El tren de la bruja
Esos fuegos nada artificiales
El roce en la estrechez de las casetas provoca la segregación de océanos de serotonina: es el momento de irse a casa
Guía de la Feria de Sevilla 2025: fechas, casetas, plano, toros y todo lo que tienes que saber
Más o menos por lo que cuestan en cualquier caseta una jarra de rebujito y media docena de montaditos de algo impregnado en aceite, algo menos de cien euros, puede uno darse el lujazo de ir a la Feria en coche de caballos. Y no ... se trata de un gesto de esnobismo trasnochado, como pudiera pensarse, sino de una inteligente forma de llegar a la portada sin comprometer la integridad de los pies ni, las damas, el esplendor de los trajes de gitana. Descartado por obvios motivos el vehículo privado, surcar los atascos en carruaje es una alternativa cómoda a las apreturas de taxis y autobuses. Fresquita por descapotable y, chúpense ésta, (eco) sostenible por ser de tracción animal.
Después de casi medio siglo ejerciendo de feriante discontinuo, uno tuvo la epifanía el año pasado. Fue yendo a almorzar en el calurosísimo miércoles festivo, cuando la cercanía de los 40 grados desaconsejaba el paseo. Vacía la parada de taxis de la calle Santa María la Blanca e ídem la de Alemanes, el recurso a Tussam consistía en una extravagante combinación de tranvía de la Plaza Nueva al Prado y, desde allí, la lanzadera hasta Los Remedios. El mujerío, siempre prudente hasta las lindes de la austeridad, optó por esa revuelta. Los hombres echamos mano a la billetera, pusimos pie en el estribo y desembarcamos, tras un plácido viaje arrullado por la brisa, con media hora de ventaja.
El fresco de esta edición 2025 ha favorecido las idas y las vueltas paseadas, sin embargo, aunque los alérgicos hemos sufrido el calvario anunciado por Jesús Álvarez en estas páginas la víspera del alumbrao. En el programa de las fiestas de primavera nunca falta los recitales de gramíneas, como dejó testimoniado el legendario reportero Pepe Guzmán en una crónica de la más famosa romería de la región: «No vuelvo al Rocío hasta que lo alicaten», tituló a cinco columnas después de una noche infernal de mocos y llorera. Si el presidente de la Junta de Andalucía manda talar todos los plátanos de Indias que hay alrededor de San Telmo, juro solemnemente no volver a llamarlo Petit Napoleón; ni siquiera Moreno Morenilla.
Fue rara en lo meteorológico esta semana, desde luego, en la que el clínex resultó un complemento más útil que el abanico. Bienvenido sea el cambio climático si sirve para que evitemos lipotimias en sucesivas Ferias, con más razón cuando sean abrileñas. Siempre causa alarma un telele en el real, que casi siempre achaca la maledicencia a la libación excesiva, a la masiva ingesta calórica o a otros consumos menos confesables, aunque a veces es causado por el calentamiento global. Pero no el que tiene que ver con la matraca ecologista, sino la calentura que se desata cuando el vino ha desinhibido al personal y el roce al que obliga la estrechez de las casetas, sea para bailar sevillanas sea para una mera charla, provoca la segregación de océanos de serotonina. Ése es el preciso momento, amigos, de irse a casa y despedirse hasta el año que viene… o de liarse la manta a la cabeza para achicharrarse con unos fuegos que no son los artificiales que atronarán a medianoche, sino el regalo más bonito que nos ha dado la madre naturaleza.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete