Crítica

Sauna Turina

El Teatro Turina está sin aire acondicionado desde hace años: ¿Llegarán a pensar nuestros próximos ilustres músicos que se habían equivocado de ciudad, que estaban en cualquier urbe subdesarrollada de cualquier país tropical perdido?

La Orquesta Barroca de Sevilla en el Teatro Turina Luis ollero

Carlos Tarín

Sevilla

Sauna Turina

  • Programa ‘Contra las pretensiones del violín’. La viola da gamba como solista con orquesta. Obras de Telemann, Tartini y Dall’Abaco
  • Intérpretes Guillermo Peñalver, flauta de pico. Orquesta Barroca de Sevilla
  • Viola da gamba y directora Friederike Heumann
  • Lugar Teatro Turina
  • Fecha 15/04/2023

El Turina está sin aire acondicionado. Tampoco calefacción. Desde hace años. El pequeño 'espacio' en el que sólo caben sus estrellas en forma de insignes artistas se hace infinito a la hora de encontrar qué departamento o área municipal es la encargada de reparar ... el sistema, más aún si se ponen en modo camuflaje (a-mí-no-me-mires).

Porque saben -o se imaginan- que la cosa no es de mandar a un técnico a que lo arregle, sino que es el sistema de climatización al completo, aquel que se puso cuando la remodelación del teatro, hay que sustituirlo por uno nuevo. Y naturalmente no hay dinero, ya sea porque primero van las obras faraónicas del tranvía o el maquillaje preelectoral de baches, pintura de calzadas, etc. Pero es que, como decimos, la cosa lleva años. Lo de ayer fue sólo un aviso… de que todo irá a más en cada jornada.

¿Frecuentan la web del Turina? Entren, por favor, en su agenda (https://icas.sevilla.org/espacios/espacio-turina/agenda): presenta casi un espectáculo diario. Y no es barroco todo lo que suena; sólo en la clásica tenemos música de cámara, sinfónica, contemporánea, zarzuela… pero igualmente hay flamenco, jazz, y todos esos conciertos interesantes de la ciudad que ninguna otra sala acoge.

Sólo en los próximos 30 días tenemos tres conciertos que encabezarían las programaciones de las mejores salas del mundo: el grandísimo contratenor Xavier Sabata, el clavecinista Benjamin Alard (en la cúspide del instrumento junto a Rondeau, presente en el último Femás) o la Europa Galante de Fabio Biondi, santo y seña desde hace años del barroco italiano, y todo ello por precios muy asequibles.

¿Tendrán que sudar los artistas más de lo habitual para ganarse el sustento? El público extraordinario de la Barroca lleva previsoramente sus abanicos o los improvisan con el programa (muy meritorio esto último, porque es un solo folio), pero se detuvieron como si lo hubieran ensayado antes de que Stefano Barneschi llegara a tocar sus cuerdas con el arco.

¿Vamos a poner a prueba la fidelidad inquebrantable de los amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla? No nos vale que sea una manera 'culta' de adelgazar, ni consuela que los músicos de la Barroca, tan energéticos siempre, lo pasaran peor, castigados además por los focos.

¿Llegarán a pensar nuestros próximos ilustres músicos que se habían equivocado de ciudad, que estaban en cualquier urbe subdesarrollada de cualquier país tropical perdido? Y no será que esto de la refrigeración les ha cogido de sorpresa. Ahora, a improvisar -si es que deciden hacer algo- que de eso sí que saben.

La actuación

Perdónenos la Orquesta Barroca de Sevilla por retrasar el comentario sobre su actuación, pero este hecho extramusical afecta directamente al musical, por lo que hemos dicho, pero también a la presencia de su público, que de seguir así tendrá que elegir entre sauna o vida.

La estrella invitada a este programa era Friederike Heumann, mujer particular en todo. En la suite inicial de Telemann TWV 55:D6 que abría el recital prácticamente no se la oyó. Otra vez pensamos que era su instrumento el responsable, una bonita viola, cuyo sonido dificultosamente alcanzaba la fila 6, con la ayuda además de una acústica tan favorecedora con los instrumentos débiles como la del Turina.

Podríamos echarle la culpa al volumen de la orquesta, que aunque presentaba las cuerdas a 1, más clave y tiorba, parecía 'comerse' su sonido; sin embargo, el clave suele ser siempre el 'metro', el 'nivel del mar' más adecuado, ya que su volumen no se puede cambiar; a lo sumo, recurrir al registro de laúd, pero poco más. Y a veces casi a solas con el clave y una Mercedes Ruiz que sólo rozaba las cuerdas, el sonido no terminaba de emerger. Era como verla hacer playback.

Con Tartini se agregaron dos trompas naturales, ya me dirán. La única esperanza fue oírla algo mejor en los movimientos lentos, donde se quedó a solas con Barneschi, Rossi, José Manuel Navarro que volvía a la viola, y la tiorba, tampoco un dechado de volumen. Tuvimos que esperar a las dos cadencias que traían los movimientos rápidos para oírla plenamente, sin 'injerencias externas' queremos decir, en donde sobresalía -es un decir- un sonido dulce, seguro, unos dedos que corrían muy bien, aunque a veces nos parecía que a costa de una articulación poco nítida.

Sólo en el primer 'Allegro' Barceschi tuvo un gesto diríamos que 'torero' quedándose clavado en un final en 'forte' mirándola, como 'desafiándola', buscando su complicidad, y esto pareció animarla tanto

que al continuar la pieza ella no paraba de mirarlo intentando repetir el momento; pero

el violinista italiano no completó la faena y se encapsuló en su partitura sin más.

Tras el descanso -la gente salió a la calle o bajó a los servicios para refrescarse-

la reducida OBS se mostró pletórica en el 'Concerto a quattro da Chiesa' en Sol menor

op. 2 nº 5 de Evaristo Felice dall'Abacco. El instrumento de Barneschi no es de los que

tiene un sonido único, sino que depende mucho del intérprete; hasta el momento -y con

excepciones- nos parecía buscar un color ocre, matizado, como de acompañamiento; sin

embargo, ahora lo escuchábamos henchido de gozo, resplandeciente, luminoso, acaso

por no tener que llevar el freno de mano echado todo el tiempo (para no sobrepasar a

Heumann). En los movimientos rápidos resaltamos las estrechas imitaciones del solista

italiano con Rossi, que inundaron de vitalidad las cabeceras de cada movimiento y que

luego supieron mantener como torrentes imparables. Qué maravilla.

Pero en el último momento ocurrió el milagro, que tiene nombre y apellidos.

Hablamos de Guillermo Peñalver, que volvía después de mucho tiempo a la orquesta,

con una actuación verdaderamente memorable, de sonido colmado, exultante, arrasador.

Las articulaciones prodigiosas de su flauta de pico, con un fraseo elegante, distendido,

tal vez relacionado con esa tranquilidad que da a un flautista la certeza de que se le va a

oír sin problema, pero sobre todo debido a una madurez interpretativa asombrosa. Esto

en términos absolutos; pero resulta que, siendo el carácter de Peñalver más bien

reservado, le dio por buscar la complicidad de Heumann: ¡acabáramos! Resulta que al

instrumento de la violagambista no le pasaba nada, porque desde ese momento empezó

a oírse con una plenitud -ahora sí- asombrosa (como si le hubiese puesto pilas nuevasa

su instrumento), en un diálogo vivo y muy cordial con Peñalver, gozando -y

haciéndonos gozar- con un Telemann parecido al que obvió al principio. En este

concierto en La menor TWV 52:a1, pudo firmar un tiempo lento 'Dolce' de una belleza

carnosa, expresiva, de gran calidez, digna de la fama que la precedía; en los tiempos

rápidos se oían sus dedos que volaban, pero articulando suficientemente, lo que

convertía en desgana o desmotivación todo lo tocado antes. El 'Allegro' final resultó

una conclusión espléndida, vertiginosa, de una efusividad desconocida hasta ese

momento. No sabemos si al final terminaron sudando, pero por un momento eso pasó a

un segundo plano. Sólo por un momento, porque el problema está ahí.

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