El Madrid salva los muebles, pero deja dudas

Y todos tendrán razón porque lo cierto es que el Madrid dio un perfil difuminado en una primera parte en la que fue superado por un Betis más activo, ambicioso, rápido y, sobre todo, más en forma.

Buscaba el socio madridista alguien a quien agarrarse, a quien pedirle socorro porque el Betis se comía a los de casa con botas, medias y pantalón entero. Y no lo encontraba, un poquito de Modric y ya, nada más. Ozil en la derecha apenas aparecía, Isco en el centro sí, pero se aturullaba, y Benzema o no llegaba o se pasaba de rosca. Ni siquiera se veía a Cristiano, abrumado entre un montón de camisetas verdiblancas.

Atrás todo era peor porque los agujeros creados por Ramos y Carvajal fueron huracanes que amenazaban con llevarse al equipo por delante. En realidad, el problema era global. Darle la manija del equipo a Khedira para que saque el balón desde atrás no fue una buena idea y, además, hubo una tremenda descoordinación en la presión, que fue el principio de todo el descontrol de los blancos.

Con gente que crea y no destruye, o se va todos a una o el desequilibrio hunde el barco. En medio de la desorganización tremenda de los blancos, el Betis hizo su agosto naciendo en las botas de Verdú y acabando en Cedrick, que habrá costado un euro y medio, pero que parecía un AVE sin freno, pasando a los defensores blancos como si fueran abueletes. Con ese panorama, el Madrid se pudo dar por satisfecho con el empate, aunque su imagen quedara muy dañada por lo visto.

Por lo que se vio en este primer periodo, hay mucho que trabajar en el equipo. Es cierto que cuando Diego López recibió el primer gol, el Madrid aceleró lo suficiente para hacerse con el partido y crear ocasiones. Marcó Benzema tras un buen pase de Isco después de haber llegado tarde a otros buenos centros o de haberse metido en fuera de juego con esa falta de concentración que le caracteriza.

Realmente el Betis fue mejor en todo en esta primera parte: con velocidad, buen manejo de balón y desparpajo en su quehacer, dio el control del juego a Verdú y, este, excelente pelotero donde los haya, despedazó a la medular madridista con la impagable ayuda de Nosa, un todoterreno.

Al Madrid le tocaba volver al encuentro en la segunda parte sí o sí porque peor que lo estaba haciendo era difícil. Y se puso a ello. Tuvo el sendero bastante más fácil porque el Betis empezó a ponerse a la altura física del rival, con los pulmones arrastrándose por la hierba.

En esas circunstancias, el partido se rompió en mil pedazos. Sin piernas, el Betis ya no se organizó tan bien y en el fragor de esa batalla sin control en que se había convertido el encuentro el Madrid tenía ventaja por la mayor calidad de su gente.

Cada minuto que pasaba era una montaña en las espaldas de cada jugador bético, lo que hacía que el equipo se fuera más y más atrás. El Madrid empezó a rozar la victoria, a acercarse por todos lados con el empuje que le dio la entrada en el campo de Casemiro, mucha mejor opción que la de un Khedira poco clarividente.

En el último tramo, con el Betis sin poder dar un paso, llegó el pase sin oposición de Marcelo y el remate franco de Isco que dio tres puntos al Madrid, pero solo eso, tres puntos.