Festival de Cannes
Linklater y Lynne Ramsay animan la competición con 'Nouvelle Vague' y 'Die, my love'
La primera trata sobre el rodaje de 'À bout de souffle', de Godard. La segunda es un drama en el que se habla de la pareja, del amor y de los golpes de la convivencia, protagonizado por Jennifer Lawrence y Robert Pattinson
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Primero se vio la película de Richard Linklater y justo después la de Lynne Ramsay, con lo que la sección competitiva puso en el tapete a dos de sus ases. A Linklater siempre se le espera con interés desde que en 1995 ... puso en la historia del cine 'Antes del amanecer', nueve años después, 'Antes del atardecer', y pasados otros nueve completó su gran trilogía con 'Antes del anochecer', con los mismos protagonistas, Ethan Hawke y Julie Delpy, en una pieza actoral que vale media vida. Y durante esas dos décadas largas, urdió una película difícil de repetir, 'Boyhood'. Y aquí ha presentado otra película llena de dificultades, 'Nouvelle Vague', y resuelta con mucho talento, gracia y espíritu cinéfilo.
'Nouvelle Vague' trata sobre el rodaje de 'À bout de souffle', de Jean-Luc Godard, la película inaugural del movimiento que ya había inaugurado un año antes François Truffaut con 'Los 400 golpes'. Pero trata aún más sobre un tiempo (año sesenta), sobre la transformación en el modo de hacer cine y sobre la personalidad de un personaje, Godard, que ya se comportaba como si fuera Godard mucho antes de ser Godard. Richard Linklater lo hace todo bien: dibuja la época en el blanco y negro que le pide, describe los ambientes nuevaoleros de modo atractivo y sin demasiada solemnidad y encuentra actores muy parecidos físicamente a todos los protagonistas de la 'Nouvelle Vague' y de 'À bout de souffle'.
A Godard lo interpreta Guillaume Marbeck, que clava en traza, carácter y palabra al director genial y petulante; Zoey Deutch interpreta con cuerpo, recelos y carisma a Jean Seberg, y Aubry Dullin consigue en lo físico un cruce entre Jean Paul Belmondo y el Gran Wyoming, y le pone a su personaje la enorme simpatía y vitalidad con la que el mundo lo recuerda. Y a saber de dónde ha sacado Linklater, además, tanto actor parecido a Chabrol, Truffaut, Agnès Varda, Rohmer, Cocteau, Rivette Rossellini o Bresson.
Y si difícil era encontrar ese casting, más difícil aún era encontrar el espíritu y el tono y Linklater acierta de pleno en el equilibrio entre admiración, trascendencia, trivialidad y sentido del humor, hasta el punto de que ni siquiera Godard se hace antipático. Reproduce en el rodaje algunas escenas clásicas de la película original, sugiere la claridad de Godard en sus rupturas lingüísticas, en el eje, el racord, el montaje y la libertad de la cámara, y consigue que su película reproduzca el estado de ánimo del cine de entonces. Hasta el momento, 'Nouvelle Vague' es lo más apañado del programa.
Lynne Ramsey, que tiene mucho más prestigio que grandes películas, presentó en la competición 'Die, my love', un drama con sobrepeso en el que habla de la pareja, del amor, de los demonios interiores y de los golpes de la convivencia. Jennifer Lawrence y Robert Pattinson forman esa pareja que se instala en una vieja casa en el campo, y el argumento consiste en ver cómo cambia el tejido de esa relación, de la seda a la pana y telas más gruesas, y con el amor excesivo y obsesivo siempre presente.
En los festivales se suelen ver películas muy frescas con interpretaciones no profesionales y fresquísimas, pero ver a Jennifer Lawrence componer un personaje es ver por qué los grandes intérpretes se ganan sus grandes sueldos. Un personaje terrible, amoroso, emocionante, temible, siempre a punto del desborde, inquietante, seductor, majara… Lawrence lo agarra con las dos manos y se va con él hasta el fondo. Robert Pattinson también está magnífico y aguanta el enorme peso de mantenerse entero ante el vendaval de Lawrence. La historia es amarga y muy elocuente (a pesar del estilo de Ramsey, algo cargado de simbolismo y pretensión), aunque en las manos de actores menos 'trabajados' la película se quedaría en una más de tantas sobre la contraportada del 'qué bonito es el amor'.
Y hubo otra a competición, la japonesa 'Renoir', de Chie Hayakawa, sobre la imaginación de una niña con el padre enfermo terminal y los conflictos de la madre.
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