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Un ingenio español para respirar en la oficina sin miedo a contagiarte de virus y bacterias

Investigadores del CSIC trabajan en nuevos sistemas para filtrar el aire en espacios cerrados a prueba de agentes infecciosos

Miguel Ánge Bañares Isabel Permuy

Sonia Gutiérrez Mencía

Madrid

SafeAir es un proyecto financiado por la Caixa Foundation, CaixaResearch, liderado por el CSIC que optimiza el uso de los recursos energéticos y materiales para purificar el aire mediante diseño catalizadores, haciéndolo de forma eficaz y sostenible.

Si algo nos ha dejado la pandemia de Covid-19 es que el aire puede ser nuestro enemigo. Los sabíamos ya a cauda de la contaminación atmosférica. Y también porque a través de él se trasmitían algunos organismos, especialmente en épocas invernales. Pero el coronavirus nos ha obligado en repensar cómo podemos tener un entorno más seguro y limpio.

Eso es precisamente lo que pretende SafeAir, un proyecto financiado por la Caixa Foundation, CaixaResearch, liderado por el CSIC, en el que participan los investigadores Miguel Á. Bañares y Ana Iglesias, del Instituto de Catálisis (ICP-CSIC), el investigador Antonio Alcamí, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa (CBMSO-CSIC) así como las investigadoras Cristina Calvo, del Hospital Universitario La Paz, y María Luz García, del Hospital Universitario Severo Ochoa.

«Este proyecto surgió como consecuencia de la crisis del coronavirus, la CoViD-19, que en casi tres años ha infectado a más de 600 millones y ha matado unos 7 millones de personas», reconoce Miguel Á. Bañares.

El equipo multidisciplinar combina la experiencia en purificación catalítica del aire, en virología y atención hospitalaria, respectivamente. El proyecto empezó en el diciembre 2022 y tiene una duración de tres años durante el cual se han contemplado cinco fases. «Comienza con el diseño de los catalizadores y su evaluación a escala laboratorio frente a diversos virus, y finaliza con la construcción de prototipos de purificación de aire», señala Miguel Á. Bañares.

Las pruebas en condiciones reales se realizarán en las áreas de pacientes pediátricos y en las unidades de cuidados intensivos neonatales de los hospitales de La Paz y el Severo Ochoa. «Una vez demostrada la eficacia de tales sistemas, éstos se podrán instalar en cualquier sitio: transportes públicos, edificios, oficinas, escuelas, gimnasios, centros comerciales y de ocio», apunta este investigador.

Purificar el aire no es tarea sencilla, pero es algo necesario porque, como reconoce Bañares, «pasamos cerca del 90% de nuestro tiempo en espacios interiores, donde la exposición a patógenos en el aire es mayor que en espacios abiertos donde corre el aire y, por ello, es fundamental asegurar la calidad del aire que respiramos de puertas adentro».

Los métodos actuales atrapan o degradan los patógenos del aire interior. «Los primeros -explica- atrapan físicamente los patógenos en filtros (como los HEPA); son muy eficaces, pero se saturan y han de ser reemplazados, lo cual supone un coste y riesgo ambiental y sanitario. Los métodos de degradación de patógenos usan luz ultravioleta o liberan especies reactivas inactivando a los virus, pero pueden afectar a la salud de las personas y dañar equipos».

«Optimizamos el uso de los recursos energéticos y materiales para purificar el aire, haciéndolo de forma eficaz y sostenible»

 

La aproximación de este grupo de científicos difiere de los sistemas tradicionales ya que, detalla Bañares, un filtro catalítico realiza el ataque en su propia superficie sin necesidad de atrapar al virus. «Los agentes oxidantes no se liberan al ambiente, sino que se generan y actúan en la superficie del filtro catalítico, donde los virus son degradados, evitando así el riesgo para las personas o los equipos. Además de ser más seguro, un filtro catalítico podría usarse por un tiempo ilimitado; asimismo, los sistemas catalíticos consumen menos energía por patógeno inactivado. En conjunto, optimizamos el uso de los recursos energéticos y materiales para purificar el aire, haciéndolo de forma eficaz y sostenible».

SafeAir traslada la experiencia de este grupo en la depuración de la contaminación química en el aire a depurar contaminación biológica en el aire. No obstante, reconoce el Prof. Bañares, «combinar ambas depuraciones en un sistema supone una complejidad mayor, ya que la naturaleza de los procesos es distinta».

Así, por ejemplo, en el caso de los contaminantes químicos, «la purificación pasa por descomponerlos en moléculas inocuas», mientras que «en el caso de los patógenos, la purificación pasa por inactivarles».

En el caso de los patógenos, la purificación pasa por inactivarles

 

Bañares indica que esta inactivación se consigue causando un daño en el virus tal que es incapaz de infectar nuestras células. «El objetivo de la ciencia es explorar y descubrir nuevas aplicaciones para el bien de la sociedad. La investigación debe hacerse con una estrategia donde los resultados de hoy nos den un punto de apoyo para nuevos desarrollos mañana. Así, optimizada la inactivación de virus en el aire, podremos aunar ambas experiencias y explorar sistemas que puedan combinar la depuración química y biológica del aire en recintos interiores».

No cabe duda de que el proyecto surgió como consecuencia de la crisis del coronavirus, el Covid-19, que en casi tres años ha infectado a más de 600 millones y ha matado unos 7 millones de personas. «El SARS-CoV-2 ha concienciado a la sociedad de la importancia de la calidad del aire interior», afirma Bañares, quien advierte no obstante que «esto es sólo la punta del iceberg: todos los años la gripe mata a medio millón de personas y junto con otras enfermedades respiratorias del tracto inferior esta cifra aumenta hasta tres millones en el mundo. Pero al mismo tiempo que los fallecimientos, la carga de enfermedad en términos de hospitalizaciones, tratamientos, bajas laborales, etc. suponen además de un menoscabo de nuestra salud, un enorme gasto sanitario».

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