Día San Valentín
Un paseo por los tres rincones de Gustavo Adolfo Bécquer para enamorarse en Sevilla
Curiosidades de Sevilla
Se sea amante de la poesía, o no, este paseo por los enclaves con la huella del poeta sevillano son ideales para celebrar el 14 de febrero en pareja
Fotogalería: El paso del tiempo de Bécquer en Sevilla
Bécquer es «poesía esencial que parte de la experiencia vivida y deja a un lado lo anecdótico y superficial»
Sevilla
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesión«Asomaba a sus ojos una lágrima/y a mi labio una frase de perdón;/habló el orgullo y se enjugó en su llanto/y la frase en mis labios expiró./ Yo voy por un camino, ella por otro;/ pero al pensar en nuestro mutuo ... amor,/ yo digo aún: ¿Por qué callé aquel día?/Y ella dirá: ¿Por qué no lloré yo?», Rima XXX de Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Al escritor sevillano se le valora en las letras españolas sobre todo por haber sido con sus 'Rimas' el gran renovador de la poesía.
Bécquer fue uno de los máximos representantes del posromanticismo en España y en su creación poética destacan temas como la poesía, el amor, el desengaño, la soledad y la muerte. Rimas que han cautivado a miles de personas a lo largo de la historia por ver reflejadas sus vidas en los versos del poeta.
Gustavo Adolfo nació en Sevilla el 17 de febrero de 1836, en la calle Conde de Barajas número 28 y fue bautizado en la parroquia de San Lorenzo. Por ello, y por la vinculación del poeta con Sevilla, la ciudad está llena de rincones que le recuerdan de una manera muy peculiar. El literato siempre estuvo enamorado de Sevilla, de hecho, cuando se marchó a la describió como «el Edén perdido» y habló de ella como «la ciudad en la que he nacido y de la que tan viva guardé siempre la memoria».
Gustavo Adolfo Bécquer es recordado por sus rimas y por sus leyendas, algunas envueltas en el misterio propio de la época más romántica de la literatura. Con motivo de San Valentín, hacemos un repaso por estos curiosos rincones que pueden inspirar a más de una pareja a celebrar esta fiesta de manera diferente. El paseo comienza en el Casco Histórico, en uno de los edificios más antiguos de la Universidad de Sevilla.
Una tumba entre los ilustres
«Hay gente que todavía sigue buscando a Bécquer en la glorieta del Parque de María Luisa, pero hace años que está enterrado bajo la facultad de Bellas Artes, y la historia de cómo se enterró allí, junto a su hermano, es digna de ser contada y conocida». Bécquer murió el 22 de diciembre de 1870 en Madrid, pero sus restos mortales no llegaron a Sevilla hasta el día 11 de abril de 1913. Tras 43 años de espera, llegaron a la estación de Plaza de Armas pero, de camino a la Iglesia de la Anunciación, la lluvia obligó a refugiarlos en la capilla de las Siete Palabras en San Vicente.
La carroza en la que fueron transportados los restos, adornada con pebeteros en las esquinas, fue elaborada por los alumnos de Bellas Artes, y presenciando esa comitiva había un niño de 11 años, llamado Luis Cernuda, que luego titularía uno de sus poemarios con un verso de Bécquer 'Donde habite el olvido'.
Entonces, hubo periódicos que recogieron la noticia en sueltos de una brevedad cercana a su poesía, y no lo llamaban poeta, sino literato. Y es que el sevillano durante su vida no brilló como poeta. Vivía del periodismo, de los libretos de zarzuela y su actividad poética no fue conocida hasta más tarde. Tal y como contaba Francisco Robles hace unos años, «fue dejando unos pequeños poemitas en revistillas de moda, como 'El Correo de señoritas': publicaciones de poca monta. Cuando decide recuperar esos poemas por indicación de su amigo González Bravo, que fue primer ministro de Isabel II, se decide a recopilar ese material y añadirle el nuevo».
Desde entonces, se puede visitar la tumba del escritor y su hermano en el Panteón de Sevillanos Ilustres. Este enclave se ha convertido en lugar de visita habitual varias fechas del año, pero una de ellas es el 22 de diciembre, día en el que por el aniversario de su muerte, acuden los enamorados a depositar flores y poemas, posiblemente buscando la aprobación de los Bécquer para su obra incipiente.
La glorieta a Bécquer
Hace 112 años se eligió un enclave bellísimo del jardín de los duques de Montpensier para levantar una de los rincones más bellos de Sevilla. A los pies de un taxodio o ciprés de los pantanos traído de las Américas, se erige el monumento a uno de los poetas románticos sevillanos más conocido de todos los tiempos.
Cuarenta y un años después de la muerte del literato, en 1911 levantaron la espléndida glorieta alegórica del Parque de María Luisa, en mármol y bronce, según el boceto de Lorenzo Coullaut Valera y por iniciativa de los hermanos Álvarez Quintero.
Tiene forma circular, alrededor del imponente árbol antes citado. A los pies del poeta aparecen tres figuras femeninas sentadas en un banco. En su idea original se disponían anaqueles en los que se podían consultar obras de Bécquer.
Si, como se indica al inicio del texto, alguien le ofrece a su pareja realizar el paseo recomendado por ABC de Sevilla por alguno de estos enclaves románticos, puede hacer la cita redonda con la siguiente anécdota. En el año 2016 uno de los operarios que restauraban el monumento se vio sorprendido al descubrir no uno, sino dos cofres en el interior de la escultura. El hallazgo sirvió para que todos los amantes de lo oculto y del misterio diesen rienda suelta a su imaginación.
El primero de los cofres hallados era de plomo, lo que indicaba que allí podría albergar algo de valor. Al abrir el cofre se encontraron unas hojas de un árbol, planta secas y unas monedas con la efigie del rey Alfonso XIII, pero de escaso valor. Todo apunta fueron colocados en 1911, cuando se erigió la escultura. Tras ese cofre, el segundo era similar, pero con pesetas de la época del Rey emérito, Juan Carlos I y escritos del que fue alcalde de Sevilla, Manuel del Valle, correspondiente a la rehabilitación del año 1990.
La inmortalidad de Bécquer en el Alamillo
Esta última parada por los enclaves 'bequerianos' de Sevilla la hacemos en un lugar un tanto apartado. El sitio es idóneo para, si el tiempo lo permite, dar un paseo caminando o en bici. Tomen nota aquellos que ideen un San Valentín más movido. Cerca de la pasarela peatonal que conecta con el conocido como Huevo de Colón, habrán podido contemplar en más de una ocasión una enigmática cruz de piedra blanca, enmarcada entre la tranquilidad y la naturaleza.
La cruz está en un entorno poco cuidad, este periódico denunciaba en 2020 que parecía estar olvidada, se trata de un emotivo homenaje al poeta de un grupo de entusiastas. Sin duda el homenaje más auténtico y fiel a lo que quiso Bécquer.
¿Por qué este lugar? El sevillano escribió en la Carta Tercera de su obra «Desde mi Celda» , las siguientes palabras: «y cuando la muerte pusiera un término a mi existencia, me colocasen para dormir el sueño de oro de la inmortalidad a la orilla del Betis al que yo habría cantado en odas magníficas, y en aquel mismo punto adonde iba tantas veces a oír el suave murmullo de sus ondas. Una piedra blanca con una cruz y mi nombre, serían todo el monumento».
Por otro lado, se conoce que el entorno de la Barqueta y el Guadalquivir, marcaron profundamente la infancia y la juventud de Bécquer, hasta el punto de querer que sus restos mortales descansaran de manera eterna en este mágico lugar que todavía en la actualidad conserva un sabor muy especial, que invita a la calma y a la reflexión.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete