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El mármol y las sandalias

Los mármoles de la Catedral, tan sevillanos, me preguntan que cuánto van a tardar en llegar las sandalias que ellos esperan

Un joven nazareno de la Hermandad del Cerro juega junto a la Giralda y la Catedral de Sevilla EFE
Antonio Burgos

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UN poeta sevillano dijo que los seises juegan ante Su Divina Majestad como una partida de ajedrez a lo divino, en que la ciudad siempre se enroca con la más delicada de las hermosuras de sus ritos. La otra mañana descubrí que en la Catedral ... hay un tablero para ese ajedrez. Es el ajedrezado de los mármoles de su suelo. Cuando no bailan los seises su ajedrez en forma de pavana, ni resuenan maderas ni metales, ni los divinos tubos y registros de Maese Ayarra el organista, el suelo de la Catedral parece que espera una partida de damas. Sobre el mágico, marmóreo tablero, me imagino que esas damas son Justa y Rufina, o Doña María Coronel y Beatriz de Suabia, o La Roldana y María de las Mercedes, o Sor Angela y Sor Bárbara de la Giralda, la hija del campanero. Juega el tiempo y blancas ganan. Blancas de nardos de la Virgen de los Reyes, blancas de primeras túnicas de los nazarenos del Domingo de Ramos, cuando Sevilla está sentaíta en los escalones de la Gradas de Alemanes, esperando el porvenir, y el porvenir, al contrario de lo que dice la soleá de Rafael Montesinos, siempre llega.

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