CRÍTICA DE ÓPERA
Más cerca de Carmen
Nos acercamos al segundo reparto de la ópera 'Carmen', con cuatro nuevos protagonistas y director, para el descanso de las otras voces, y a veces el resultado puede sorprender.
Gabriela Flores (Carmen) está a punto de 'dispararle' una flor a Alejandro del Cerro (Don José)
En conmemoración de los 150 años del estreno de la ópera y de la muerte de Georges Bizet
'Carmen' de Georges Bizet
- Programa: 'Carmen', con libreto de Meilhac y Halévy y música de Bizet.
- Intérpretes: Gabriela Flores, Alejandro del Cerro, Maria Miró, Badral Chuluunbaatar, Mercedes Arcuri, Anna Gomà, Javier Castañeda, Alejandro Sánchez, Pablo Gálvez y Pablo García-López. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro Teatro de la Maestranza. Escolanía de Los Palacios.
- Dirección musical: Salvador Vázquez.
- Dirección de escena y diseño de vestuario: Emilio Sagi.
- Diseño de escenografía: Daniel Bianco.
- Diseño de iluminación: Eduardo Bravo.
- Coreografía: Nuria Castejón.
- Producción: Auditorio de la Diputación de Alicante.
Es interesante el efecto que puede producir un cambio de protagonistas en una ópera sobre una misma producción, pero con un segundo reparto. Pero no es que en este caso no haya sido así, sino que se repiten parecidas impresiones en los mismos personajes. ... La más palmaria es la calidad vocal de las dos protagonistas (más bien, antagonistas) y de igual forma se asocian los hombres.
La mezzo mejicana de Xalapa Gabriela Flores atesora un registro precioso y versátil, porque Carmen no es tanto un personaje de superagudos ni coloraturas, sino de expresión en cada momento del poliédrico personaje, que nos deja sus 'mandamientos' en la famosa 'Habanera' (por cierto, la letra también es de Bizet), en la que se muestra brillante hasta la funesta aria de las cartas, donde ha de hundirse en sus graves más acentuados. Sin tener el rol un ámbito vocal exagerado, en el primer ejemplo oímos a Flores alcanzar con lozanía los agudos con los que parecía clavar su particular tabla de la ley, en un claro ejercicio de seducción. Voz clarísima, emisión suficiente y relajada para moverse desde el centro, que domina de manera sobrada y desde donde se mueve en cualquier dirección, incluyendo la mencionada de sus graves en el aria de las cartas (Re b) sobre 'Encore' («otra vez»), subrayando el carácter 'fatídico' de la repetida carta que presagia la muerte. No se recreó en la nota, pero tampoco la notamos forzada ni al límite. Disfrutamos muchísimo de esta maravilla y, si tuviésemos que aportar algo, sería un poquito de morbidez, que denotara esa acusación de bruja hechicera con que actúa con los hombres.
En cambio, ni esa micra podemos pedirle a la impresionante Micaela de María Miró: soprano lírica de timbre sedoso, acariciador, cálido, extraordinariamente claro en su dicción e intenciones, firmó un dúo con Don José excepcional, en el que también se implicó Del Cerro, para culminar con su única aria, 'Je dis que rien ne m'épouvante», de melodismo intenso, que cantó de forma emocionante, llena de pasión, sobre todo cuando en su parte central afirma con firmeza que no sentirá miedo ante Carmen.
Del Cerro debió sentirse como Don José porque es un personaje que está siempre arriba, permitiendo el agudo con frecuencia, si bien hay momentos en que es necesario recurrir a la zona más grave, que fue la que más le costó (en el dúo pudo asociarse a Miró, pero en el aria de la flor volvió a repetir la misma secuencia que con Pretti, haciendo casi la mitad en pianísimo, con lo complicado que es mantener un color uniforme así. Este mismo planteamiento nos parece que es difícil que sea casual, e imposible que lo hayan exigido ambos directores musicales; pero por otra parte sería una temeridad que viniera de la parte escénica, porque es lo que faltaba. Por fortuna, el resto del aria fue creciendo, hasta terminar en el agudo final (Si b) en falsete para mantener el pianísimo, este exigido por la partitura. De todas formas, se le echa en falta algo de mayor corporeidad para este rol.
Escamillo (Badral Chuluunbaatar) canta la canción de toreador, mientras Carmen lo escucha sentada, displicente
También un poco mejor resultó el Escamillo de Badral Chuluunbaatar. Por la parte buena, disfrutamos de un mayor volumen, mejor inteligibilidad, dos cualidades muy necesarias para el otro gran momento de la ópera, pero volvió a tropezar en los graves, que sin evitarlos tanto como su compañero de reparto (1º), pareció que se los tragaba, los engullía, como si hubiese desaparecido su capacidad para proyectarlos. Pero es una de las dificultades del rol.
Aunque hablamos en la anterior reseña de Alejandro Sánchez (Morales), no comentamos nada de que durante unos compases pareció salirse del tiempo; en su momento nos pareció que era sólo una sensación o tal vez que era una indicación del director; sin embargo, observamos que volvió otra vez a repetir lo mismo con Vázquez, sin que al parecer nadie le haya dicho nada.
Aunque creemos que tenía que haberlo hecho el director, nada de esto empañará la excelente labor de Salvador Vázquez. Es siempre complejo medir el trabajo de un director cuando anteriormente con la misma orquesta y ópera ha estado otro, no digamos para los músicos; sin embargo, no era una sensación que la música iba cayendo en su sitio, ajustándose a la riqueza de todo signo de 'Carmen', empezando por el famoso 'Preludio', que alcanzó la claridad que le pedíamos a la versión de Lacombe. Sería prolijo detallar los pormenores de su tarea en cada escena, pero los hubo. También se corrigió aquel desajuste entre el coro y la orquesta que observamos en el comentario del primer reparto. Segundas partes pueden ser mejores.
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