueto, a veces frío y de corazón pétreo, silencioso y distante cuando alborea, intrigante y trémulo cuando anochece. Es un patio rotundo en el que los naranjos se han ... espigado para buscar el sol con sus copas y la pila duerme el agua en su regazo a la espera de que una gota del cielo escriba ondas sobre su plétora. Un patio para los niños, para el Amor. La infancia de Sevilla está construida en ese patio porque ahí han jugado al pillar todos los chiquillos mientras sus padres terminaban de hablar sus cosas con el Señor de Pasión. Y porque junto a las campanas del alminar de la vieja mezquita se han labrado las palmas con las que la ciudad recibe a Jesús de forma triunfal. La reunión de mujeres en ese patio elaborando los aspavientos al Señor es una de esas estampas que resumen este tiempo de regreso anual a nuestras raíces. La otra es la 'rampla' del Salvador con el bronce de Martínez Montañés contemplando el zapateo de la chavalería antes de que suene el de las alpargatas. Porque esa fugacidad es invencible. El Hijo de Dios entra sobre su Borriquita y sale muerto en la cruz en el plazo de unas horas. Y ese patio callado de criptas y siglos sostiene sobre sus paredes las palmas arrumbadas de una gloria pasajera que desemboca en la gloria definitiva. En ese patio se cumple todo.
Hoy se cumplirá la hora de la palabra. Tres años después, Julio Cuesta se agarrará al atril del Teatro de la Maestranza para pregonar todo lo que nos hemos perdido y todo lo que hemos ganado. Sonará 'Amarguras' en toda la ciudad y el pregonero hará el paseíllo hasta el milagro de poner Sevilla en sus labios. Todos nos miraremos entonces para decirnos en silencio que ya estamos aquí de nuevo. Y prestaremos nuestros oídos a la retórica de un hombre paciente, lleno de esperanza, para que nos los llene de cofradías, de infancias, de memorias, de dolores y de palmas. Palmas frescas de un Domingo de Ramos que será también de Resurrección.
Después del pregón ya estará todo cumplido. Volverán las colas a los templos para los besamanos, las conversaciones de barra para comentar lo vivido, los paseos por los palcos para confirmar que todo está puesto... Y las mujeres al patio para seguir rizando la vida. Los niños del Amor, blancas criaturas de esperanza, saldrán después de tanto tiempo con todo el dobladillo de la túnica bajado y en la fuente que canta su melodía antigua en la calle Córdoba se reunirán los anhelos del Salvador.
Este año faltará Pascual, que compuso el estribillo que inspira esta imagen. En el batiburrillo de fiestas de la primavera, el de la Calzá cantaba aquello de «tócalas, tócalas, tócalas, toca las palmas». Y aunque estas palmas de Domingo no tengan nada que ver con las del compás de la ciudad, la ansiedad que tenemos por retomar nuestra esencia nos obliga a mezclar la Pasión con la fiesta. En ese patio mudo en el que se resume este paraíso se está produciendo un encuentro entre la penitencia y la alegría, entre la debida contención y el necesario júbilo. Esto está aquí ya. Quien pueda que se calle como la piedra y los naranjos del Salvador, pero este año hay permiso para tararear la copla de los Cantores. ¡Toca las palmas, Sevilla!
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