Quince toreros conforman el nomenclátor de la Feria

La historia de esta quincena de grandes maestros comienza por Joaquín Rodríguez Costillares (1729). Fue éste el primer coletudo de renombre que aportó el barrio de San Bernardo al toreo. El matadero del antiguo arrabal era cuna y escuela de toreros. Allí trabajó su padre y de ahí le vino el nombre artístico. A Costillares se le atribuye la invención de la suerte del volapié , para dar muerte a los habituales toros parados que hacían caso omiso al cite muleteril.

La calle de José Delgado es una auténtica desconocida para los sevillanos, pero si les decimos que se trata de Pepe-Hillo todos la sitúan. Contemporáneo de Costillares, sirvió como inspiración para Francisco de Goya en sus lienzos taurinos. Como era habitual en esa época, también aprendió el arte de torear en el matadero y dejó para la historia su ‘ Tratado de Tauromaquia ’, ahí fue la primera vez que se dejó constancia de cómo se debía «cargar la suerte».

A Manuel García (1885-1894) le vino el sobrenombre de ‘ El Espartero ’ por el negocio de espartos que su padre regentaba en La Alfalfa . Para hacernos una idea de su grandeza sólo hay que recordar la mítica frase que aún se mantiene vigente en nuestros días: « Tiene más valor que El Espatero ». Fue coetáneo y rival de Guerrita y Lagartijo hasta que el toro ‘Perdigón’ de Miura acabara con su vida en la plaza de Madrid.

Ricardo Torres 'Bombita' es signo de orgullo para todos los vecinos de Tomares. Una estatua lo recuerda a la entrada al municipio desde Castilleja de la Cuesta . Los toreros, en cambio, lo tienen siempre presente por haber fundado el Sanatorio y el Montepío de profesionales taurinos. Mantuvo se hegemonía hasta la aparición de Gallito, que llegaba dispuesto a cobrarse las deudas pendientes con su hermano Rafael 'el Gallo'.

Rafael Gómez Ortega fue el mayor de los hijos de Fernando ‘el Gallo’ . Circunstancialmente nació en Madrid, pero siempre hizo vida en la capital hispalense. Su personalidad y bohemia lo catalogaron como un artista genial. Es el primer torero que popularizó las ‘espantás’ , pero todos le temían cuando le brotaba la inspiración delante de un toro.

Su hermano José pasó a la historia como ‘ Rey de los Toreros ’. En las calles del Real aparece como Joselito el Gallo , aunque los taurinos siempre han preferido recordarlo como Gallito. Así se anunciaba en sus primeros carteles. José Miguel Isidro del Sagrado Corazón de Jesús Gómez Ortega a lcanzó la gloria con 25 años , cuando el toro ‘Bailaor’ de la Viuda de Ortega acabó con su vida en la toledana Talavera de la Reina. Fue él quien vislumbró el camino por el que debía transcurrir la tauromaquia actual, se decantó por el encaste matriz de casi toda la cabaña brava del siglo XXI, apostó por las plazas monumentales para abaratar las entradas y acercar el espectáculo al pueblo y fue indispensable en la revolución macarena de Juan Manuel Rodríguez Ojeda .

Con Juan Belmonte llegó el parón y el barroquismo al toreo. El Pasmo de Triana  tuvo quien le escribiera, sublimado por Manuel Chaves Nogales . Durante su binomio con Joselito el Gallo nació la Edad de Oro del Toreo . Tras ellos dos tomó el cetro Ignacio Sánchez Mejías , cuñado de Gallito y polifacético artista: matador de toros, dramaturgo, novelista, presidente del Real Betis Balompié y de la Cruz Roja , crítico de sus propias corridas y mecenas e impulsar de la Generación del 27 .

Con Chicuelo se materializa la tauromaquia moderna, a través de la unión de lo esbozado por Gallito y Belmonte. Tras él comienza lo que hoy se conoce como escuela sevillana, con toreros tan dispares como geniales. Fue coetáneo del primer Gitanillo de Triana (Curro Puya), fallecido por cornada en Madrid y cediéndole así el sobrenombre a su hermano Rafael Vega de los Reyes .

También aparece en el callejero el manriqueño Pascual Márquez , primer torero muerto en la Monumental de Las Ventas; Pepe Luis Vázquez , arquetipo de la sevillanía del que este año se conmemora el centenario de su nacimiento; su hermano Manolo; Antonio Bienvenida y Curro Romero . Maestros más recientes en la memoria del aficionado, que en la mayoría de casos no merecen presentación. Es el Faraón de Camas el último mito viviente del toreo y el último maestro en vida de quienes conforman el nomenclátor de la Feria.