En este contexto se manifiesta el profesor de Filosofía y ensayista Rafael Narbona, que reflexiona en un pódcast sobre el sistema educativo de Finlandia y lo propone como un modelo de referencia más humano y próximo al alumno que el español.
Educación en Finlandia: un modelo más humano y cercano al alumno que en España
Lo hace el experto en 'Rostros y Raíces' de Youtube, y lo ha compartido en otras de las plataformas digitales, en las que sostiene que el principal rasgo de la educación finlandesa no es la excelencia técnica, sino la calidez de su enfoque. Lo compara como es lógico con nuestro país, que lleva años enfrentándose a un obtáculo que hasta la fecha parece que es infranqueable: la excelencia académica.
Y es que pese a los avances en distintos ámbitos, el sistema educativo español continúa con unos problemas estructurales que dificultan que las cifras de abandono escolar, repetición de curso o resultados académicos se acerquen siquiera a las de los países más avanzados en esta materia. Finlancia, junto a Noruega y Suecia, no solo lideran los rankings de educación en Europa, sino que se han convertido en referentes mundiales.
Cabe destacar que uno de los mayores logros del sistema nórdico está en su apuesta firme por la educación pública. Tanto en Finlancia, como en Noruega y Suecia, más del 90% del alumnado está matriculado en centros públicos, mientras que en España este porcentaje se sitúa en torno al 67%, dejando a la educación privada y concertada un protagonismo destacado.
Según explica el divulgador, en las aulas de Finlandia «tienen moqueta», y «los chicos llegan y se descalzan», lo cual les hace sentir más cómodos. Por otra parte, hay «dos adultos, dos profesores», lo que permite un acompañamiento más personalizado.
Los alumnos que destacan en una materia son designados tutores de quienes tienen más dificultades, una cooperación que se refleja en la evaluación. También hay espacios cotidianos -como un rincón para calentar leche o preparar bollos- que contribuyen a que el centro educativo se sienta como una segunda casa, reforzando la idea de que aprender y convivir forman parte del mismo proceso. Narbona resume esta filosofía con una llamada clara: «hay que humanizar las aulas».
El profesor plantea muchas otras cuestiones en su intervención, opinando por ejemplo que la educación tiene que saber conectar mejor con los alumnos para evitar el «tedio y desinterés» y que acudan con más ilusión a las aulas.
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