Carles Sans (Tricicle): «En su afán por denunciar lo que no está bien, a veces puede que algunos se pasen de frenada»

Se trata de un espectáculo en el que el catalán rompe su silencio escénico para contar al público las más hilarantes y surrealistas anécdotas profesionales y personales vividas en sus más de 40 años girando por los principales escenarios de todo el mundo. Para ello, no solo usa su característico virtuosismo para el teatro gestual, sino que también recurre a su poderosa forma de contar historias con su voz.

Como si de un making of de la vida de Tricicle se tratara, '¡Por fin solo!', show escrito a cuatro manos por el propio Sans y José Corbacho, narra con suma agilidad confesiones tan sorprendentes como que antes de convencer a sus socios de formar una compañía se interesó en sus novias (las novias de ellos), o cómo consiguió superar su última colonoscopia mientras la doctora le hablaba de Tricicle.

Sans nos habla también de la primera vez que sus padres lo vieron actuar con Paco Mir y Joan Gràcia en un café teatro de Barcelona, de cómo les chuparon la oreja cuando estuvieron actuando en el Japón, y del memorable ridículo que hizo en un avión cuando tenía pánico a volar. Un espectáculo basado en hechos reales que hará reír a aquellos que quieran saber más de una compañía que forma parte de la memoria emocional de nuestro país.

-En menos de un año ha vuelto a Sevilla con el mismo espectáculo de humor. Esto habla muy bien de '¡Por fin solo!'.

-La verdad es que sí. El año pasado actué dos veces en la sala pequeña del Cartuja Center, se agotaron las localidades enseguida y el público salió encantado. Así que me propusieron venir una vez más, pero esta vez a la sala grande.

-¿Cómo surge la idea de este show en solitario?

-Cuando Tricicle decide poner punto y final a su carrera de más de cuarenta y tres años, yo me pregunté si realmente tenía ganas de despedirme ya de este oficio que a mí me gusta muchísimo. Llegué a la conclusión de que necesitaba continuar, hacer algo. Así nació este '¡Por fin solo!, un espectáculo en el que, a diferencia de lo que había hecho con Tricicle, no paro de hablar y en el que cuento anécdotas personales y profesionales muy divertidas. Además, todas reales, por loco o inverosímil que parezca.

-¿Por qué eligió ese nombre ('¡Por fin solo!') para su espectáculo?

-Bueno, había que tirar de ironía y humor y se me ocurrió este título. Inmediatamente mis colegas me dijeron, en broma por supuesto, que iban a hacer uno que se titulara 'Por fin sin él' (risas). Estoy feliz porque es un espectáculo en el que el público no para de reír. Estuvimos contabilizando el otro día, y el público se ríe entre cuatro y cinco veces por minuto.

-Aunque la aventura haya salido muy bien, el hecho de presentar un show en solitario en el que, además, no para de hablar tenía su punto de riesgo después de cuatro décadas de silencio sobre el escenario.

-Estoy de acuerdo con esa apreciación. Cuando provienes de un éxito tan continuado, de tantísimos años, al público le cuesta un poquito aceptar el hecho de que de repente les cambies ahora el registro y hagas otra cosa. Superar esto ha sido lo más bonito. De hecho, el público me dice que se ríe tanto o más que cuando venía a vernos con Tricicle, lo cual es muy satisfactorio para mí. Es un concepto distinto, pero aunque hago uso de la palabra constantemente, también reconocerán a Tricicle inmediatamente a través de mi gestualidad, algo que va en mi ADN como actor. El éxito de este espectáculo reside entre la mezcla de lo que cuento y cómo lo cuento.

-¿Cuál es la definición exacta del concepto de la propuesta artística de Tricicle?

-Teatro gestual, porque mimo es una cosa como muy antigua, de los años sesenta, de caras blancas y mallas negras. Nosotros lo que hacíamos era teatro de comedia sin texto, además, con un sello muy personal.

-Tan personal era la propuesta que no hay herederos, ¿no?

-Muy pocos. Había una compañía y tal, pero prácticamente nada. Es como la fórmula de la Coca Cola: si salen otros refrescos de cola, nadie los conoce.

-¿Nos reímos menos que antes?

-Pues no te sabría decir. Lo que sí observo es que uno cuando va haciéndose mayor se ríe menos. Los niños ríen muchísimas más veces al día que un adulto. Supongo que en eso influye el hecho de que un niño tiene menos preocupaciones que un adulto.

-Pero siempre es importante reírse, ¿no?

-Mira si es importante en la vida, que algo que se puede hacer gratis la gente está dispuesta a pagar para que le hagan reír. Ahí queda demostrado que la necesidad de reír es impresionante.

-Aunque el sentido del humor que pone en práctica sobre el escenario siempre ha sido blanco, ¿ha percibido algún cambio en el público a la hora de percibir los gags?

-Bueno, hay más concienciación respecto a algunas cosas, y uno cuando prepara un espectáculo pues debe que tenerlo en cuenta. Sí, en este sentido algo ha cambiado. En este sentido, me gusta matizar que una cosa es actuar y otra es decir las cosas sin actuar. Cuando un actor o un humorista sube al escenario y dice una serie de cosas, las dice a través de un personaje o través de una obra que está interpretando, que es muy distinto a cuando alguien lo dice en un bar o en un foro público, a título personal.

-Pero eso no ocurría antes, en los ochenta, por ejemplo.

-Cierto, pero en este sentido hay que decir que antes quizá había un concepto de las cosas menos crítico. Antes el machismo, por decir algo, se veía como algo natural, y ahora es algo que se está cuestionando mucho. Y tantísimas otras cosas con las que hemos sido condescendientes y ahora no lo somos como sociedad. Pero también es verdad que en ese afán por denunciar lo que no está bien, a veces pues puede que algunos se pasen de frenada.

-Se me viene a la mente los chistes de Arévalo sobre gangosos, eso ahora sería impensable. Es complicado saber hasta dónde llegar, o en qué punto exacto se empieza a herir sensibilidades.

-Claro, pero es que estamos en lo de siempre. Arévalo no se reía de los gangosos, se reía de la situación que estaba contando en la que el protagonista era un gangoso. Es mezclar cosas que son de difícil discernimiento.

-¿En qué ha cambiado su sentido del humor con el paso de los años? ¿Se ríe con las mismas cosas que cuando tenía 20 años?

-A mí me sigue haciendo reír lo mismo que cuando era un chaval, o sea, una caída inesperada, un resbalón, un trompazo. No obstante, es verdad que con el paso de los años el efecto sorpresa te hace un reidor más difícil, te cuesta más. Porque el humor se basa mucho en la sorpresa y con los años a uno ya le sorprenden pocas cosas.

-Y cuando intenta hacer reír, ¿tampoco ha cambiado mucho su forma?

-También es la misma. Yo me considero un buen contador de historias, me encanta. Además, me lo paso bien aderezándolas, siempre lo he hecho con amigos, de sobremesa, por ejemplo. De hecho, ahora, cuando me subo al escenario, no tengo que esforzarme mucho más de lo que puedo hacerlo cuando estoy a gusto con un grupo de amigos. Creo que tengo esa capacidad de poder contar cosas de una manera muy divertida y que la gente las visualiza muy bien. Y creo que he sacado partido de esta virtud.

-Por último, no puedo evitar preguntarlo: ¿Hay posibilidad de volver a disfrutar de una gira de Tricicle?

-No. A Tricicle es muy complicado. Lo dudo mucho. Aunque nos llevamos genial, creo que cada uno ha tomado un camino distinto. Y entiendo que a los tres, cada uno en su labor, le están saliendo bien las cosas. Por tanto no creo que retomemos un espectáculo o una gira.