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LA TRIBU

Asombros

Para el niño, septiembre es eso: la escuela, un vivo escaparate donde va descubriendo, poco a poco, los asombros

"El niño vuelve al país de muchos asombros, la escuela" ABC
Antonio García Barbeito

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Ya te habían comprado los libros para el nuevo curso, y es posible que la maleta ya no fuera aquella de hule con varios cortes, rajas por donde se perdían gomas de borrar y lápices. Siempre recordarás el poco —el nulo— entusiasmo que sentías al ... abrir el libro de aritmética, y lo mucho que celebrabas el de ciencias naturales y los versos —casi todos pertenecientes a alguna fábula— que sobresalían en el libro de lectura. La escuela era, a primeros de septiembre, un asombro editorial y una novedad de bolígrafos, lápices de colores y quizá un nuevo palillero y un plumín, pico de pájaro con el que tendrás que aprender a organizar los granos de la palabra escrita, y un papel de secante, que, ay, torpeza, seguro que se te derramará la tinta al mojarla en el tintero de porcelana que hay en la banca, metido en un agujero. Y a forrar libros. Quizá fue ahí donde descubriste tu proverbial torpeza manual, al forrar los libros. Un desastre. Septiembre empezaba a ser y la escuela esperaba como una prueba, superior a la del año anterior, que tendrías que superar si querías ser alguien, que si no aprendías siquiera a leer y escribir y las cuatro reglas, ya sabes lo que indicaban los hombres de la tribu: «A guardar cochinos.»

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