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Sevilla y Amén

Toca las palmas

Viendo a las mujeres hacer las palmas en el patio de los naranjos del Salvador es inevitable tararear lo de Pascual González

Taller de palmas rizadas J. M. Serrano
Alberto García Reyes

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Hay un patio de abluciones cuya fuente bautiza cada primavera a Sevilla. Hablo de un patio escueto, a veces frío y de corazón pétreo, silencioso y distante cuando alborea, intrigante y trémulo cuando anochece. Es un patio rotundo en el que los naranjos se han ... espigado para buscar el sol con sus copas y la pila duerme el agua en su regazo a la espera de que una gota del cielo escriba ondas sobre su plétora. Un patio para los niños, para el Amor. La infancia de Sevilla está construida en ese patio porque ahí han jugado al pillar todos los chiquillos mientras sus padres terminaban de hablar sus cosas con el Señor de Pasión. Y porque junto a las campanas del alminar de la vieja mezquita se han labrado las palmas con las que la ciudad recibe a Jesús de forma triunfal. La reunión de mujeres en ese patio elaborando los aspavientos al Señor es una de esas estampas que resumen este tiempo de regreso anual a nuestras raíces. La otra es la 'rampla' del Salvador con el bronce de Martínez Montañés contemplando el zapateo de la chavalería antes de que suene el de las alpargatas. Porque esa fugacidad es invencible. El Hijo de Dios entra sobre su Borriquita y sale muerto en la cruz en el plazo de unas horas. Y ese patio callado de criptas y siglos sostiene sobre sus paredes las palmas arrumbadas de una gloria pasajera que desemboca en la gloria definitiva. En ese patio se cumple todo.

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