La metamorfosis

Con los cambios en la Junta ha surgido una nueva especie: la de los conversos

Curiosa la transformación que se vive estas semanas con el cambio en el gobierno de la Junta. Asombra ver la metamorfosis de algunos individuos que han gozado durante décadas del amiguismo del poder y que ahora se rinden con pleitesía ante los nuevos gobernantes. Lo ... ridículo es su urgencia en borrar a toda prisa y no dejar rastro de sus antiguas servidumbres. Sin asomo de pudor, se inventan una nueva biografía de heterodoxias y valentías que protagonizaron en el antiguo régimen, ahora demonizado por todos los que tanto callaron porque tanto le debían.

Tras una campaña intranquila han surgido por todos los rincones Gregorios Samsa metamorfoseados en insectos kafkianos. Es un fenómeno que se produce dentro y fuera de esa maquinaria de burocracia austrohúngara que es la Junta de Andalucía. Se da en todos los campos: la política, la empresa, la sociedad, la cultura, el periodismo. Ay, esos periodistas que durante años gozaron de privilegios en el refugio tibio del poder y ahora están aterrados por el frío de la calle. Terminó el periodismo de cámara y hay que mojar la pluma en otra tinta porque no creen en la independencia sino en la prosa al dictado. Por eso se están viendo conversiones tan milagrosas como patéticas. Pero cualquier cosa es mejor que seguir el camino de Vladímir, ese que tomaban los deportados a Siberia como nos recordaba Solzhenitsyn.

Siguiendo el relato de Kafka se observa un proceso de mutación digno de estudio biológico. Algunos han roto sus tejidos larvales nutridos desde el principio de los tiempos socialistas y ahora están ya en el proceso de ser ninfas dispuestas para servir al nuevo ídolo. También, por cierto, Moreno Bonilla ha experimentado una transformación pasando de segundón de su tribu política a ser una especie de dios munífico que reparte jugosos caramelos de poder. Cuánto Pablo de Tarso caído del caballo y convertido a la fe verdadera. Cuántos pellejos y pieles de muda arrumbados por las esquinas.

Los que formaron parte de los juegos de complicidad con el poder no han dudado en ponerse en la primera fila del banquillo. Y están apareciendo tantos cobistas, que habría que ir pensando en numerarlos como hacía en «La Codorniz» el dibujante Pablo con los pelotas de su oficina siniestra: Pelota 1, Pelota 2, Pelota 3...

Estos personajes ni siquiera pretenden cumplir con la infausta ‘tradición’ española del cesante, esa figura del empleado público que se quedaba sin empleo con el cambio político y que tuvo su clímax con el turnismo de partidos en la Restauración. El converso no está dispuesto a ser cesante y para eso no duda en apostatar y cantar en hexámetros una metamorfosis digna de Ovidio.

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