Jennifer Lawrence: «Lo que está pasando no es menos que un genocidio, y es inaceptable»
La actriz aterrizó este viernes en San Sebastián para presentar su nueva película, 'Die, My Love', y recoger el premio Donostia
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San Sebastián
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Iniciar sesiónJennifer Lawrence ha sido precoz siempre: recogió su primer Oscar con 22 años y, a los 35, después de 122 galardones, ya está celebrando premios a toda la carrera, como el Donostia que ha recibido este viernes en San Sebastián. Y quizá por esa ... inocencia con la que llegó disfruta con el papel de aparecer por las alfombras rojas y las entrevistas con aire despreocupado, gamberro; una especie de libertad que tantas veces se confunde con frivolidad, con simpleza. Pero al encuentro con la Prensa en el Festival se presentó con aire señorial -vestido negro, perlas en las orejas, espalda rectísima en la silla- que le hacía parecer más una aristócrata joven que la estrella deslenguada y vacilona de Hollywood.
Había algo que flotaba en el ambiente, una tensión que terminó por destaparse cuando el certamen pidió que las preguntas no se salieran de la película que presentaba aquí, 'Die, My Love', y de su carrera. A la segunda oportunidad ya se habló de política y, al final, todo estalló. Se fue a los 20 minutos con cara de no haber pasado el mejor rato de su vida y después de lanzar una respuesta que no le gustará mucho a sus socios de Mubi, la productora que lleva su película y que cuenta con una inversión de varios millones de Sequoia Capital, un fondo de inversión vinculado a empresas tecnológicas militares israelíes. «Lo que está pasando no es menos que un genocidio, y es inaceptable. Todos tenemos que recordar que cuando ignoras lo que está pasando en un lado del mundo no pasará mucho tiempo hasta que esté en tu lado también», dijo la actriz cuando un periodista internacional retomó la pregunta que a un compañero nacional se le impidió hacer sobre la situación de Gaza y, también, sobre la guerra de Ucrania. Antes, la actriz había dicho que «la libertad de expresión está amenazada en Estados Unidos»...
Tenía claro Jennifer Lawrence, en campaña al Oscar por la salvaje protagonista de esta 'Die, My Love', que cualquier cosa que pudiera decir aquí tendría resonancia en Hollywood, y por eso rápidamente se desquitó: «Ojalá hubiera algo que pudiera decir, algo que pudiera hacer para arreglar esta situación extremadamente compleja y deshonrosa que me rompe el corazón, pero la realidad es que nuestro miedo a hablar demasiado o a responder demasiadas de estas preguntas es porque mis palabras solo se usarán para añadir más fuego y retórica a algo que está en manos de nuestros políticos electos. Yo solo quiero que la gente sepa quiénes son los responsables, y no dejar que los actores y artistas que están tratando de ser libres en su arte tengan que hablar y recibir los golpes en lugar de los verdaderos responsables».
'Matame, amor', de Ariana Harwicz: contemplar lo impensable
Carolina OntiveroEsta novela breve y furiosa fue el debut literario de la escritora argentina y causó sensación por su retrato radical de una mujer al borde del colapso tras el nacimiento de su primer hijo
Porque ella, como dijo aquel, había venido aquí a hablar de su película. Una historia que nace del libro 'Matame, amor' de la escritora argentina Ariana Harwicz y que a ella le llegó después de que Martin Scorsese lo leyera en su club de lectura. El veterano director llamó a Lawrence y le dijo que ese papel le pegaba. La actriz hizo caso al maestro y se puso con la novela justo después de haber dado a luz a su primer hijo y poco antes del segundo. Se quedó conmocionada por la historia de esta madre que ve cómo todo se desmorona a causa de una depresión postparto. Así que Lawrence, precoz en todo, también en haber montado ya su propia productora (Excellent Cadaver, en 2018) llamó a la escocesa Lynne Ramsay para que dirigiera la película. Y, después de ese guiño del destino, y tras un rodaje durísimo, muy físico, lleno de desnudos y de escenas de violencia y locura, y tras estrenarse primero en Cannes sin que la crítica se entusiasmara demasiado, Jennifer Lawrence aterrizó en San Sebastián... para terminar hablando de política.
«Estoy aterrorizada [por el futuro] de mis hijos, de todos nuestros hijos. El desprecio en el discurso de la política estadounidense les va a parecer normal a los niños que empiecen a votar a partir de estos años; van a creer que la política carece de integridad, que los políticos mienten, que no hay empatía...», lanzó.
De sus hijos se acordó también cuando quiso hablar del personaje: «Tuve la fortuna de que el posparto de mi primer embarazo fuera realmente genial; ahí fue cuando leí el libro de Ariana. Creo que porque no estaba en un lugar tan bajo como lo estaba ella tras escribir el libro, pude mirar al personaje de manera más directa y profunda. Después de dar a luz al segundo, experimenté un posparto realmente difícil. Es extraño ver la película ahora y ver todo en retrospectiva después de sentir que he pasado por ese bosque que aparece en la película», analizó, tiesa en la silla, mirando a un lado y a otro de la sala como si estuviera en el palco de Roland Garros.
Eso sí, tuvo algún momento más relajado, como cuando un periodista brasileño le preguntó por su papel en X-Men siendo ella una veinteañera. Sonrío Lawrence y se abrió el cielo en San Sebastián: hasta tuvo tiempo de bromear diciendo que agradecía no tener que estar cubierta de pintura azul. También estuvo simpática cuando le pidieron consejos para los jóvenes intérpretes que sueñan con hacer a lo largo de toda su vida lo que ella ha logrado en apenas tres lustros: «Que vean mucho cine y hagan un casting tras otro», aconsejó la actriz que fue descubierta por un cazatalentos en Nueva York cuando era poco más que una adolescente.
Por la tarde, tras pasear levitando (cambio de look incluido) por una alfombra roja desbordada de gente joven buscando su autógrafo, Jennifer Lawrence acudió al Kursaal a recoger su galardón. Se lo entregó J.A. Bayona, presidente del jurado, que reconoció que nunca había trabajado con la premiada. A diferencia de otras ediciones, en las que una estrella internacional amiga de la premiada es la encargada de hacer de maestra de ceremonias, no hubo invitado sorpresa. El año pasado, por ejemplo, para Cate Blanchett trajeron a Alfonso Cuaron a darle una sorpresa a su amiga. En esta ocasión, todo ha sido más íntimo. También, menos especial. De hecho, Lawrence ha dado apenas un breve y sencillo discurso sin nada memorable. Quizá, una estrella joven no valora todavía el peso de un premio Donostia ni que desde más de 1800 butacas ovacionen tu trabajo.
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