Cardo máximo
Como siempre
A pesar de todos los pesares, la vida late con fuerza, incontenible, imparable, invencible
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Iniciar sesiónEs difícil quitarse de la cabeza la guerra. Lo domina todo como una hidra y se cuela en las conversaciones, en los textos, en los rezos… cuando no es el desabastecimiento del aceite de girasol es el subidón de la gasolina y cuando no es ... el envío de medicinas es el drama de los refugiados. En especial, no se me quita de la cabeza el mensaje del presidente ucraniano, el mismo que hasta antes de la semana pasada nos parecía un payaso histriónico: «Hoy es sábado, pero eso no significa nada. Nuestra nación no tiene ya fines de semana. No importan ni el reloj ni el calendario. Así será hasta que ganemos». A muchos nos está costando volver la vista a nuestros quehaceres cotidianos, distraidos de hacer vida normal por el estruendo de las bombas. Otros, en cambio, buscan la fórmula para olvidarse de esa pesadilla.
Y, sin embargo, la vida continúa. A pesar de la pandemia, a pesar de los combates, a pesar de las noticias, a pesar de todos los pesares, la vida late con fuerza, incontenible, imparable, invencible. Está bien que sea así. Que encontremos un resquicio por el que abstraernos de tanto dolor y tanta desgracia para pararnos a aspirar la fragancia de los naranjos en flor que desencadena es retorno a los aromas que nos han acompañado siempre, desde mucho antes que tuviéramos uso de razón porque el recuerdo olfativo es el sentido más persistente.
Como siempre, como nunca. Porque también a nosotros nos ha cambiado esta guerra, como nos cambian todas las guerras. Ya nada es lo mismo. Aunque nos esforcemos en que las cosas sean como fueron, como siempre. ¿Cuántos viacrucis ha habido entre el viernes y hoy lunes en que tiene lugar el del Consejo de Cofradías? ¿Queda alguna hermandad, parroquia, asociación de fieles o tertulia de amiguetes cofrades que no haya tenido el suyo este fin de semana? ¿No estaremos desvirtuando el ejercicio piadoso de la Cuaresma por una acumulación excesiva, como esa inflación desbocada que nos agujerea los bolsillos conforme sube el precio de los combustibles?
Bien que lo notaremos esta semana cuando empiecen los desvíos de las obras por la ampliación del dichoso tranvía en Nervión y el Porvenir. Hay cosas que nunca cambian: ¿por qué el Ayuntamiento consiente la coincidencia de obras en la ronda histórica, en la prolongación de Torneo y en Ramón y Cajal para desesperación de los automovilistas? ¿Por qué no se programan pata que no se solapen o, al menos, se desarrollen cuando menos tránsito rodado hay? Nada de eso sucederá. En mitad del atasco, derrochando gasolina decenas de vehículos a la vez, no se nos va a quitar de la cabeza la guerra en Ucrania.
Ya ven. Hasta el mismo columnista lo ha intentado. Pero al final, todos los esfuerzos han sido en vano. No se me quita de la cabeza.
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